Los amantes de Lola



Generosa, temperamental, fuerte y sincera, inculta y primaria a veces, pero dueña de una sabiduría que le sirvió para vivir su vida con una libertad salvaje y arrogante.Lola Flores jamás engañó a nadie. Gitana cuarterona, a pesar de haber nacido en los años veinte supo ejercitar el feminismo en su vida privada cual alumna aventajada de Clara Campoamor. Si tuvo un amante o lo dejó de tener, cuando han transcurrido quince años de su muerte, el saberlo no aporta nada a la historia de la trayectoria vital de una mujer que supo hacer de su bata de cola un sayo. Un sayo donde cabían todos los amantes de Hollywood que llegó –ella, ella misma- a inventarse para farolear en las memorias por entregas que publicó en los ochenta la revista Semana. Por cierto, casi todos criando malvas y sin posibilidad de refutar las afirmaciones de Lola. En la lista faltaba Errol Flynn, pero ya se sabe que era gay.

Las revelaciones de Antonio Carrasco “el Junco”, supuesto ex amante de Lola, han molestado a la familia de la Faraona, y está en su derecho, pero es probable que la genuina artista -esté donde esté- sabrá perdonarle y sólo se preguntará si le han pagado bien a Carrasco o no por la exclusiva.

María Dolores Flores Ruiz, enero de 1923, Jerez de la Frontera / 16 de mayo 1995, Madrid.

De pequeña cantaba canciones de Concha Piquer y Estrellita Castro. Fue pareja artística y sentimental de Manolo Caracol, con el que vivió el éxito del que no se desprendería jamás. De su recuerdo tampoco. En 1958 se casó con el guitarrista Antonio González “El Pescaílla” con el que tendría tres hijos; Lolita, Antonio y Rosario. Corría el año 1991 cuando Lola fue condenada a pagar una multa de 28 millones de pesetas por no hacer la declaración de renta. La parodia nacional se puso en marcha y se dijo que "cada español podía aportar una peseta para sufragar los gastos". Lola diría: “-Lo único que hice…, que yo no sabía que se podía haber tanto castigo a una persona que no tiene dinero… que esta que tenía la pierna…me llevé cinco meses, mi marido buscaba dinero a los amigos en Marbella para comer, porque me llevé siete meses sin trabajar; y yo no tengo a nadie que me traiga un maletín con dinero porque no tengo ni pisos ni nada “alquilao”, ni nadie que me entre por mi casa una chica: todo lo gano yo, al día. “
Y, posteriormente, Lola lo recordaría así: “El Caso” decía que Hacienda me demandaba por cuatrocientos millones de pesetas por no haber declarado mis ingresos en cinco años. Sufrí lo indecible, el mundo se me derrumbaba encima. No sabía a quién llamar ni a que abogado dirigirme, fueron unos momentos de aturdimiento total. Las primeras páginas de las revistas decían: “De ídolo de España a ídolo caído”. Después escuchaba en la radio que vendiera un visón o un brillante. No tenía alhajas que pudieran responder a esos cuatrocientos millones que pedían. (…) Se me utilizó de conejillo de indias para dar ejemplo a los demás, cuando yo hubiese estado muy agradecida si mi deuda la hubiese pagado en varios plazos y no tener que mal vender mi piso de María de Molina y alquilar un apartamento con una gran mensualidad porque no podía irme a cualquier sitio, para que los empresarios no me perdieran el respeto. Me sentaron en el banquillo como si fuera una asesina, durante tres días. A punto estuve una noche de tomarme un tubo de pastillas. (…) Un terreno que tenía de mi propiedad hace treinta y cinco años lo tuve que mal vender para pagar a Hacienda cincuenta y dos millones por la multa que me pusieron. Pagado está. Ahora, cuando leo la prensa y veo tantísimos personajes que pasan por los Juzgados, hago como dice el refrán: “Siéntate en la puerta de tu casa y veras pasar el cadáver de tu enemigo.”

