Generosa, temperamental, fuerte y sincera, inculta y primaria a veces, pero dueña de una sabiduría que le sirvió para vivir su vida con una libertad salvaje y arrogante.Lola Flores jamás engañó a nadie. Gitana cuarterona, a pesar de haber nacido en los años veinte supo ejercitar el feminismo en su vida privada cual alumna aventajada de Clara Campoamor. Si tuvo un amante o lo dejó de tener, cuando han transcurrido quince años de su muerte, el saberlo no aporta nada a la historia de la trayectoria vital de una mujer que supo hacer de su bata de cola un sayo. Un sayo donde cabían todos los amantes de Hollywood que llegó –ella, ella misma- a inventarse para farolear en las memorias por entregas que publicó en los ochenta la revista Semana. Por cierto, casi todos criando malvas y sin posibilidad de refutar las afirmaciones de Lola. En la lista faltaba Errol Flynn, pero ya se sabe que era gay.
Las revelaciones de Antonio Carrasco “el Junco”, supuesto ex amante de Lola, han molestado a la familia de la Faraona, y está en su derecho, pero es probable que la genuina artista -esté donde esté- sabrá perdonarle y sólo se preguntará si le han pagado bien a Carrasco o no por la exclusiva.
María Dolores Flores Ruiz, enero de 1923, Jerez de la Frontera / 16 de mayo 1995, Madrid.
De pequeña cantaba canciones de Concha Piquer y Estrellita Castro. Fue pareja artística y sentimental de Manolo Caracol, con el que vivió el éxito del que no se desprendería jamás. De su recuerdo tampoco. En 1958 se casó con el guitarrista Antonio González “El Pescaílla” con el que tendría tres hijos; Lolita, Antonio y Rosario. Corría el año 1991 cuando Lola fue condenada a pagar una multa de 28 millones de pesetas por no hacer la declaración de renta. La parodia nacional se puso en marcha y se dijo que "cada español podía aportar una peseta para sufragar los gastos". Lola diría: “-Lo único que hice…, que yo no sabía que se podía haber tanto castigo a una persona que no tiene dinero… que esta que tenía la pierna…me llevé cinco meses, mi marido buscaba dinero a los amigos en Marbella para comer, porque me llevé siete meses sin trabajar; y yo no tengo a nadie que me traiga un maletín con dinero porque no tengo ni pisos ni nada “alquilao”, ni nadie que me entre por mi casa una chica: todo lo gano yo, al día. “
Y, posteriormente, Lola lo recordaría así: “El Caso” decía que Hacienda me demandaba por cuatrocientos millones de pesetas por no haber declarado mis ingresos en cinco años. Sufrí lo indecible, el mundo se me derrumbaba encima. No sabía a quién llamar ni a que abogado dirigirme, fueron unos momentos de aturdimiento total. Las primeras páginas de las revistas decían: “De ídolo de España a ídolo caído”. Después escuchaba en la radio que vendiera un visón o un brillante. No tenía alhajas que pudieran responder a esos cuatrocientos millones que pedían. (…) Se me utilizó de conejillo de indias para dar ejemplo a los demás, cuando yo hubiese estado muy agradecida si mi deuda la hubiese pagado en varios plazos y no tener que mal vender mi piso de María de Molina y alquilar un apartamento con una gran mensualidad porque no podía irme a cualquier sitio, para que los empresarios no me perdieran el respeto. Me sentaron en el banquillo como si fuera una asesina, durante tres días. A punto estuve una noche de tomarme un tubo de pastillas. (…) Un terreno que tenía de mi propiedad hace treinta y cinco años lo tuve que mal vender para pagar a Hacienda cincuenta y dos millones por la multa que me pusieron. Pagado está. Ahora, cuando leo la prensa y veo tantísimos personajes que pasan por los Juzgados, hago como dice el refrán: “Siéntate en la puerta de tu casa y veras pasar el cadáver de tu enemigo.”
