El regreso de la Morán a Saeta


Cristina Morán, la "señora televisión", la primera figura femenina de Saeta desde 1958 hasta su voluntario retiro, regresa. No se jubiló para no hacer nada, no. Lo hizo para tener más tiempo para pintar, escribir y actuar, porque la Morán es ante todo una actriz de raza y una intelectual multifacética. Confieso que de todas las versiones de La Casa de Bernarda Alba que vi nunca me ha gustado una Poncia más que la suya, hace añares. Pero la diva ha seguido creciendo en la actuación y hasta libreta sus propias obras donde apunta a temas como el desarraigo, la tercera edad, la soledad y otras cuestiones que merecen ser vistas en una sociedad cada vez más desapasionada. Vuelve al 10 en una nueva lectura de Historias de matrimonios a lo rioplatense, con la compañia de figuras de la talla del magnífico Hugo Arana de Argentina y nuestra espléndida Graciela Rodríguez -divina en el aviso de Divino- entre otros actores y actrices de peso.

Que la Morán regrese a su casa y a hacer lo que sabe hacer con pericia es un privilegio que hemos de gozar sin duda. Felicitaciones a los directivos del canal pionero que tomaron en cuenta que la edad es experiencia, riqueza y ejemplo y necesitamos menos enlatados y más ficción nacional. Bravo, Cristina.

Y para no perder:

Veteranas.com

De Cristina Morán




Esta obra plantea en un tono de alto humor la problemática de los adultos mayores (en este caso "adultas") esa que va desde los mitos de la inactividad sexual al llegar a un tiempo puntual de la vida, pasando por la discriminación etaria hasta el disfrute del amor pleno sin importar las diferencias de edades.
El día a día de tres mujeres con historias que pueden ser las de cualquier mujer uruguaya. Es una obra que dignifica al adulto mayor.

Ficha técnico artística

Autoría: Cristina Morán
Actúan: Rosario Ambrosini, María Filippi, Cristina Morán
Vestuario: Ángela Rubino
Escenografía: Lucía Tayler
Iluminación: Alejandro Piastra
Diseño y Fotografía: Alejandro Persichetti
Prensa y Producción: Andrea Silva
Dirección: Gerardo Bugarín

Poesía en duelo

Pasó al plano de lo intangible, esa cualidad que supo aprehender y hacer piel, músculo y hueso, la poeta Elena Idear Vilariño -Idea Vilariño- una de las máximas musas orientales del Siglo XX. Educadora, crítica literaria y escritora, conoció desde muy joven el aroma del éxito. Vivió con intensidad - con esa urgencia que plasmó en sus versos - y se fue a los ochenta y nueve años envuelta en el aura de los inmortales. Su hermano Numen, también reconocido intelectual oriental, le sobrevive.

Eshu en el Museo Blanes




Fotografías del Dr. Alejandro Frigerio


Ayer fue inaugurada la muestra “dueños de la Encrucijada” en Montevideo, más precisamente en la hermosa casona que administra Gabriel Peluffo Linari para el Estado pero con escasa atención y medios del Estado. Es decir: al Estado le interesa que haya un flujo cultural pero no tanto como para dotar a los gestores de cultura de medios para hacerlo. Uruguay conserva sus rasgos más típicos de poco pan y mucho circo.


Pero decía que Eshu -ese niño terrible que a veces es confundido con el demonio tan exquisitamente descrito por las iglesias cristianas, pero que nada tiene que ver con ese personaje pues no pretende la aniquilación del hombre sino su realización- sentó sus reales en ese lugar tan magnífico con parque incluido que tenemos los montevideanos a escasos minutos del centro.

El responsable de esta muestra es Juan Batalla. Artista plástico, editor, fundador de Arte Brujo con Dany Barreto, gran amigo y connaisseur impactado por esta divinidad africana transmutada en espíritu de malandraje y marginalia en estas tierras americanas. Un espíritu irreverente a veces, cuya misión es obligar a tomar decisiones, partido o rutas hacia la felicidad que no vacila en travestirse –por algo es uno pero miles- en la concreción de su tarea. Así, eshu y pombogira –su ser femenino, su mitad indispensable para la vida humana- plantean disyuntivas capaces de hacer tambalear al más fuerte y para ello se sirven de una estética determinada en el ámbito del Río de la Plata que el curador ha captado tan bien tanto en el libro “Dueños de la Encrucijada” como en esta muestra que ha quedado abierta. Lejos del abigarrado muestrario del libro donde las imágenes se superponen y redondean los textos, la muestra ha elegido algunas obras de entre tantas e inclusive algunas que no aparecen en el libro que motiva la exposición.

Impacta ya antes de entrar propiamente a la sala mayor la instalación minimalista de nuestra compatriota Ángela López Ruiz: un círculo de pétalos de rosa que cubre una capa de azúcar como homenaje a pombogira, el eshu mujer. Es que indudablemente en esa simple figura espacial plana detenida en la tierra subyace el misterio de ese femenino insondable que invita a sumergirse a través de ella hacia un plano debajo de lo visible donde espera la transgresora, riendo a carcajadas de la pacatería judeocristiana.

En el acceso a la sala principal nos recibe una de las espléndidas fotografías de Guillermo Srodek Hart que inmortaliza un altar –un espléndido altar, por cierto, al que tuve el privilegio de rendir homenaje en Floresta, Buenos Aires, y que pertenece a la familia de eshu del bàbá Alfredo de Ògún- sustrayéndolo del ámbito natural, el religioso, para convertirlo en un objeto de arte donde cada detalle acerca al espectador no enterado a la virtualidad de la magia afro brasileña.

Entre todas las preciosidades de esta muestra singular quisiera destacar la instalación de Dany Barreto, que me impactó simplemente. Quizá yo la hubiese puesto enfrentada a la puerta de acceso a esa sala larga y angosta: ubicada allí obligaría –como eshu- a tomar la crucial decisión de rodearla para poder entrar a ver el resto, ya sea por la derecha o por la izquierda, pero propondría inevitablemente la necesidad de elección. Rodeada de banderillas rojas de papel cortado –tan comunes en los techos de los terreiros brasileños, el adorno simple y económico de los artistas “pobres” que han creado la “riqueza” de nuestras variantes religiosas, se encuentra “la Murciélaga” negra nigérrima echada sobre un blanco lecho de pipocas… Barreto ha captado a la perfección la tricromía del culto particular de eshu, la kimbanda, y la ha aplicado magistralmente a su obra en exposición. Recurrente en su obra, la Murciélaga es una perra del artista que, como eshu, siendo una se multiplica a través de sus creaciones siendo diferente cada vez aunque en esencia sea la misma. Cancerbero monocéfala, custodia la entrada a ese mundo que impacta a través del color, la forma y la invasión del espacio, y por cierto dentro de la más absoluta tradición iniciática en la que el perro es uno de los más conocidos animales psicopompos.

En síntesis, por un lapso que durará hasta la primera quincena de junio, eshu y pombogira se han instalado en el Museo Blanes por medio de aquello que sugieren a aquellos artistas que dotados de visión desprejuiciada, han podido encontrarles en una obra desenfadada, riquísima y subversiva. Tal vez, un puente abierto para una sociedad plagada de temores ante lo desconocido y que no osa hacer sus elecciones.



