Una vez más la señora de Kirchner llega tarde: cuarenta minutos a la cena oficial - en su homenaje - y quince al Parlamento español, donde hubo que negociar duramente para que se la recibiera. Eso sí: dio y dará que hablar ríos de tinta y saliva a una sociedad donde los protocolos se cumplen al pie de la letra y la puntualidad es normal.
¿Será tan difícil entender que la impuntualidad es una falta de educación, de consideración y de respeto hacia los demás?
Esos looks imposibles de olvidar
A tono con las paredes y los cortinados borravino y los antiguos marcos dorados a la hoja del salón disfruta doña Cristina, envuelta en brillos y sedas bordadas en noche de gala en palacio mientras se suceden apretones de mano y uno que otro gesto reverencial de la comitiva argentina a los dueños de casa - los reyes de España y los príncipes de Asturias - con las sonrisas sostenidas durante la larga fila de saludos.
Una noche seguramente inolvidable para la titular del Ejecutivo nacional, cuyos oropeles contrastan con el a mí qué de Moyano que asoma de traje y no de frac según indica el protocolo. Ni pestañea la realeza ante el detalle, porque no corresponde y porque a esta altura, y tras cuarenta minutos de espera, deben ser muy pocas las actitudes de los argentinos en el poder capaz de sorprenderla.
Tendencias: todasEn la evidente fascinación que CK denota por su imagen, sobre la que vistos los resultados debe trabajar varias horas diarias, hay algo que sin embargo no puede alcanzar: un estilo más espontáneo que estereotipado o sencillamente más moderno y menos almidonado que el actual, del que hizo alarde en su visita a España con una serie de cambios que dieron que hablar en la prensa española. Y no es que ignore qué es lo que se usa; lo sabe bien y eso sería parte del problema al querer llevar todas las tendencias y esmerarse a tal punto en el armado de total looks que éstos terminan haciendo ruido. La antítesis de lo que aconsejaba un sabio observador, para quien una persona bien vestida es aquella de la que se olvida al instante qué es lo que lleva puesto; lo único que se recordará luego será su gracia, estilo, distinción, personalidad o espontaneidad; en definitiva, lo propio y no lo prestado.
Un concepto no necesariamente vinculado con el nada de nada; se puede llevar mucho color, mucho accesorio, mucho de todo y sin embargo hacerlo de modo tal que en el mix ganen equilibrio y originalidad. No es éste el caso; difícilmente alguno de los presentes en la comida olvidará el look CK del Palacio Real, donde se la vio sobrevestida con brillos por todos lados, una increíble pollera bordada tipo tapicería con aires flamencos y - si algo faltaba - las piedras y los oros de la Orden de Isabel la Católica. Tampoco resultará olvidable el tapadito pied-de-poule en lila y blanco, engamado con pañuelo estampado, guantes, cartera y zapatos violetas; ni menos todavía aquél fucsia en retro style con pañoleta-buche al cuello, y así... A esto se suma lo de siempre, los visibles y crecientes excesos en su lucha contra el tiempo y el pelo demasiado largo: ganaría muchísimo si lo llevase a los hombros y eligiese un color no tan uniforme.
Carmen Acevedo Díaz
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