“El concierto de las Flores” fue uno de sus espectáculos estrella y posiblemente ayudó el que compartiese escenario con Carmen y Lolita. La revista “Pierrot” se hizo eco del mismo y donde Lola realizó declaraciones: “-Soy una buena madre, pero mis hijos ya no me hacen caso. Si por mí fuera, raparía el pelo de mi hijo, cortaría ese “rollo” de Paquirri con Lolita y trataría de que Rosario se olvidara del teatro, del baile y de todo eso. Mi Antonio (González) el Pescaílla es un gran artista. Ya no trabajamos juntos porque en el escenario no nos entendemos, pero en casa, estamos de acuerdo en todo… “
Sus vivencias, primeros amores, éxitos y fracasos los explicó interpretándolos en “El coraje de vivir” (A3. 1994) una serie para televisión que hoy es joya de coleccionistas. Algunas de sus confidencias fueron:
“Después de dos años de mi romance con el Gallito y de volver de una tournée por el Norte de España, me contrataron para un espectáculo de Arte Español que se iba a presentar en el Teatro Fontalba de Madrid -yo de telonera, como siempre- porque la estrella principal era Mari Paz, una mujer bellísima y con unas dotes de bailarina maravillosa. Lo normal era que yo cantara un número de los autores, pero yo le dije al maestro Quiroga que por qué no me dejaba cantar “El Lerele”. El maestro, que era tan bueno, y los empresarios aceptaron. (…) Aquella noche inolvidable fue la gran gala a beneficio de la Asociación de la Prensa, el todo Madrid estaba allí y como dicen los toreros, “la plaza a reventar”. Y de pronto sonó la tercera… empecé a escuchar olés y bravos antes de terminar, “Ay, Lerele, Lerele, Lerele”, ¡En unos instantes estaba cambiando mi vida! Mari Paz, la estrella de la compañía, durante breves años cosechó muchos éxitos, pero desgraciadamente murió en plena juventud a los 23 años. Al finalizar en Fontalba se formó otra compañía para actuar en provincias y en el elenco venia un maestro de la guitarra, El Niño Ricardo. Mi madre como siempre me acompañaba, pero al llegar a Valladolid teníamos una llamada de mi padre diciendo que mi hermana Carmen estaba enferma de cuidado. Mi madre se vio obligada a dejarme sola por primera vez; llevaba dos preocupaciones: mi hermana y que aquí me pudiera ocurrir algo… Yo la tranquilizaba, la acompañé a la estación y ella me volvió hacer mil recomendaciones, pero el destino planeó lo que mi madre temía y esa noche en una Pensión de Valladolid hice el amor por primera vez en mi vida con el niño Ricardo. Así de simple. Pero en mi interior, ya pensaba que podía aceptar algunas de la invitaciones que me hacían a diario mis admiradores, pero no solo invitaciones para llevarme al cine o a cenar; estaba completamente decidida a que mis padres y hermanos no pasaran más calamidades. Porque aunque artísticamente estaba bien considerada, económicamente, en los contratos no tenía la compensación que yo creía merecer. Lo del niño Ricardo no se repitió más… Al regresar a Madrid recibí una invitación y acudí a un restaurante. Ese hombre bebía los vientos por mí, y yo no estaba dispuesta a dejarme querer si no era por una compensación de dinero, eso lo tenía muy claro. Salimos varias veces y él a lo suyo y yo a resistirme, hasta que un día me dijo: “¿Tú necesitas dinero?” y le dije “Sí, cincuenta mil pesetas”. Me dejó un momento sola en el restaurante, se fue y volvió con el dinero y me dijo: “Pues aquí