Zoológicos humanos



por Carlos Reyes (El País Cultural)
En la víspera del siglo XX ocurrió un intento frustrado de llevar aborígenes del Chaco a Francia para presentarlos en la Exposición Universal de París de 1900 junto a una representación del drama criollo Juan Moreira. Se trataba de veinticuatro indios Pigalas, muy llamativos por el gran tamaño de las orejas, que estaban prisioneros en Formosa implicados en el asesinato de un productor del lugar. Al empresario teatral comisionado para reclutarlos se le había pedido que fueran vestidos "con relativo lujo de detalles, aunque falseara en parte la verdad en beneficio de la estética y exigencia de teatralidad". Siguiendo las instrucciones del ministro de justicia argentino, el empresario firmó un documento en el que aceptaba la tutoría del grupo de desheredados que legalmente eran considerados "incapaces". En el acuerdo se comprometía a darles nombre (cosa que hizo), alimentarlos, cuidarlos y depositar en un banco 15 pesos por mes por cada uno. Pero un incidente echó por tierra el proyecto: cuando los indios estaban por abordar el vapor hacia Buenos Aires, el cacique se peleó con su mujer que no lo quería dejar ir, hiriéndola en el brazo. El episodio fue la chispa que hizo estallar toda la violencia contenida organizándose una refriega que terminó con el cacique en la cárcel. Un comisario quedó a cargo del resto de la indiada, y comenzó un juicio público donde el abogado del empresario argumentó que el viaje sería "útil para la patria y para los indios", mientras otras voces sostuvieron que era "una vergüenza nacional llevar allá lo último que el país tenía para mostrar". "Los norteamericanos no se avergonzaron cuando Búfalo Bill llevó a Europa a los Pieles Rojas". "Cuestión de puntos de mira", reflexionó indignado el empresario que no era otro que el montevideano José Podestá, también artista de circo, actor y figura señera del teatro rioplatense.