“El concierto de las Flores” fue uno de sus espectáculos estrella y posiblemente ayudó el que compartiese escenario con Carmen y Lolita. La revista “Pierrot” se hizo eco del mismo y donde Lola realizó declaraciones: “-Soy una buena madre, pero mis hijos ya no me hacen caso. Si por mí fuera, raparía el pelo de mi hijo, cortaría ese “rollo” de Paquirri con Lolita y trataría de que Rosario se olvidara del teatro, del baile y de todo eso. Mi Antonio (González) el Pescaílla es un gran artista. Ya no trabajamos juntos porque en el escenario no nos entendemos, pero en casa, estamos de acuerdo en todo… “

Sus vivencias, primeros amores, éxitos y fracasos los explicó interpretándolos en “El coraje de vivir” (A3. 1994) una serie para televisión que hoy es joya de coleccionistas. Algunas de sus confidencias fueron:
“Después de dos años de mi romance con el Gallito y de volver de una tournée por el Norte de España, me contrataron para un espectáculo de Arte Español que se iba a presentar en el Teatro Fontalba de Madrid -yo de telonera, como siempre- porque la estrella principal era Mari Paz, una mujer bellísima y con unas dotes de bailarina maravillosa. Lo normal era que yo cantara un número de los autores, pero yo le dije al maestro Quiroga que por qué no me dejaba cantar “El Lerele”. El maestro, que era tan bueno, y los empresarios aceptaron. (…) Aquella noche inolvidable fue la gran gala a beneficio de la Asociación de la Prensa, el todo Madrid estaba allí y como dicen los toreros, “la plaza a reventar”. Y de pronto sonó la tercera… empecé a escuchar olés y bravos antes de terminar, “Ay, Lerele, Lerele, Lerele”, ¡En unos instantes estaba cambiando mi vida! Mari Paz, la estrella de la compañía, durante breves años cosechó muchos éxitos, pero desgraciadamente murió en plena juventud a los 23 años. Al finalizar en Fontalba se formó otra compañía para actuar en provincias y en el elenco venia un maestro de la guitarra, El Niño Ricardo. Mi madre como siempre me acompañaba, pero al llegar a Valladolid teníamos una llamada de mi padre diciendo que mi hermana Carmen estaba enferma de cuidado. Mi madre se vio obligada a dejarme sola por primera vez; llevaba dos preocupaciones: mi hermana y que aquí me pudiera ocurrir algo… Yo la tranquilizaba, la acompañé a la estación y ella me volvió hacer mil recomendaciones, pero el destino planeó lo que mi madre temía y esa noche en una Pensión de Valladolid hice el amor por primera vez en mi vida con el niño Ricardo. Así de simple. Pero en mi interior, ya pensaba que podía aceptar algunas de la invitaciones que me hacían a diario mis admiradores, pero no solo invitaciones para llevarme al cine o a cenar; estaba completamente decidida a que mis padres y hermanos no pasaran más calamidades. Porque aunque artísticamente estaba bien considerada, económicamente, en los contratos no tenía la compensación que yo creía merecer. Lo del niño Ricardo no se repitió más… Al regresar a Madrid recibí una invitación y acudí a un restaurante. Ese hombre bebía los vientos por mí, y yo no estaba dispuesta a dejarme querer si no era por una compensación de dinero, eso lo tenía muy claro. Salimos varias veces y él a lo suyo y yo a resistirme, hasta que un día me dijo: “¿Tú necesitas dinero?” y le dije “Sí, cincuenta mil pesetas”. Me dejó un momento sola en el restaurante, se fue y volvió con el dinero y me dijo: “Pues aquí lo tienes, vámonos”. Yo le dije: “No, perdona, hoy no podría irme contigo a ningún sitio, pero mañana te doy mi palabra que ir donde tú quieras”. Así fue, me citó en el hotel Nacional y allí acudí a pagar con mi cuerpo aquella deuda contraída. Cuando llegué a mi casa y les llevé a mis padres las cincuenta