Resulta poco menos que insólito que un candidato a vicepresidente de Brasil -Michel Temer, el segundo de Dilma Roussef- pueda decir como si se tratase de un mérito que "nunca pise un centro espiritista ni frecuenté sesiones de Umbanda ya que fui criado dentro de una familia rígidamente cristiana".
Sobre todo porque un vicepresidente debe, en casos puntuales, encargarse del gobierno de un país y ésto significa gobernar para todos, incluidos espiritistas, umbandistas y africanistas. Si dice casi con orgullo esa enormidad, es posible que la contraparte que se niega a decir pero surge por elevación sea "porque Brasil es una tierra de cristianos blancos despegando hacia el Primer Mundo".
Señor Temer, el saber no ocupa lugar. Más de alguna vez le tocará en caso de llegar a ocupar ese puesto para el que postula la oportunidad de ser invitado a celebrar un aniversario con la colectividad judía, o con la musulmana, o con los bahai's y resultaría chocante decirles "no voy porque no son cristianos". Si usted fuese un brasileño normal -es decir abierto, escucha de música popular, mulatón o cuarterón, eso no importa, amante de la cerveza y del samba, catador de cachaça y torcedor de Flamengo- sabría que no peca contra Cristo si pone un pie en una sesión espírita, si asiste a una gira de caboclos o si comparte con los demás un jeum de candomblé o una mesa de batuque. Aunque usted no lo crea, el espíritu cristiano se encuentra más a sus anchas en estos lugares a los que usted desconoce con tanto orgullo que en los que se dicen y se etiquetan como cristianos. En estas religiones populares se vive la solidaridad tal como la predicó Cristo, comiendo y bebiendo con prostitutas, con publicanos y fariseos. En estas religiones mestizas el amor al prójimo es tal que no existen distinciones de sexo, color de piel o estatus social. En estas religiones que usted desdeñosamente ignora debe haber miles, qué digo milis, sino millones de trabajadores a los que usted dice representar sin conocer ni de cerca aquellos lugares donde buscan consuelo a sus miserias del día a día en un país maravilloso y a la vez brutal porque está creciendo y proyectándose entre los grandes países. No le haría nada mal hacerse un hueco en su pesada agenda y aunque sea por diplomacia ir a pedir la bendición de alguna mãe-se-santo bahiana, de esas que hacen obra abriendo escuelas, hogares y talleres gratuitos para niños con problemas o para hijos de mujeres que trabajan. No se le caerían los anillos si recibiera el abrazo de algún caboclo incorporado en su médium, porque ese caboclo no es otra cosa que el espíritu antiguo, vivo y pujante de Brasil. O escuchar a un preto velho dar consejos y bendecir con la humilde cruz de palo de su rosario de semillas del país.
Si usted va a gobernar Brasil, aunque más no sea de a ratos, cuando doña Dilma se ausente, le sería muy útil conocer a ese resto que supone no cristiano -¿o acristiano, postcristiano, o herético?- que mucho podría enseñarle de humildad y de diversidad.
Siempre dije que soy brasileño de alma, y menos mal: si lo fuese de verdad mi voto no iría para Dilma, pero sólo por usted, porque usted es un burro. O un ignorante que dice burradas, lo que resulta harina de un mismo costal.
Sobre todo porque un vicepresidente debe, en casos puntuales, encargarse del gobierno de un país y ésto significa gobernar para todos, incluidos espiritistas, umbandistas y africanistas. Si dice casi con orgullo esa enormidad, es posible que la contraparte que se niega a decir pero surge por elevación sea "porque Brasil es una tierra de cristianos blancos despegando hacia el Primer Mundo".
Señor Temer, el saber no ocupa lugar. Más de alguna vez le tocará en caso de llegar a ocupar ese puesto para el que postula la oportunidad de ser invitado a celebrar un aniversario con la colectividad judía, o con la musulmana, o con los bahai's y resultaría chocante decirles "no voy porque no son cristianos". Si usted fuese un brasileño normal -es decir abierto, escucha de música popular, mulatón o cuarterón, eso no importa, amante de la cerveza y del samba, catador de cachaça y torcedor de Flamengo- sabría que no peca contra Cristo si pone un pie en una sesión espírita, si asiste a una gira de caboclos o si comparte con los demás un jeum de candomblé o una mesa de batuque. Aunque usted no lo crea, el espíritu cristiano se encuentra más a sus anchas en estos lugares a los que usted desconoce con tanto orgullo que en los que se dicen y se etiquetan como cristianos. En estas religiones populares se vive la solidaridad tal como la predicó Cristo, comiendo y bebiendo con prostitutas, con publicanos y fariseos. En estas religiones mestizas el amor al prójimo es tal que no existen distinciones de sexo, color de piel o estatus social. En estas religiones que usted desdeñosamente ignora debe haber miles, qué digo milis, sino millones de trabajadores a los que usted dice representar sin conocer ni de cerca aquellos lugares donde buscan consuelo a sus miserias del día a día en un país maravilloso y a la vez brutal porque está creciendo y proyectándose entre los grandes países. No le haría nada mal hacerse un hueco en su pesada agenda y aunque sea por diplomacia ir a pedir la bendición de alguna mãe-se-santo bahiana, de esas que hacen obra abriendo escuelas, hogares y talleres gratuitos para niños con problemas o para hijos de mujeres que trabajan. No se le caerían los anillos si recibiera el abrazo de algún caboclo incorporado en su médium, porque ese caboclo no es otra cosa que el espíritu antiguo, vivo y pujante de Brasil. O escuchar a un preto velho dar consejos y bendecir con la humilde cruz de palo de su rosario de semillas del país.
Si usted va a gobernar Brasil, aunque más no sea de a ratos, cuando doña Dilma se ausente, le sería muy útil conocer a ese resto que supone no cristiano -¿o acristiano, postcristiano, o herético?- que mucho podría enseñarle de humildad y de diversidad.
Siempre dije que soy brasileño de alma, y menos mal: si lo fuese de verdad mi voto no iría para Dilma, pero sólo por usted, porque usted es un burro. O un ignorante que dice burradas, lo que resulta harina de un mismo costal.
1 comentario:
LA UNICA VERDAD ES LA DE DIOS,Y DIOS CREO EL ESPIRITU, POBRE SER, TAN IGNORANTE, QUE SE CIERRA A TODAS LAS PARCELAS QUE EL HOMBRE PUSO,EN TODAS ESTA DIOS!
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