Lejos de ser un caso aislado, llevar individuos considerados exóticos a Europa para exhibirlos como fenómenos de circo fue una práctica frecuente un siglo atrás (especialmente entre 1860 y 1930), en la que se mezclaban los intereses económicos y los científicos. Esa modalidad de espectáculo fue bautizada en los últimos tiempos "zoológicos humanos", expresión que la historiografía francesa popularizó hacia 2002. Cuatro años después, el término fue difundido en América Latina a través de un libro de fotografías, en el que sus autores, Peter Mason y Christian Báez, analizaban fotos de indios mapuches y fueguinos presentados en París a fines del siglo XIX. TAMBIÉN AQUÍ En la historia del Uruguay esta actividad también tuvo su lugar, unas veces cuando indios nativos fueron exhibidos en el exterior y otras cuando aborígenes foráneos fueron mostrados en Montevideo. Un caso muy sonado es el de los cuatro indios charrúas expuestos en París en 1833 en un local ubicado en la entonces llamada Avenue d´Autin, esquina con el pasaje del mismo nombre, aunque al parecer también hubo otros dos envíos de charrúas a Europa, de los que poco se sabe. Otro ejemplo menos conocido ocurrió un siglo después, cuando el Parque Rodó fue escenario de una exhibición de una tribu africana, bajo el nombre "Las negras del plato". Una notoria actitud de supremacía racial había detrás de estos espectáculos de feria que llevaban al público metropolitano los habitantes de sitios lejanos, ya fueran amerindios, africanos, lapones o esquimales. Y si bien esa costumbre tiene antiguos antecedentes, fue en el siglo XIX y hasta la Segunda Guerra Mundial que los grandes imperios modernos realizaron con mayor frecuencia este tipo de espectáculo, en algunos casos inscriptos en exposiciones coloniales, también llamadas eufemísticamente "exposiciones etnológicas". De estos zoológicos etnográficos -severamente criticados en la actualidad- hay casos muy recordados. En Londres fue expuesta hasta su muerte en 1815 una africana denominada La Venus Hotentote. Unas décadas después recorrieron Europa y Estados Unidos dos niños mexicanos microcefálicos, presentados como Niños aztecas o Liliputienses aztecas. Hacia 1870, con la proliferación de circos y parques de entretenimientos, los ejemplos se multiplican: en el parisino Jardín de Aclimatación (inaugurado en 1860) se mostraba al público entre canguros y camellos, familias enteras de indios y lapones que dejaban pasar el tiempo detrás de rejas. Sin embargo también entonces hubo fuertes reacciones ante estas exhibiciones que tanto se daban en circos como en zoológicos. Un caso ocurrió en 1889, cuando nueve aborígenes americanos que habían sido capturados por un ballenero fueron mostrados en Europa, primero en la Exposición Universal de París (paradójicamente con motivo del centenario de la libertaria Revolución Francesa) y luego en Londres. Fue en esta capital que encontraron la resistencia de la Sociedad Misionera Sudamericana, teniendo el empresario que huir con sus cautivos para Bruselas. AFRICANOS EN EL PARQUE Hacia 1930 se presentó en Montevideo un espectáculo que se anunciaba como "la nota exótica más curiosa e interesante que ha venido hasta la fecha". Junto a las canteras del Parque Rodó, como antesala del Circo Blacaman, la empresa South American Tour exhibía a una docena de naturales de África Central. Instalados en improvisadas chozas, los individuos eran promovidos como bailarines y guerreros. "Véalas en cualquier momento, pues su exhibición es permanente", sugería un folleto propagandístico. En él se invitaba a "admirar de cerca y ver de carne y hueso" a aquella "interesante tribu" que había sido popularizada por medio del cine en la película La cruzada negra. "África, tierra de curiosos simbolismos y grandes enigmas -anunciaba el programa-, tiene para las personas civilizadas un poder grande de atracción. Sus más curiosos habitantes son los negros que componen esta rara tribu que nos visita, que nuestro público conoció por intermedio del cinematógrafo, y que actualmente puede admirar de cerca y en la realidad, en el hall de este teatro". La película a la que hacía referencia el anuncio era un documental francés realizado por Léon Poirier hacia 1926, que registraba una travesía por África que había llevado adelante la fábrica Citroën en un triple emprendimiento industrial, militar y científico. Luego de la Primera Guerra Mundial, los avances tecnológicos del automóvil hicieron posible concretar el plan del empresario André Citroën, que consistía en recorrer con una caravana de cinco vehículos especialmente equipados el trayecto que separaba Francia de África Ecuatorial. La expedición, conocida como la Cruzada Citroën, tuvo episodios propios de un capítulo de Los Simpson, tales como originar un incendio de enormes proporciones que obligó a huir a miles de animales a partir de una desafortunada bengala. Pero más allá de los imprevistos, de esa experiencia africana surgió un libro que relataba la aventura, la referida película y muchos contactos con el África profunda, entre ellos la conducción de un grupo de aborígenes hacia la Ciudad Luz y luego a otras ciudades, Montevideo incluida. El orgullo de tomar contacto con grupos humanos poco o nada conocidos hasta el momento se expresa claramente en la propaganda del espectáculo presentado en Uruguay. "Nuestros huéspedes de color -explica el impreso- pertenecen a la tribu de los Sara Raba Djinjó, que está establecida en el África Central", señalando que la expedición Citroën había conseguido "para el mundo civilizado valiosos documentos etnográficos que enriquecen así los conocimientos que tenemos de las razas bárbaras que aún subsisten en una gran extensión del mundo". Y agregaba: "Después de múltiples negociaciones consiguieron que una de las tribus más típicas y más extraordinarias del África Central aceptase la proposición de realizar el largo viaje hasta París". El aspecto central que convertía a esta etnia en un fenómeno de feria era la costumbre por parte de las mujeres de extenderse el labio inferior por medio de unos discos, hecho que acaparaba los comentarios del público. Fue por eso que la exhibición tuvo por nombre "Las negras del plato", asunto que era explicado con lujo de detalles. "El proceso de deformación de los labios consiste en la introducción durante la infancia de la mujer de una espina en el órgano que se deformará. Cuando la herida ha cicatrizado con la espina en ella, se quita ésta y se introduce otra de mayor espesor, y así hasta conseguir el tamaño que se busca. Luego se colocan platos metálicos, también de acuerdo al tamaño de la deformación, alcanzando el diámetro de 6 a 24 centímetros. Pero en cuanto a la causa de esta fantasía no se ha llegado a un acuerdo pues los nativos le asignan distintos propósitos, sin duda con el deseo de no descifrar ese misterio de sus tierras". El folleto aventura una explicación: "Su vecindad con los árabes, tan adictos a tener esclavas, ha hecho que otra de las teorías respecto a la causa de las deformaciones faciales de las mujeres es que sus hombres le imponen este sacrificio de su belleza femenina para evitar que aquellos realicen incursiones en busca de presa para sus cotarros". Y remata: "Todo puede ser fantasía de la literatura etnográfica y tratarse únicamente de rituales religiosos o de casta, pero lo cierto es que se trata efectivamente de una costumbre que ha de desaparecer a medida que la civilización penetre en aquellas tierras enigmáticas". Curiosamente, un par de puntos en común vincula - seguramente por azar- a los cuatro charrúas llevados a París con este grupo de africanos que visitó Uruguay. En primer lugar, en cada grupo había al menos un integrante de otra etnia. Entre los cuatro charrúas (mal llamados "los últimos charrúas"), Tacuabé era posiblemente mestizo y de sangre guaraní, como lo señaló Renzo Pi Hugarte en Historias de aquella Gente Gandul (Editorial Fin de siglo, 2005, página 195) Entre el grupo de africanos exhibidos en el Parque Rodó hubo uno, llamado Nabia, que según explicaban los organizadores de la exhibición "es un negro de raza distinta a los demás componentes de la troupe. Por eso en el alojamiento se le ha preparado un rancho al estilo de los suyos, para que pueda dormir separado. Ni él ni los otros africanos tolerarían la convivencia: se lo prohíbe el prejuicio que tienen por la diferencia de sus razas. Ni aun en el extranjero, a tantas millas de su patria, permiten que se les haga vivir bajo un mismo techo. Antes prefieren la muerte que por otra parte no temen y aguardan como un bienestar que alcanzará a todo hombre de la tierra". Otro punto en común en ambas experiencias de zoológicos humanos en las que participó Uruguay es el desarrollo de actividades artísticas por parte de los cautivos. Entre los charrúas de París, Tacuabé había realizado en sus días de encierro un arco musical y algunos dibujos, como bien señala el citado libro de Pi Hugarte. Entre los africanos, uno llamado Sambá era pintor y había retratado a una de las bailarinas del grupo. De la jaula al escenario Evidentemente, aunque todas estas exhibiciones públicas de seres humanos tuvieron en común el confinamiento y el pretendido exotismo, analizadas una a una muestran notables diferencias más allá de las que surgen de las distintas épocas y lugares en donde fueron llevadas adelante. Por ejemplo en Madrid, hacia el Novecientos, una horda de esquimales se había instalado en los Jardines del Buen Retiro, "con sus focas, sus trineos y sus perros lanudos", como recordó Melchor de Almagro San Martín en su libro Biografía del 1900. El modo en que este autor relata los hechos permite suponer que los visitantes del polo se manejaban con cierta libertad, al punto de poder hacer negocios y abandonar luego la capital española cuando el verano los empezó a agobiar. "El espectáculo de estos hombrecillos anchos de pecho y achatados de semblante" dice el memorialista "gusta a la gente por su exotismo. A pesar de que las mujeres no son nada bonitas y huelen a aceite de hígado de bacalao que apestan, no han faltado pretendientes para ellas. Los perros, a modo de lobos mansos, están teniendo mucho éxito y consiguen buenos precios por ellos. Si esto sigue así, pronto el espectáculo habrá de cerrarse por la ausencia de sus elementos esenciales". También por esas fechas y en ese lugar se había presentado un grupo de africanos, que el surrealista español Ramón Gómez de la Serna pudo conocer de primera mano siendo niño. La experiencia, de ribetes justamente surrealistas, sería luego evocada por el escritor como una numerosa troupe de salvajes, "seres de una raza remota que hacían muchas cosas pintorescas". Los espectadores pagaban una peseta para verlos en situaciones cotidianas, desde hacer sus comidas y artesanías, hasta danzar. El futuro maestro del disparate fijó en su mente infantil aquellos episodios, entre los que destacaba la visita de los miembros de la monarquía, con la reina a la cabeza quien le entregó un regalo a una muchacha que había tenido familia lejos de su suelo y próximo al Museo del Prado. También Guyunusa había dado a luz lejos de su tierra, aunque en circunstancias más difíciles. De hecho, la exhibición pública de los charrúas en París tuvo características muy particulares, en buena medida porque se llevó a cabo en un período anterior al auge de los zoológicos humanos. Mezcla de intereses científicos y comerciales (un dato ilustrativo: los hombres de ciencia tenían entrada gratis a la exhibición), la accidentada travesía del grupo tuvo como promotor a un aventurero de dudosa reputación -Francisco de Curel- quien fue calificado por Paul Rivet como empresario de circo. Incluso, dos de ellos (Guyunusa y Tacuabé) fueron incorporados después a un circo ambulante, en cuyos números participaban un elefante y un rinoceronte, enfilando la compañía hacia Estrasburgo. En otros casos los aborígenes tuvieron mayor libertad para manejar sus destinos. Por otro lado, hacia fines del siglo XIX los grandes circos internacionales empezaron a incorporar números étnicos, asunto que desdibuja las fronteras de los zoológicos humanos. En el caso concreto de "Las negras del plato", de la documentación parece desprenderse que también realizaban un espectáculo de baile, en doble función diaria. Un nítido caso a medio camino entre el espectáculo teatral y la exhibición de fenómenos se dio en Buenos Aires en 1883, cuando un barco de la Armada capturó a unos 50 aborígenes tehuelches, que al principio fueron tratados como delincuentes y luego como visitantes ilustres siendo presentados en los más altos círculos oficiales, incluyendo un encuentro con el presidente Roca. Liderados por el cacique Órkeke, estos indios patagones -algunos de descomunal estatura- llegaron a interpretar sus cánticos en el Circo Humberto I y en salas teatrales con tanto éxito que la prensa consignaba que "no bastaba presentar un oso y un macaco, sino que era necesario exhibir a Órkeke para hacer una buena temporada", agregando que el cacique había venido a "sacar del mal paso a muchos empresarios", en su mayoría inescrupulosos. Al igual que ocurrió con algunos de los llamados "últimos charrúas", una de las mujeres del cacique fue a parar al hospital para terminar siendo exhibida su osamenta en un museo de historia natural. Y en ambos casos, los restos óseos fueron motivo de posteriores polémicas. De los ejemplos mencionados surge que los zoológicos humanos en general se realizaron en los grandes parques nacidos con el crecimiento de las capitales, como el Jardín de Aclimatación en París, los Jardines del Buen Retiro en Madrid y el Parque Rodó en Montevideo. Se desprende también que predominó un afán mercantilista y el golpe de efecto para lo cual se llegó a falsear la indumentaria de los especímenes, como testimonió José Podestá. También las exhibiciones etnográficas se prestaron para especular y divagar sobre el modo de ser de los aborígenes, atribuyéndoles determinados principios filosóficos y estéticos, y hasta intenciones aviesas y prejuicios. Las fuentes consultadas parecen indicar que la captura fue el modo más frecuente de conseguir los seres a exhibir, aunque algunos testimonios hablan de un acuerdo entre las partes, y hasta de una paga de por medio. También el trato dispensado era muy variable, unas veces como animales, otras como visitantes egregios. Así, unos consiguieron volver a sus lugares de origen, y otros sufrieron verdaderos destierros que culminaron con la muerte en las peores condiciones. Curiosamente, en entreguerras, con el ascenso del fascismo, este tipo de espectáculo empezó a cobrar muy mala reputación cayendo en desuso. Sin embargo cada tanto lo vemos reaparecer en la ficción, como en "El curioso caso de Benjamin Button", donde un pigmeo cuenta al protagonista sus desventuras en el mundo del espectáculo. Un guiño de Hollywood a una vieja costumbre europea...