mil pesetas, pensé que les devolvía el dinero por el cual ellos traspasaron el bar de Jerez para que yo fuese artista. Y les dije: “Nunca me pregunten de dónde yo saco esto”. Sus ojos se les llenaron de lágrimas. El anticuario Adolfo insistía con sus llamadas, y yo después de la última cita le daba excusas, porque la verdad es que nunca sentí amor por él y la deuda estaba saldada. En otra llamada me decía que le gustaba muchísimo como mujer, que era muy atractiva, y también como artista, y que quería montarme un espectáculo en el que yo fuera de primera figura. Acepté, pero con una condición: que tenía que contratarme al mejor cantaor de España, Manolo Caracol, para que yo diese el máximo en mi baile. Nos fuimos a Sevilla, llamamos a Manolo Caracol y pidió mil pesetas diarias… Nosotros le ofrecimos quinientas, que en aquellos años era bastante dinero; pero antes de firmar dijo: ¿Quién irá de primera figura? Yo contesté rápida: Yo, en toda la publicidad. Se quedó mirándome muy fijo, sonrió y firmó el contrato. Lo demás es parte de nuestra historia… Eran los años en que triunfaban en España como reina de la revista Celia Gámez y en los toros, Espartero; en el ballet Pilar López y Rosario y Antonio, y en flamenco andaluz Concha Piquer y Juanita Reina, a la que tanto quiero… Al poco tiempo, en la relación sentimental entre Caracol y yo no todo eran mieles. Él era casado y tenía varios hijos. Su mujer Luisa, gitana de ley, me consta que jamás le hizo ningún reproche, y eso que tenía motivos de sobra… Porque mi futuro ¿Cuál era? Ser su amante, y yo albergaba la ilusión de algún día casarme por la iglesia y tener mi propia prole.
… Después los celos de Manolo, los insultos delante de la gente, hasta me maltrataba. ¡Lo que sufrían mis padres! Y mi hermano de mi alma me decía: “Deja a ese hombre, Lola, déjalo que va a ser una ruina para ti, por favor te lo pido Lola, déjalo”. No podía dejarlo, no podía, estaba completamente enamorada del hombre y del artista. Una noche al terminar de actuar en Barcelona, como siempre nos fuimos a escuchar flamenco. Empezó la juerga y observé a un gitano guapísimo con ojos negros y aires románticos que tocaba la guitarra, bailaba y cantaba la rumba catalana como nadie. Se cruzaron nuestras miradas; me miró con tanta fuerza que me hizo bajar la mirada. Aquel gitano de aire romántico era Antonio González, el padre de mis tres hijos. Al ir al hotel con Manuel, yo me acosté pensando en Antonio González y me desperté con su misma imagen… Al día siguiente Antonio fue al teatro y allí cruzamos unas palabras, las justas. Entonces comprendí que algún día podría ser feliz sin Caracol…”
Su nueva historieta de amor fue con un torero, Manolo González, “uno de los grandes”, diría ella. En un impasse con Caracol acepta una cita con el torero y él la cameló, lo que le sirvió a Lola para volver a plantearse la necesidad de plantar a Caracol, casarse por la iglesia y tener hijos con Manolo. “Aquella noche Manolo González fue un milagro para mí. Me dijo que le jurara mil veces que nos volveríamos a ver. Y así fue.”
Tiempo después Manolo se casó con su novia de toda la vida que, obviamente, no era Lola. Si él éxito, la fama y el dinero acompañaban a la artista, si los amores la sumían en una inquietud agridulce, la vida se le paró al tener que sufrir la muerte de su hermano de dieciséis años por una peritonitis. Aparece en escena el actor Rubén Rojo, con el que harían un par de películas, “La niña de la venta” y “La estrella de Sierra Morena” que la ayudarían a olvidar penas, hasta que Rubén se fue a oír rancheras a México. Se enamora y se hace novia formal con el actor Rafael Romero. Un contrato para América por