lo tienes, vámonos”. Yo le dije: “No, perdona, hoy no podría irme contigo a ningún sitio, pero mañana te doy mi palabra que ir donde tú quieras”. Así fue, me citó en el hotel Nacional y allí acudí a pagar con mi cuerpo aquella deuda contraída. Cuando llegué a mi casa y les llevé a mis padres las cincuenta mil pesetas, pensé que les devolvía el dinero por el cual ellos traspasaron el bar de Jerez para que yo fuese artista. Y les dije: “Nunca me pregunten de dónde yo saco esto”. Sus ojos se les llenaron de lágrimas. El anticuario Adolfo insistía con sus llamadas, y yo después de la última cita le daba excusas, porque la verdad es que nunca sentí amor por él y la deuda estaba saldada. En otra llamada me decía que le gustaba muchísimo como mujer, que era muy atractiva, y también como artista, y que quería montarme un espectáculo en el que yo fuera de primera figura. Acepté, pero con una condición: que tenía que contratarme al mejor cantaor de España, Manolo Caracol, para que yo diese el máximo en mi baile. Nos fuimos a Sevilla, llamamos a Manolo Caracol y pidió mil pesetas diarias… Nosotros le ofrecimos quinientas, que en aquellos años era bastante dinero; pero antes de firmar dijo: ¿Quién irá de primera figura? Yo contesté rápida: Yo, en toda la publicidad. Se quedó mirándome muy fijo, sonrió y firmó el contrato. Lo demás es parte de nuestra historia… Eran los años en que triunfaban en España como reina de la revista Celia Gámez y en los toros, Espartero; en el ballet Pilar López y Rosario y Antonio, y en flamenco andaluz Concha Piquer y Juanita Reina, a la que tanto quiero… Al poco tiempo, en la relación sentimental entre Caracol y yo no todo eran mieles. Él era casado y tenía varios hijos. Su mujer Luisa, gitana de ley, me consta que jamás le hizo ningún reproche, y eso que tenía motivos de sobra… Porque mi futuro ¿Cuál era? Ser su amante, y yo albergaba la ilusión de algún día casarme por la iglesia y tener mi propia prole.
… Después los celos de Manolo, los insultos delante de la gente, hasta me maltrataba. ¡Lo que sufrían mis padres! Y mi hermano de mi alma me decía: “Deja a ese hombre, Lola, déjalo que va a ser una ruina para ti, por favor te lo pido Lola, déjalo”. No podía dejarlo, no podía, estaba completamente enamorada del hombre y del artista. Una noche al terminar de actuar en Barcelona, como siempre nos fuimos a escuchar flamenco. Empezó la juerga y observé a un gitano guapísimo con ojos negros y aires románticos que tocaba la guitarra, bailaba y cantaba la rumba catalana como nadie. Se cruzaron nuestras miradas; me miró con tanta fuerza que me hizo bajar la mirada. Aquel gitano de aire romántico era Antonio González, el padre de mis tres hijos. Al ir al hotel con Manuel, yo me acosté pensando en Antonio González y me desperté con su misma imagen… Al día siguiente Antonio fue al teatro y allí cruzamos unas palabras, las justas. Entonces comprendí que algún día podría ser feliz sin Caracol…”
Su nueva historieta de amor fue con un torero, Manolo González, “uno de los grandes”, diría ella. En un impasse con Caracol acepta una cita con el torero y él la cameló, lo que le sirvió a Lola para volver a plantearse la necesidad de plantar a Caracol, casarse por la iglesia y tener hijos con Manolo. “Aquella noche Manolo González fue un milagro para mí. Me dijo que le jurara mil veces que nos volveríamos a ver. Y así fue.”