TAMBÉM MULHER, IMAGEM DE DEUS


Yeda Pessoa de Castro*

Parte de um repertório pontuado de imagens negativas da mulher está na frase-feita "mulher tem arte do diabo", em alusão à figura da mulher concebida como a do "diabo em forma de gente", de acordo com outra expressão popular bastante conhecida no Brasil. Em nível menos explícito de preconceito sexista, que motivou o tema "Homem e Mulher - Imagem de Deus", promovido pela Campanha da Fraternidade (CNBB), em 1990, a expressão é ainda reveladora de papéis e lugares atribuídos à mulher e à pessoa do negro, esse último associado eventualmente à figura do diabo pela discriminação da cor.

IMAGEM PROJETADA

Mulheres e negros, no processo de produção social, cada qual é apresentado como trabalhador menos qualificado e menos produtivo, em razão, logo a princípio, da preguiça inerente atribuída ao negro em geral, além da possibilidade, em particular, da ocorrência de gravidez na mulher. Caso contrário, quem quer que tenha conseguido ascender socialmente, foi sempre no interior dos canais tidos como apropriados para um tipo determinado de mobilidade social. Isso, em outros termos, equivale a dizer que cada um "conhece o seu lugar", ou seja, a mulher, em ofícios domésticos (as chamadas "prendas domésticas") ou atividades afins no campo profissional (entre outras, secretária, enfermeira, assistente social), enquanto o negro é visto como elemento objeto de diversão ou no âmbito meramente folclórico ou lúdico, ora na condição de jogador de futebol, ora de sambista, compositor e cantor popular.

Essa configuração da imagem cultural da mulher e do negro projetada na estrutura ocupacional da sociedade brasileira, no caso mais específico da mulher negra vem ampliada por outro componente que se condensa nos atributos corporais: exuberância e sexualidade. Dela, eram atributos exigidos pelo mercado comprador de escravos e hoje exaltados no estereótipo das "mulatas tipo exportação" que figuram em espetáculos musicais de casas noturnas, em grupos folclóricos e folhetos de propaganda de órgãos governamentais e empresas de turismo.

A ESCRAVA

Exemplo significativo, veiculado em várias partes do mundo pelo cinema e televisão produzidos no Brasil, está na dicotomia maniqueísta "pecado x virtude" da imagem idealizada para a escrava Xica da Silva face à da escrava Isaura. Essa última, personagem título do romance de Bernardo Guimarães (1827-1885), um dos clássicos da literatura brasileira transformado em novela de televisão pela Rede Globo e exibida em outros países com grande sucesso, entre eles Cuba e China, simboliza a escrava virtuosa, "quase branca" por ser filha de pai português. Graças à essa paternidade, ela é visualizada como uma beleza sem características negras, ou seja, cabelos pretos e longos, compleição clara, "traços finos", porte frágil, perfil de ninfa ocidental, interpretada por Lucélia Santos, uma das mais conhecidas atrizes brasileiras no gênero naïve. No extremo oposto a esse tipo que assim transpira inocência e desperta tanta compaixão diante das injustiças da escravidão -o que não ocorreria com uma escrava negra como personagem-, a mulher negra é vista como escrava de prazeres sexuais, com notável poder de volúpia e sedução, simbolizada na lendária Xica da Silva, personagem levada para o cinema pelo filme do mesmo nome, de Cacá Diegues, com grande sucesso de bilheteria. No filme, também produzido nos anos 80, Xica da Silva é apresentada pela elegância das formas esguias da atriz negra Zezé Motta como a "heroína-sexo" do tempo da escravidão no Brasil, ou seja, o símbolo da exageração da lascívia, o que lhe valia todo o formalismo punitivo da sociedade àquela época. Mesmo assim, consegue fama e fortuna vivendo em Vila Rica, cidade de Minas Gerais do século XVIII. Seu desempenho chega às raias da ninfomania, extrapolando uma concepção racista e de falsa moral burguesa sobre a mulher negra africana, que, sem o ensinamento do cristianismo, desconhece a priori a noção do "pecado original" e não sente vergonha de mostrar o corpo nem exibir a sua sexualidade, num despreendimento que a tornava presa fácil do apelo sexual provocado pela sua nudez ante os olhos do colonizador europeu. (1)

A MÃE-PRETA

Ainda sob essa ótica realista de interpretação está a imagem que ficou da mulher negra no papel de dublê, silente e anônimo, que lhe coube representar episodicamente na condição de escrava servindo de "mãe-preta". Em outros termos, vista como "bem de uso" no mundo dos brancos pelo aconchego de corpulência e seios fartos de uma maternidade bem sucedida que determinaria a sua escolha para os cuidados e a amamentação dos filhos herdeiros da família colonial no Brasil. Por sua vez, nesse ambiente doméstico e conservador onde ela interagia com aquela passividade quase irracional que apenas aparentava, sua personagem teve oportunidade de exercer uma influência socializadora em família incorporando-se à vida cotidiana do colonizador, fazendo parte de situações realmente vividas e interferindo no comportamento da criança através de seu processo de socialização linguística e de determinados mecanismos de natureza psicossocial e dinâmico. Entre eles, o dengo devotado ao caçula, alimentado no aconchego do embalo do seu canto de acalanto pelos componentes símbólicos do seu universo cultural e emocional (entes fantásticos, expressões de afeto), que tem como testemunho vivo o ditado popular "o caçula é o dengo da família", da voz africana de quem o criou. (2)