un año -que terminarían siendo dos- les hace plantearse el futuro y deciden que será estupendo vivirlo “tratándose como amigos con recuerdos”. En México, Lola interviene en diez películas, la primera “Pena, penita, pena”. Pasa a Buenos Aires, donde hace amistad con el mil veces recordado Miguel de Molina y se convierte en un ídolo absoluto. Caracas, Puerto Rico, Los Ángeles, Ecuador y La Habana, donde conoce a Jorge Alonso: “Tenía un atractivo fuera de serie; él se enamoró de mí y yo también me enamoré, fui felicísima un tiempo”- recordaría con deleite de amante satisfecha. Estrena su espectáculo “Copla y bandera” de los autores Quintero, León y Quiroga. Lola reviviría: “Éxito grande en el teatro Calderón; la empresa, una servidora. Había conseguido todo lo que deseaba: dinero, fama y amores… Pero no me encontraba completamente realizada, pues siempre seguía con la firme idea de querer ser madre, pero no tener hijos hasta que no me casara por la Iglesia según la tradición española. Una noche llegó al Calderón un grupo de amigos con (el futbolista) Biosca. Por primera vez me fijé en sus ojos; eran dos gemas”. Lola pone en su vida al futbolista hasta que meses después de encuentros furtivos, él le confesó que tenía novia formal e iba a casarse. La ruptura será inmediata, pero su hermana Carmen diría en Dec (A3) en septiembre de 2009 que “Biosca había sido el gran amor de su vida”. Con el futbolista del Atlético de Madrid Coque tampoco encontró lo que buscaba ni él lo que pretendía. Lola se marcha a América cuando Coque le hace elegir entre la gira o la novia que tiene en Valladolid. Lola no se lo piensa, ni mucho ni poco, y él se casa con la vallisoletana. Otra pena “pa” su coño, diría La Colirio… En Panamá, suma un nuevo pretendiente: Pochi. Dura lo que un enredo. Coque le propone dejar a su mujer y volver con ella. “¿Cuánto te pagan por temporada en el Atlético?” le pregunta Lola. “Doscientas cincuenta mil pesetas”. “Pues dejas a tu mujer y al club, te doy el dinero y en dos semanas nos vamos a México”. Y así fue. Al regreso se enfrentaron al juicio que les puso la mujer de Coque -que por supuesto ganó- y se solucionó previo pago de ciento cincuenta mil pesetas, … que abonó Lola.
Preparando un nuevo espectáculo para debutar en los Champs Elysées de París, le comentan que Antonio González “El Pescaílla” está en Madrid y ella decide contratarlo. Antonio terminaba de tener una hija con Dolores Amaya –Antoñita- no estaban casados, pero tampoco había sido impedimento para que el galán mantuviese un romance con la bailaora Carmen Santos, del cuerpo de baile de Lola Flores. “Cuando empecé a ensayar con Antonio intuí que algo grande iba a cambiar en mi vida; cuando yo lo miraba, siempre me miraba él a mí y en esos momentos que duraban unos segundos, me sentía la mujer más feliz del mundo”. Los celos hacen presa en Coque y Lola le da la solución: que vuelva con su mujer. Ella sigue su vida amorosa con Antonio, hasta quedarse embarazada de Lolita. Entonces se casa con él. Después nacerían Antonio y posteriormente Rosario, que tendría como padrinos a Carmen Sevilla y al bailarín Antonio. Confiesa en esos días que es la mujer más feliz del mundo. Pasa por el Olimpia de Paris y en México conoce a Edith Piaf, “la más grande para mí”, triunfa en el Tropicana de la Habana y recibe el lazo de Isabel la Católica.
…“El balcón de la Luna” con Lola Flores, Paquita Rico y Carmen Sevilla fue la película que puso en guerra a cada una por encabezar el reparto. El problema parecía insoluble hasta que a un avispado publicista se le ocurrió que la solución era poner los tres nombres en aspa y todas contentas. Lola encantada, cantando “A tu vera”.