Tiempo después Manolo se casó con su novia de toda la vida que, obviamente, no era Lola. Si él éxito, la fama y el dinero acompañaban a la artista, si los amores la sumían en una inquietud agridulce, la vida se le paró al tener que sufrir la muerte de su hermano de dieciséis años por una peritonitis. Aparece en escena el actor Rubén Rojo, con el que harían un par de películas, “La niña de la venta” y “La estrella de Sierra Morena” que la ayudarían a olvidar penas, hasta que Rubén se fue a oír rancheras a México. Se enamora y se hace novia formal con el actor Rafael Romero. Un contrato para América por un año -que terminarían siendo dos- les hace plantearse el futuro y deciden que será estupendo vivirlo “tratándose como amigos con recuerdos”. En México, Lola interviene en diez películas, la primera “Pena, penita, pena”. Pasa a Buenos Aires, donde hace amistad con el mil veces recordado Miguel de Molina y se convierte en un ídolo absoluto. Caracas, Puerto Rico, Los Ángeles, Ecuador y La Habana, donde conoce a Jorge Alonso: “Tenía un atractivo fuera de serie; él se enamoró de mí y yo también me enamoré, fui felicísima un tiempo”- recordaría con deleite de amante satisfecha. Estrena su espectáculo “Copla y bandera” de los autores Quintero, León y Quiroga. Lola reviviría: “Éxito grande en el teatro Calderón; la empresa, una servidora. Había conseguido todo lo que deseaba: dinero, fama y amores… Pero no me encontraba completamente realizada, pues siempre seguía con la firme idea de querer ser madre, pero no tener hijos hasta que no me casara por la Iglesia según la tradición española. Una noche llegó al Calderón un grupo de amigos con (el futbolista) Biosca. Por primera vez me fijé en sus ojos; eran dos gemas”. Lola pone en su vida al futbolista hasta que meses después de encuentros furtivos, él le confesó que tenía novia formal e iba a casarse. La ruptura será inmediata, pero su hermana Carmen diría en Dec (A3) en septiembre de 2009 que “Biosca había sido el gran amor de su vida”. Con el futbolista del Atlético de Madrid Coque tampoco encontró lo que buscaba ni él lo que pretendía. Lola se marcha a América cuando Coque le hace elegir entre la gira o la novia que tiene en Valladolid. Lola no se lo piensa, ni mucho ni poco, y él se casa con la vallisoletana. Otra pena “pa” su coño, diría La Colirio… En Panamá, suma un nuevo pretendiente: Pochi. Dura lo que un enredo. Coque le propone dejar a su mujer y volver con ella. “¿Cuánto te pagan por temporada en el Atlético?” le pregunta Lola. “Doscientas cincuenta mil pesetas”. “Pues dejas a tu mujer y al club, te doy el dinero y en dos semanas nos vamos a México”. Y así fue. Al regreso se enfrentaron al juicio que les puso la mujer de Coque -que por supuesto ganó- y se solucionó previo pago de ciento cincuenta mil pesetas, … que abonó Lola.
Preparando un nuevo espectáculo para debutar en los Champs Elysées de París, le comentan que Antonio González “El Pescaílla” está en Madrid y ella decide contratarlo. Antonio terminaba de tener una hija con Dolores Amaya –Antoñita- no estaban casados, pero tampoco había sido impedimento para que el galán mantuviese un romance con la bailaora Carmen Santos, del cuerpo de baile de Lola Flores. “Cuando empecé a ensayar con Antonio intuí que algo grande iba a cambiar en mi vida; cuando yo lo miraba, siempre me miraba él a mí y en esos momentos que duraban unos segundos, me sentía la mujer más feliz del mundo”. Los celos hacen presa en Coque y Lola le da la solución: que vuelva con su mujer. Ella sigue su vida amorosa con Antonio, hasta quedarse embarazada de Lolita. Entonces se casa con él. Después nacerían Antonio y posteriormente Rosario, que tendría como padrinos a Carmen Sevilla y al bailarín Antonio. Confiesa en esos días que es la mujer más feliz del mundo. Pasa por el Olimpia de Paris y en México conoce a Edith Piaf, “la más grande para mí”, triunfa en el Tropicana de la Habana y recibe el lazo de Isabel la Católica.
…“El balcón de la Luna” con Lola Flores, Paquita Rico y Carmen Sevilla fue la película que puso en guerra a cada una por encabezar el reparto. El problema parecía insoluble hasta que a un avispado publicista se le ocurrió que la solución era poner los tres nombres en aspa y todas contentas. Lola encantada, cantando “A tu vera”.
“La Guapa de Cádiz” es el espectáculo que estrena en el Teatro Calderón de Madrid y donde tiene que vérselas con una bailarina que coquetea con su Antonio González, que se deja querer. El dolor de los celos la retuerce y Lola se ve menospreciada por la bailarina y por el desinterés de su marido para cortar el flirteo. Y así van pasando los días que los meses tiñen de nostalgias, y la pena llega y se queda o se va, pero nada volverá a ser igual aunque Lola y Antonio vivirán juntos hasta el fin de sus días.