A SACERDOTISA

Subjacente ao desenrolar desses acontecimentos, a atuação da mulher negra na condição de sacerdotisa dos cultos que fundaram no Brasil foi também um fator essencial para o avanço na modelação do perfil da cultura nacional e da própria formação da "estrutura mental" do brasileiro. Ela assumiu a liderança das comunidades sócio-religiosas afro-brasileiras como personalidade mestra e veneranda, detentora do poder de lidar com força divinas e sobrenaturais. Ao mesmo tempo temida e respeitada pelo seu mistério, esse poder é sustentado por uma sabedoria inviolável de códigos e símbolos africanos ancestrais e sagrados que a intitula a práticas médicas e psiquiátricas através da sua vidência inata e do seu conhecimento adquirido de medicina tradicional.

Essa geração de mulheres sobreviveu ao rigor da escravidão, à discriminação racial e sexual, bem como ao preconceito religioso e a perseguições de toda a ordem a que foi submetida e eventualmente ainda tem que enfrentar. Mais do que ninguém, elas são vítimas da acusação de ter "arte com o diabo" ou de ser o próprio "diabo em forma de gente", ou seja, imaginadas como supostas criaturas de forças contrárias ao ideal de bem e virtude do mundo cristão. No entanto, de sua parte, confrontando essa concepção, elas acataram o cristianismo e a mítica indígena com que entraram em contacto desde cedo no Brasil, tendo em vista também o respeito à fé do outro, como forma de resistência cultural e em defesa da continuidade de seus valores religiosos, éticos e estéticos na opressão.

Ao longo dos séculos, a aceitação ou resistência face a essas influências múltiplas ocorreu em vários graus de assimilação ou superposição, por meio de um processo que os estudiosos de formação ocidental denominaram de "sincretismo religioso", mas que, em síntese deve ser entendido como o resultado daquele confronto histórico que se produziu com o catolicismo, sobretudo a nível de equivalência de atributos e traços míticos comuns a divindades do panteon africano e a santos da Igreja Católica, sem conflito de fé. Cada qual matém a sua identidade assinalada por planos diferentes de adoração, com apelações próprias e práticas rituais em espaços adequados a cada um, a partir do princípio universal de que se a essência de Deus é única, independente do nome pelo qual Ele costuma ser invocado por qualquer grupo humano que seja e em que língua for, santos católicos e divindades africanas não passam de expressões culturais da Sua Vontade Suprema. Essa lição de vida não é nova, os brasileiros aprenderam daquelas mulheres através de ensinamentos como este da iolorixá Olga de Alaketu: "Não se pode, ao mesmo tempo, partir um obi para Ogum e rezar uma ave-maria para Santo Antônio, pois cada favor tem seu merecimento".

O RESGATE

Presentemente, uma geração de mulheres negras desponta nesse cenário com uma produção literária que resgata a imagem da mulher afro-brasileira do âmbito folclórico de um enredo em que foi colocada como protagonista omissa e à margem do processo. A exemplo da Bahia, onde o negro, sem dúvida nenhuma, tem uma vivência cultural maior, destaca-se Stella Azevedo, ialorixá-cronista do seu terreiro Axé Opô Afonjá, em "E daí aconteceu o encanto" (3) e "O meu tempo é agora" (4); Aline França com a universalidade do seu romance "A mulher de Aleduma" (5); Valdina Pinto, com a poesia mística do seu mundo afro-religioso "Maaza ma Leemba" e "Recebendo Gunzo" (6); Nivalda Costa com os poemas dramáticos "Da cor da noite", segundo ela, "os primeiros passos de uma nova poética onde o drama direciona acordes para um futuro no que a dor caiba apenas como uma lembrança remota" (7)

E isso é só o começo. À medida em que a mulher vai se libertando do cativeiro secular para assumir um papel ativo na sociedade face àquele sentenciado pelo provérbio "atrás de um grande homem existe sempre uma grande mulher", ela conquista uma densidade existencial própria, com direitos e vantagens do lugar que lhe é devido ao lado do homem, também imagem de Deus.

Notas e referências bibliográficas

1) Cf. o ponto de vista de Gilberto Freyre na sua obra magistral Casa Grande & Senzala.
2) Cf. CASTRO, Yeda Pessoa de. No canto do acalanto. Salvador: CEAO/UFBA., 1990 (Ensaio)Pesquisa, n.10) Observar que dengo e caçula são termos de origem africana, e esse último substitui no Brasil a palavra benjamim, seu equivalente em português que, aqui, tomou outro significado, ou seja, o de conector de eletricidade.
3) Salvador, 1988, em co-autoria com Cléo Martins.
4) São Paulo, Editora Odudwa, 1993
5) Salvador, Ianamá, 1985.
6) In Poetas Baianos da Negritude. Salvador, CEAO/UFBA, 1982 (Arte/Literatura, n. 2)
7) Salvador, CEAO/UFBA, 1983 (Arte/Literatura, n. 3)

*Professora Universitária (BA) e Dra. em Saúde e em literaturas Africanas.

Intolerancia en Niteroi denunciada por el nieto del mítico Áttila Nunes

Senhor Prefeito de Niterói

Jorge Roberto Silveira

Ainda menino, eu ouvia falar não apenas do senhor, como também de seu pai, o governador Roberto Silveira, líder democrata e trabalhista do antigo Estado do Rio de Janeiro.

Meu pai, Átila Nunes Filho, foi seu companheiro na Assembléia Legislativa, quando o senhor ainda era deputado. E dele sempre obtive as melhores referências do senhor como político e herdeiro do nome Roberto Silveira

A imprensa carioca dá ampla divulgação hoje às perseguições que uma ialorixá umbandista, Adriana de Holanda, moradora em Niterói, vem sofrendo de vizinhos intolerantes, ligados às seitas de fanáticos neopentecostais, que abominam os cultos afro-brasileiros.

A exemplo dos meus avós, Attila Nunes e Bambina, e de meu pai, o deputado Átila Nunes Filho, aprendi a respeitar as diferenças. Mas continuo considerando absurdas as demonstrações de preconceito. Qualquer tipo de preconceito.

Nasci como o senhor, num lar de políticos. E a primeira lição que se aprende na Política é que não temos o direito de usar a máquina pública para coagir quem quer que seja. Isso é totalitarismo. É antidemocrático. É típico dos que querem impor seu ponto de vista com o auxílio da administração pública. E acima de tudo é flagrantemente ilegal.

Infelizmente, a Prefeitura de Niterói comandada pelo senhor, agiu dessa forma. Agiu covardemente contra uma umbandista que realizava seu culto no aconchego de seu lar e que já vinha sendo martirizada por vizinhos intolerantes.

Ameaçada com barra de ferro e constrangida com ameaças no seu direito à prática de sua fé, Dona Adriana ainda recebeu por cima a visita de fiscais da Prefeitura de Niterói, querendo saber se o seu centro estava registrado.