“La Guapa de Cádiz” es el espectáculo que estrena en el Teatro Calderón de Madrid y donde tiene que vérselas con una bailarina que coquetea con su Antonio González, que se deja querer. El dolor de los celos la retuerce y Lola se ve menospreciada por la bailarina y por el desinterés de su marido para cortar el flirteo. Y así van pasando los días que los meses tiñen de nostalgias, y la pena llega y se queda o se va, pero nada volverá a ser igual aunque Lola y Antonio vivirán juntos hasta el fin de sus días.

Africanos y bahianos, la alegría del terreiro



Muchas veces sorprende a los investigadores de las religiones afro-brasileñas la presencia de entidades bulliciosas que se presentan como “africanos” o “bahianos” y “bahianas”. Entidades que responden a oficios, la mayoría rurales (Arranca-folhas, Arranca-toco, Arranca-galho, etc.) que movilizan las sesiones de umbanda, generalmente al final, con un griterío alegre e irreverente que descontrae la rutina pautadamente ceremoniosa de la ceremonia.

Los africanos, un “povo de Fogo” o “povo da tesoura/tijera”, no debieran llamar tanto la atención. Primero que nada, porque en un culto nacido del espiritismo kardecista, la inclusión permanente de espíritus portadores de mensajes no constituiría una heterodoxia, y segundo porque es imposible negar que esas entidades representan tanto a los kilombolas de los mocambos como a los millares de trabajadores bahianos que hubieron de emigrar de su lugar de origen en busca de mejores horizontes, muriendo en tierras extrañas a sus pagos natales e integrándose al trabajo de umbanda. Si no tenemos reparos en aceptar boiadeiros/vaqueros, cangaceiros, marineros y malandrines trayendo mensajes de optimismo, sanación y progreso, bien podemos entender a estos africanos y bahianos un tanto cerriles y desvergonzados como parte de un elenco espiritual destinado al servicio de los humildes, a través de sus rezos y “mandingas” cantados y danzados:


Ô, ô, ô, ô, Loanda!

Aquí ô, meu batuque é um canjerê!

(Aquí ô meu batuque é um canzuá!)

Eu vou bater tambor… Eu vou bater tambor!

Ô, ô, ô, ô, Bahia!

Cidade de Nosso Senhor do Bomfim!

Dança com o pé mais veloz que o vento,

(Gira com seu corpo que nem o vento)

Sem mais sentir a dor…

Eu vou bater tambor… Eu vou bater tambor!


Las danzas de estas entidades suelen ser rápidas, ritmadas, donde se destaca especialmente el movimiento de hombros y caderas, imprimiendo una visual mucho más africanista a la umbanda.

Pero también entonan cánticos tristes que hablan de las labores del esclavo, y remedan en algunos momentos, solamente musicales, su fuerza de trabajo en forma colectiva, en la que parecen librar el terreno de malezas. Interactúan constantemente entre ellos y los asistentes, prodigando recetas y consejos, muchas veces en juegos de palabras con más de un sentido. En muchos terreiros, si bien existe una gran devoción por los desplazamientos vistosos de los caboclos o los lentos y vacilantes de los pretos-velhos cuyos consejos llenos de sabiduría suelen ser escuchados con gran atención, la asistencia espera ansiosamente la llegada del “povo da tesoura” pues trae un clima más festivo y aleatorio al desarrollo del ritual.

Evidentemente, se trata de un pueblo festivo y desprejuiciado que trabaja con hierbas –especialmente ruda y guiné- y carece de ese trato humilde y comedido que exhiben los pretos-velhos. Tampoco mantienen esa altiva distancia de los caboclos, expresándose en medias palabras en medio de órdenes y gritos. Los bahianos hablan un lenguaje muy popular, lleno de gírias –figuras de lenguaje metafórico- y doble sentido que puede ser tomado tanto en serio como en solfa. Sin embargo, pese a esas licencias del habla, a las palabrotas no exentas de gracia y a su gesticulación tan expresiva que remeda movimientos de capoeira, no puede decirse que una consulta con cualquiera de ellos no sea toda una experiencia de vitalidad, buenos consejos y filosofía cotidiana. No recurren como los pretos-velhos a las invocaciones a un santoral que no les es propio, antes recetan baños de hierbas y tisanas que deben ser acompañadas de rezas a los diversos orisha o mukisi bantúes a los que son devotos, y muchas veces recomiendan dar una ofrenda previa a Eshu, a quien designan con el eufemismo de “O Rabudo”.

Las bahianas suelen colocarse apenas llegan un turbante caprichoso y colorido, o algunas veces, como ellos, sombreros de paja de buriti. Ellas y ellos son afectos a las pipas de fragante tabaco o a los cigarros armados en hojas tiernas de maíz, como la gente del campo y los habitantes de los arrabales. Aman el vino, al que adicionan generalmente especias y cortezas o trozos de frutas fragantes ellas y toman directamente de la botella ellos. Sus comidas son sencillas, como los chorizos asados en rodajas, huevos duros y guisado de porotos negros. Aprecian las frutas y trabajan mucho con ellas, vehiculizando su ashé de acuerdo a los colores, sabores y texturas de las mismas.

