Mastícame y llámame Coca...

En su reciente visita a esta república innominada al Oriente del río Uruguay, el presidente de Bolivia Evo Morales logró interesar al primer mandatario local Tabaré Vázquez de su proyecto de solicitar la despenalización del uso de la hoja de coca a la ONU.


Desde que fue descubierta y considerada un presente de las divinidades, la hoja de coca es masticada profusamente en los territorios que pertenecieran al antiguo Tiahuantisuyo  permitiendo que sus habitantes pudiesen enfrentar la hostilidad del clima, la presión de las alturas y el cansancio derivado del trabajo casi en situación de esclavitud al que le sometieron los colonizadores españoles. Los alcaloides contenidos en el vegetal –hoy industrializados y fuente de pingüe$ ganancia$ que muchos grupos -privados y gubernamentales- quieren controlar y absorber- han representado en el pensamiento mágico de las culturas andinas un verdadero don divino por cuanto supone el alivio de la sitación de quienes han nacido para servir.

Pero también es un medio oracular. La caída de las hojas y su posición entre otros objetos de referencia, su verso o reverso y los dibujos contextuales son, para quienes manejan esos códigos, la palabra de las divinidades y en especial la de la Tierra, Madre Sagrada Universal dadora de animales y plantas, raíces y frutos y por qué no, de la verde hojuela que trae descanso y resignación.

Como la yerba mate en el ámbito misionero, como el té para los chinos, como el chocolate para los centroamericanos, la coca entra pues en la nómina de la sacralidad vegetal. Y el Dr. Tabaré Vázquez, tan sensible a la vocecilla lastimera de su par trasandino, ha decidido apoyar el pedido a la ONU de permitir el uso popular de la hoja de coca –el té y el mascado en principio, pero que seguramente no evitará el otro uso del santo vegetal debidamente procesado para enviar a sus degustadores de todo el mundo-

Me pregunto por qué tanto ha enfatizado nuestro hoy complaciente gobernante contra la costumbre de fumar tabaco. Porque también el tabaco entra dentro de la cultura arawak como planta sagrada, dádiva de los dioses, vehículo de comunicación y de uso social. Incluso los nativos norteamericanos  lo usaban para establecer pactos basados en la potencia de su sacralidad. Tal vez puede ser porque el clima de Bolivia no es proclive al cultivo de tabaco, exceptuando en esas provincias ricas que no quieren ser gobernadas desde La Paz por el inefable seguidor de Chávez…

Como oriental espero que la sensibilidad presidencial del Dr. Vázquez  hacia las culturas precolombinas le haga firmar también por el libre uso –popular, latinoamericano y revolucionario, claro está- del peyote, de los hongos psilobices, de la marihuana o cáñamo indiano, del santo daime o ayahuasca, de la jurema y sí, del tan vilipendiado tabaco que, casualmente, los miembros de las clases menos privilegiadas son los que más lo fuman, situación que le endosaría sui generis un certificado de “popular”.

Productos tan genuinamente americanos como el ají, el maní, la mandioca, el tomate, el maíz, la papa, el boniato… y el guanajo de la Florida o pavo que se ha mudado para estas bandas del Plata y se ha convertido en especie autóctona.

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