Por acaso, Dona Adriana não tem centro. Ela só reza dentro de sua casa, dentro dos preceitos umbandistas. É uma irmã de crença, graduada, que ainda não teve a oportunidade de abrir seu centro. É só uma praticante. Mais nada.

Mas, desde quando, Prefeito Jorge Roberto Silveira, cabe às prefeituras a fiscalização de funcionamento de templos religiosos? Com que autoridade o senhor permite que fiscais da Prefeitura de Niterói tentem intimidar uma umbandista porque acende algumas velas e um defumador?

A Prefeitura age assim com igrejas católicas que abusam do uso de sinos às seis da manhã? Por acaso envia fiscais às casas de pastores que abusam de aparelhos de som? Por acaso fiscaliza muçulmanos que entoam preces?

Senhor Prefeito, Jorge Roberto. Carrego o nome Átila Nunes como o senhor carrega o nome Roberto Silveira. Meu avô e seu pai foram contemporâneos, ambos de Niterói. Meu pai é seu contemporâneo, ambos são da mesma geração. Os senhores foram deputados juntos. E sempre se notabilizaram por serem democratas.

Não é possível que o senhor se omita inexplicavelmente diante de tamanha violência que foi a utilização de fiscais da Prefeitura de Niterói para intimidar não a dirigente de um centro de Umbanda. Foi pior, Prefeito: tentaram intimidar uma simples praticante dentro de seu lar.

Ao em vez de agir em defesa da liberdade de culto, sua Prefeitura aliou-se aos intolerantes, aos preconceituosos, aos fanáticos, tentando calar a fé de uma irmã de crença que não cometeu um só crime.

Esse episódio, Prefeito, mostra que se numa cidade como Niterói, ex-capital do Estado Rio de Janeiro, uma das cidades mais importantes do Brasil, existem agentes públicos que, sob o silêncio de seu Prefeito, agem de forma absolutamente ilegal, imagino o que deve acontecer em cidades menores, do interior, aonde a imprensa não chega para reportar barbaridades como essa.

Além de uma ação enérgica na mídia nacional e junto ao Ministério Público, considero vital que se chame atenção para a ilegalidade flagrante da intimidação dos agentes da Prefeitura de Niterói contra a liberdade religiosa.

Manter no cargo o responsável por essa barbaridade é atestar a ilegalidade e o arbítrio perpetrado por agentes do governo.

Não é possível que continue sendo exibida essa face de fanatismo na Prefeitura de Niterói.

Torço, honestamente, pela admiração que sempre tivemos em nossa família pelo senhor, que a Prefeitura de Niterói tenha sido omissa, e não cúmplice dessa aberração.

ÁTILA NUNES NETO

“PERMISO” PARA SER NEGR@S



María I. Faguaga Iglesias

Historiadora y Antropóloga

Estamos finalizando el tercer mes del 2009. Avanzamos en la etapa terminal de la primera década del siglo XXI, con su anunciado “socialismo”, que permanece amorfo y desconocemos el momento en que hará irrupción, pues según dirigentes políticos e ideólogos, “es algo en construcción”… No indican cuándo comenzó el proceso ni anticipan para cuándo será visible su concreción. Por ahora, es solo un vacío, otro posible encantamiento. No conforta la idea de identificar ese proyecto aun utopía, con el mesianismo, el autoritarismo, el racismo… De todo eso hemos tenido… tenemos… Está demostrado que no los necesitamos. Confunden las pocas ideas que al respecto nos llegan, en una Cuba castrista que perpetúa tras el formal cambio de poder al hermano menor, los mecanismos de dominación que siguen comprendiendo la censura, presentes prácticamente en cada espacio nacional, a veces, incluso, entre cuban@s más allá del archipiélago.

Cinco décadas con el mismo sistema de gobierno, institución que insiste en continuar (auto) denominándose como “revolución”, a la que muchos de sus amigos y enemigos, cualifican de “comunista”. Una revolución instalada en el poder tras un proceso insurreccional que, como todos los sucedidos en esta isla, como todos en Afroamérica, fue ampliamente sustentado por la población negra, y tras la cual, como en el resto de la postcolonial Hispanoamérica, la población blanca monopolizó el poder en cada uno de los espacios posibles, reproduciendo el blancocentrismo en cada instancia y a todos los niveles; fardo de peso inconmensurable que continúa imponiéndosenos a las personas negras, y, lo más importante, prosigue limitándonos en nuestro desenvolvimiento, obstaculizándolo y hasta impidiéndolo; fardo del que no solo no es bien visto intentar liberarnos sino que, durante estas cinco décadas y en todo el entorno nacional, incluso hoy ha sido velado por el impuesto silencio, pretendiendo tantos que si decididamente tiene que ser quebrado únicamente lo sea por el susurro de rincones, sin llegar a la democratización necesaria en el tratamiento de una cuestión problemática de avance horizontal y vertical que nos afecta a tod@s, pero no con iguales alcances.

Rafael Rojas, vice Ministro de Cultura, quien dice preferir expresarse en términos de “discriminación racial” y no de racismo, considera muy válido que actualmente se pueda discutir con tranquilidad dicho asunto[1]. Siendo así, quedan algunas dudas con posibilidades de encausar como interrogantes:

… ¿En qué consiste esa “tranquilidad”?

… ¿Quiénes la experimentan?

… ¿Por qué no tod@s, especialmente las personas implicadas negativamente afectadas, podemos participar de tan limitado “debate”?

… ¿Por qué la mayoría ni conoce de su existencia?

… ¿Por qué es una temática que con sistematicidad ignoran los medios masivos?

… ¿Por qué no tod@s l@s que veníamos trabajando en la temática somos invitad@s a participar?

… ¿Cuáles son los criterios de selección para ser o no aceptados y en manos de quién(es) estuvo su elaboración y aprobación?

… ¿Por qué quienes hasta ayer afirmaban que aquí no existía la discriminación racial, no teníamos “problema negro” y que era ese “un invento de jóvenes intelectuales negros deseosos de sacar la cabeza” y que estábamos “haciendo el juego al imperialismo yanqui”, ahora sorpresivamente se reciclan e insisten en convertirse en protagonistas del “debate” inventándose historias de supuestos reivindicadores antirracistas?

Político al fin, hay que considerar que las maneras de actuación del vice Ministro difieren de las de quienes nos implicamos en el tema, ya como cientistas sociales, ya como discriminad@s, o con la doble identidad, y que puede que tampoco coincidamos siempre en objetivos. Desde ambos presupuestos, acaso:

… ¿Se refiere más a un deseo que a una realidad?

… ¿Será que nos transmite algún –digamos- mensaje, respecto a una posible necesidad de las instancias políticas que no contemplan las necesidades de quienes hasta hoy seguimos siendo discriminados, y sintiendo como tal, al interior de la nación que igualmente nosotros fundamos, sostenemos y defendemos?