Vergüenza (II)


Por Gerardo Sotelo

La puja entre el Frente Amplio y el Partido Nacional por la muerte en prisión de Zapata Tamayo en una cárcel cubana vuelve a poner sobre el tapete la doble moral con la que se miden las violaciones a los derechos humanos cuando median fines políticos. Reconocido por Amnistía Internacional como un prisionero de conciencia (alguien encarcelado por sus convicciones políticas) Zapata Tamayo era un activista de la oposición democrática cubana que purgaba una larga e injusta condena desde hace siete años.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece ya en su preámbulo que "una concepción común de estos derechos y libertades es de la mayor importancia" para el "respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales". Si aceptamos que "todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos", como establece su Artículo 1o., la suerte de Zapata Tamayo no es diferente a la que padecieron miles de uruguayos durante la dictadura y debería alcanzar para justificar una condena.

Pero la Declaración dice también que "toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados" y que "no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona". Como se ve, la apelación a la autodeterminación de los pueblos y a las singulares condiciones políticas y sociales de los cubanos para justificar los crímenes de sus gobernantes, es contraria a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Quizás por desconocimiento, el presidente Mujica eludió tales principios y apeló a una tesis clasista para fustigar al "mundo rico" por imponer a los demás países conductas que no practica. Mujica respondía así a la condena al Estado cubano hecha por la Unión Europea que preside el socialista Rodríguez Zapatero, por la muerte de Zapata, la que calificó de "cruel" y "evitable".

El senador Alberto Couriel eligió otro antiguo atajo: reprochó a su colega Luis Alberto Lacalle que se preocupe por el caso cubano y no por otras violaciones a los derechos humanos, como las cometidas por Estados Unidos en su base de Guantánamo. En esa prisión al cuadrado (Guantánamo se encuentra en territorio cubano) miles de prisioneros han esperado "sine die", que algún burócrata estadounidense resolviera sobre su destino, al margen de toda garantía legal, mientras eran sometidos a abusos de todo tipo. El razonamiento de Couriel se basa en la presunción de que algunos dirigentes políticos utilizan el dolor ajeno para acarrear voluntades y hostigar a sus adversarios, un argumento válido pero volvedor como un bumerán, puesto que el acusador no condenó la crueldad de quienes terminaron con la vida de un prisionero de conciencia.

La represión sistemática del gobierno cubano contra cualquier forma de disidencia incluye el hostigamiento permanente y la agresión física por parte de bandas oficialistas contra las "Damas de blanco", un grupo de mujeres que reclama de manera pacífica la liberación de los presos políticos. La situación se ha vuelto escandalosa aún para antiguos admiradores del régimen como Ana Belén y Víctor Manuel quienes firmaron junto a decenas de artistas españoles, una carta titulada "Yo acuso al gobierno cubano", protestando por la muerte de Orlando Zapata Tamayo, "injustamente encarcelado y brutalmente torturado en las prisiones castristas". En la carta no sólo se denuncia "estos crímenes" sino "la falta de derechos y democracia en su país". Ya no se trata de "propaganda imperialista" ni del accionar de los "gusanos de Miami" sino de voces de izquierda que se alzan contra la tiranía cubana en nombre de principios universales, y seguramente, también en nombre de los valores humanistas e internacionalistas del socialismo.

Los gobernantes y los líderes políticos y sindicales deberían alzar su voz en toda circunstancia en la que se viola los derechos de quienes luchan por la libertad. Sobre todo si lo hacen a riesgo de sus propia vidas, en lugar de mandar a la muerte a sus compatriotas. Si no son capaces de solidarizarse con las víctimas y sus familiares por miedo a las represalias políticas, deberían al menos guardar silencio en señal de respeto.