Recientemente son creados -casi nunca desde las bases involucradas sino desde las instancias de poder cultural generalmente imbricadas con el poder político- ciertos escenarios de discusión sobre la temática racial. Sus apariciones y maneras de funcionamiento sugieren más los intentos de capitalizar una problemática ya insoslayable y presente en toda la realidad nacional, que de ampliar y profundizar seriamente su tratamiento, lo que necesariamente comprendería el reconocimiento de al menos cierta independencia en el ejercicio de la ciudadanía, hasta el momento no visiblemente contemplada. Si pese a que nuestro último Censo de Población (2003) indica que la población negra en la Isla apenas somos un 30 %, muchos reconocemos que superamos el 60 % y algunos elevan esa cifra moviéndola entre el 70 y el 90 %, un par de interrogantes me interpelan:

… ¿Por qué pareciera que tantos, incluidos estudios@s, consideran que estamos en la obligación de pedir permiso para ser negr@s, es decir, para mostrarnos como somos incluso desde el plano de las ideas?

… ¿Por qué se reproduce el modelo supuestamente paradigmático del “tío Tom”, del “negro bueno y agradecido”, asimismo en el ambiente intelectual relacionado con la temática?

Es contradictorio que una mujer negra, médica, que supera los 55 años, manifieste estar cansada de que cuando se reúne con otros profesionales negros siempre hablan del racismo presente en nuestra sociedad, que se queje de que en los hoteles es invariablemente vigilada porque la policía evidentemente funciona desde el esquema de que su condición de mujer negra obligatoriamente la convierte en una potencial prostituta, y sin embargo el Ministro de Cultura diga públicamente ante un auditorio con notable presencia negra que no se puede decir “con inteligencia” que no hemos avanzado en el tema del racismo en estos 50 años. En incongruente, y no carece de cierto cinismo que un estudioso de aquellos “elegidos” por el PCC para estudiar la temática reclame “calma” a mujeres y hombres de todas las edades que se quejan del acoso policíaco con el cual se les intenta victimizar, únicamente por su pertenencia racial. Es insostenible que un dirigente del Ministerio de Educación, que forma parte de la representación cubana en el programa de La Ruta del Esclavo (UNESCO), no considere una prioridad que los profesores cubanos sean formados para enseñar a sus alumnos los aportes de la población negra a su nación y la historia de África y Afroamérica. Es vergonzoso y patético que mujeres negras cubanas tengan incorporado y propaguen hasta con orgullo el “síndrome Cecilia Valdez”[2], y que estén las que, vivenciándolo, ni lo identifiquen. No existe justificación para que estudios@s de la temática en esta Cuba que se ha dicho en contra de todas las iniquidades sociales, muestren orgullo de su aspecto de mulat@s, que como tantos en la sociedad, consideran “superior” por su aparente cercanía al fenotipo blanco.

La nación en la que sus estructuras gubernamentales en 50 años no se han detenido a pensar en la necesidad imperiosa de legislar en contra de las variadas expresiones del racismo, en la que se ha llegado al extremo de encarcelar, condenar a trabajo forzado o desterrar a personas comprometidas con la lucha antirracista que han creído su obligación reclamar al gobierno por su inercia o abandono en cuanto a una problemática que es fundamental para esta:

… ¿Es en la que se podrá, con esas mismas estructuras, conformadas por los mismos actores sociales, “construir” el anunciado y desconocido “Socialismo del siglo XXI”?

… ¿Es esa sociedad, ciertamente, la “más democrática”, como se autodefine en las instancias gubernamentales?

Si así fuera:

… ¿Por qué teme la existencia de organizaciones de creación más o menos independiente que trabajen en contra del racismo, ya surjan estas dentro de sus instancias oficiales o no?

Autodeclarado el Estado cubano como marxista:

… ¿Cuál soporte ideológico estructural utilizaría en contra del racismo si, desde sus orígenes y hasta la actualidad, en la teoría y en su praxis, el marxismo ha tenido un rotundo soporte racista?[3]

No se sostiene afirmar que: “Las Revoluciones Socialistas del siglo XX no fueron eficaces, al menos en sus territorios, para borrar el Racismo de la faz de la Tierra; y eso tiene una explicación histórica: la capacidad que posee el Racismo para reciclarse siendo adaptado a situaciones socioculturales en las cuales logra resignificarse y resemantizarse fundando ideologías que fortalezcan su razón de ser”.[4] La consecuencia - la existencia del racismo y, como todo ente vivo, las mutaciones no fundamentales que sufre- es percibida aquí como la causa; el tipo de gobierno y su estructuración política, es decir, la causa, recibe entonces tratamiento de consecuencia. Alteración peligrosa tanto más si se pretende además de la comprensión del fenómeno su enfrentamiento.

En estos 50 años, no obstante haberse puesto de moda en los últimos tiempos calificar su sistema de democracia directa”, Cuba no ha vivido en democracia y muy probablemente no lo haya hecho nunca, salvo pasajes muy imperfectos y débiles. De hecho, durante décadas presumió el gobierno isleño de expresar que en la Isla primaba la “dictadura del proletariado”; pero las dictaduras -repasemos- siempre suponen imposiciones y exclusiones, suponen la opresión de los no contemplados en su composición. No se sustenta por eso el considerar la actual situación vivencial cubana según el eje raza, como una “democracia racial”, aun cuando se acuda a esta expresión categorial para argumentarla como la fase en la cual han sido desenvueltas prácticas inclusivistas en pro de una engañosa integración nacional entre ‘blancos’ y ‘no blancos’ que aún tiene fisuras muy marcantes en nuestros días”.[5]

En democracia se ejercen los derechos ciudadanos, y es posible la reclamación del reconocimiento de estos y de su puesta en práctica, lo que no es probable en la actual dinámica de Cuba donde la sociedad civil es organizada y controlada por el gobierno, y la pugnante sociedad civil que pretende independencia sufre excesivos controles o acoso y acusaciones, sea cierta o no su “dependencia extranjera”.[6] En el documental de reciente elaboración “Raza”, afirma el etnólogo y cineasta Tato Quiñónez: “el tema fue postergado durante un largo trecho de la Revolución, porque no podía ser debatido y se reprimía cualquier intento”. ¿Esto sucedería si viviéramos democráticamente? Si así fuera: ¿no podríamos impugnar esa censura?

Es la ausencia de democracia puntualmente la limitante fundamental a la existencia del real empoderamiento -aunque personas autorizadas vayan por el mundo especialmente a las agrupaciones de afrodescendientes, diciéndoles lo contrario- en la población negra cubana, pues, pudiendo -contra toda dificultad- pensar desde sí, estamos impedidos de completar el ciclo de actuar por sí. Como a todo grupo sobre el cual se despliegan mecanismos de dominación, nuestros “revolucionarios” y “marxistas” dirigentes políticos, con manifiesto irrespeto y desdén persisten en decirnos cuáles deben ser nuestras ideas, cuáles nuestras maneras de proyectarnos y posiblemente, cómo sentir y de qué modo expresarlo; lo que consideren sospechosamente negro -estilos en el corte del cabello y su peinado, pronunciamientos abiertamente antirracistas o de reivindicación del aporte de pensador@s negr@s, por ejemplo- y que no haya tenido su aprobación, les merece ser desautorizado y, en muchos casos así lo hacen, confirmando porfiadamente a quienes pretendan no verlo que: “El ‘nosotros’ esgrimido por la élite blanca no sólo se apropia de algo sino que, además, participa de modo determinante en la conformación de los atributos negativos o positivos del ‘otro’”,[7] sin importar si esa élite es esclavista, capitalista o socialista, basta con que se (auto)reconozca la “elegida”, la depositaria de la “verdad”, para que pretenda imponerla. No hay que olvidar que el sustento de esa situación de asimetría e iniquidad radica en el ejercicio de las relaciones de poder, cuyas “dulces mieles”[8] seducen y atrapan, relaciones desde los orígenes de nuestro continente afrohispanoamericano impuestas por la élite blanca y que, salvo excepciones, ha permanecido en manos de sus herederos.

Compatiblemente, son personas blancas o que se lo creen quienes retienen el poder “revolucionario” en nombre de “los obreros y campesinos” aunque nunca lo fueran; son quienes deciden por nosotros -la población afrocubana- sobre nosotros, y sin que se nos consulte, situándonos en la posición del subalterno. Según ellos, lo que reafirman sus “sirvientes” negros -sin dejar de haber entre estos intelectuales que trabajan la temática-, quienes les hacen de “voceros”, “no necesitamos” un programa de ley afirmativa porque “todos tenemos las mismas oportunidades”, debemos tener “conformidad”, “calma” y expresar “agradecimiento” pues en 1886 fue el fin legal de la esclavitud en Cuba e históricamente, 50 años de revolución “son pocos” para poner fin a injusticias que como el racismo constituyen “herencias del colonialismo y del capitalismo”, no es realizable la organización propia para la consecución de nuestros derechos, etc. porque de eso “se encargará la revolución” -que cada vez más tiene carácter de entelequia- pese a que no lo ha hecho ni se compromete en decir quién, cuándo y cómo lo hará, y porque ese tipo de organización iría en contra de la tantas veces oportunistamente recurrente “unidad nacional”; ellos, verdaderos herederos de los blancos colonizadores, reciben como herencia un gran botín: la presencia de personas negras cuyas psiquis convenientemente colonizadas, les conlleva a hacerse eco de cada toma de posición en contra de su grupo racial, lo que significa ir contra sí, lo que puede ofrecerle dividendos materiales, o, no más que la “satisfacción” de sentirse “reconocidos” por el amo de ayer, apenas un siglo después reciclado en jefe “revolucionario”, “socialista”, “marxista”, en sus versiones -se dice que diferentes, se dice que iguales- “fidelista” o “raulista”, que prefiero distinguir como “castrista”.

Actualmente, personas negras que así se comportan obtienen antes o después, con o sin consciencia de su rol, permisopara ser negras: están autorizadas para (auto) representarse como tal. Otras buscan afanosas ese permiso que pudiera depararles la realización del “milagro” anhelado por gran parte de la población cubana sin distinción de colores, es decir, la salida provisional, temporal, quizás definitiva, puede que en visita oficiosa o con más posibilidades, estudiados sus discursos y proyecciones, valoradas sus posibilidades de negr@s “comercializables”, puede que sean debidamente incluidos en los espacios oficiales, generando indistintamente desconcierto o atracción entre sus iguales, formando parte de un maquiavélico juego impuesto por el blancocéntrico y supremacista poder en aras de su nada ingenua intención de perpetuidad. A unos y otros, la pregunta fundamental cuya respuesta pudiera ser trascendente:

… ¿Comprendieron que no se trata de un simple e inocente juego infantil, que está en juego la construcción de la auténtica nación, integradora, que estamos llamados a ser?

También para unos y otros, una aclaración esencial a sus manidas repeticiones de que quienes nos proyectamos como negras y negros, sin las autorizaciones debidas, somos agentes enemig@s: esta autora no admite que se le identifique como opositora, ni como disidente, ni siquiera se (auto)reconoce como contestataria; no se ha planteado hacer oposición ni ha cambiado su manera de pensar, tampoco está respondiendo, sino haciendo su trabajo de cientista social, hurgando en su sociedad y, esta le permite la deconstrucción de sus procesos, la realización de su hermenéutica, y ello pese a que, lamentablemente, las estructuras que en esta existen continúan haciéndole muy difícil o casi improbable la realización final del trabajo, es decir su publicación, única manera de devolverlo a la sociedad para su interrelación con esta y consecuentemente para su mejoramiento.

Esta autora, que no precisó leer a Gramsci como tampoco a Mariátegui -que en sus años de estudiante universitaria eran prohibidos bajo acusación de revisionismo para el marxista italiano y para el peruano indigenista, y de desviación ideológica para el estudiante osado que se acercara a sus obras que no podríamos encontrar en bibliotecas ni librerías- para comportarse orgánicamente respecto a su comprometimiento social, asume las implicaciones políticas que sabe siempre tiene el desempeño del cientista social que cumple con su rol social, lo que necesariamente implica no ser complaciente con el poder.

La Habana, lunes 16 de marzo de 2009.-

1: 37 p.m.-

(…) Zurbano indicó que soslayar o silenciar el problema implica que los negros crean que son otro país, o sea, que (como se decía en el siglo XIX) existen dos Cuba: una blanca y una negra. Y también puede implicarlo cual está sucediendo ahoraque se manipule políticamente este tema dentro y fuera de Cuba. (Cubas, Pedro A. Idem. Pág. 8. P. penúltimo.)


[1] En: Documental “Raza”. Producción del año 2008. Director Eric M. Corvalán Pellé.

[2] Síndrome “Cecilia Valdés”. Así identifico a la mujer mulata que, siendo educada para “avanzar”, para “adelantar la raza”, insiste denodadamente en establecer relaciones de pareja con hombres blancos, teniendo la exprofesa intención de procrear hijos de apariencia lo más cercana posible a la población blanca. Mujeres viviendo en trance de suicidio étnico, expresando los efectos del colonialismo psicológico.

[3] Benemelis, Juan F. “Marxismo, racismo y revolución en Cuba” – I. Enviado por e-mail.

Lunes, 2 febrero, 2009.

El autor utiliza su ensayo para demostrar, con pasajes de las obras de K. Marx y F. Engels, que el racismo fue “consustancial” a sus elaboraciones teóricas.

[4] Cuba, Pedro A. “Hablar de racismo en Cuba: entre ademanes de lo posible y ardides de

lo Permitido”. (Inédito) Bahía, Brasil. Pág. 10. P. penúltimo.

[5] Cubas, Pedro A. Idem. Pág. 5. P. 1 (viene de la Pág. 4.).

[6] Instituciones cuya existencia precede con demasía al proceso político establecido a partir de 1959, como la Sociedad Abakuá, y que han sido recientemente legalizadas, sufren ahora los controles que antes no tenían, dificultándoseles su desenvolvimiento. Razón por la cual, algunas de estas ---es el caso de algunas Iglesias evangélicas--- prefieren mantenerse al margen del proceso de “legalización” que en este momento lleva adelante el Ministerio de Justicia.

[7] Benemelis, J. F. Idem. Págs. 8 y 9.

[8] Castro Ruz, Fidel. Periódico Granma. 3 de Marzo de 2009. ¿???