Vergüenza

A quienes hemos creído que la revolución cubana era dirigida a proporcionar un mejor estilo de vida para los cubanos, las cosas que suceden en la isla nos avergüenzan.  Ciertamente allí se forman mejores médicos que antes del 59: el Hospital de ojos del Saint-Bois es la prueba cabal de ello. Pero también es justo reconocer que resulta incoherente que quienes se alzaron para dejar de ser "el prostíbulo de los Estados Unidos" entre otras cosas provean -urbi et orbe- prostitutas de todo pelaje y color, muchas de ellas tituladas en la Universidad, porque se mueren de hambre. No estamos de acuerdo con los cubanos que residen en Miami por muchas razones, la primera es que se fanatizan y jamás reconocen algún logro de la revolución. Pero tampoco podemos cerrar los ojos y creer que Orlando Zapata era un "delincuente común". Ese argumento lo hemos escuchado demasiado a menudo en los comunicados de la DINARP de triste memoria... Orlando Zapata era un preso político porque tenía una opinión disidente con el régimen de los hermanos Castro. Y cuando una revolución tiene "presos políticos" y en lugar de convencer o seducir castiga con paredones de fusilamiento o cárcel la no coincidencia, se vuelve stalinista.

Condenamos la prisión que condujo a la muerte a Orlando Zapata -ex medalla al valor por su actuación correcta en Angola- del mismo modo que condenamos el impedimento a manifestar pacíficamente de las Damas de Blanco -madres, esposas e hijas de presos de opinión- o la despreciable muerte de nuestro compatriota Vladimir Roslik el 16 de abril de 1984, crimen que selló indefectiblemente el destino de la dictadura cívico-militar en Uruguay.

Que alguien muera por defender a ultranza sus ideas nos resulta una vergüenza. Pero mucho más cuando hemos creído que en ese país se tomó el poder para lograr un mundo mejor...

Patria para todos y por todos, ¡Todos!

José Alberto Mujica Cordano ("Pepe") es el nuevo Presidente de los orientales.
Bajo la mirada de bronce de José Artigas y Pascual ("Pepe") desde el monumento al primer Jefe de los Orientales, su antecesor Tabaré Vázquez Rosas le colocó la banda albiceleste con el sol bordado en oro que lo distinguirá como tal por cinco años. No es casualidad que el nuevo mandatario escogiera ese lugar a campo abierto, bajo el que reposa la urna hexagonal con los restos de nuestro más famoso "tupamaro" y héroe nacional. Porque Artigas era, a los ojos de la corona ibérica y de sus mandatarios en estas provincias del Virreinato del Río de la Plata, un "tupamaro", un soliviantado contra ese orden divino que sustentaba el trono de los Borbones. Desde la captura y muerte de José Gabriel Condorcanqui -Tupac Amaru- cada hombre que se alzaba en ideas o en armas contra el régimen era llamado así, "tupamaro". José Artigas recibió es mote infamante de sus compatriotas de ambas bandas del río ancho como un mar, y pese a su gesta esclarecedora y breve en la que como Jefe de los Orientales promulgara leyes de avanzada, pudo más la traición de los intereses portuarios y sus adláteres a punto de tener que emigrar a Paraguay donde murió en el olvido y la pobreza en 1853. El mismo sol alumbró ayer la dispar suerte de dos tupamaros distanciados por el tiempo pero afines en su concepción de aquello que cada hijo de esta tierra merece: dignidad y libertad para trabajar por una patria ilimitada donde la autoridad cesa por la soberana presencia de los gobernados.
Uno murió en el exilio, execrado por tirios y troyanos; otro cruzó su pecho con la banda presidencial, adulado por partidarios y detractores. Porque los tiempos cambian, aunque las ideas persistan...
Como oriental, deseo a este "Pepe" que conjuga mal los verbos y dice a veces "estupideces" éxito en su gestión. Tengo la certeza de que no le faltan buenos propósitos, aunque los buenos propósitos no bastan. Aún no siendo un partidario suyo le reconozco la humildad que va más allá de un traje y una corbata -eso me suena a terquedad, no a humildad- y se asienta en el "necesito de todos", "precisamos establecer diálogos" y "queremos a todos los partidos trabajando por una sola patria, y controlando".
Que así sea. Y de no serlo, que la patria y el venerable recuerdo del Pepe erigido en bronce se lo demanden.