Hoy temprano cuando venía hacia el ilé desde mi casa en el 151, me crucé con el presidente de Colombia y su cortejo, que se dirigían hacia el Palacio Legislativo.
Apenas unos cuatro coches precedidos por unas motos ruidosas con sirenas señalaban el paso del ilustre visitante que, como un relámpago, ha visitado seis países del Cono Sur en cuarenta y ocho horas para explicar a sus pares por qué permite utilizar algunas de sus bases militares al ejército de los EEUU. Me parece absurdo que un presidente electo de un país soberano tenga que rendir cuentas a sus pares de las deciciones tomadas por él y su gobierno. Pero sabemos cómo es la cosa: el monito del guacamayo ha puesto el grito en el cielo y se ha dedicado a alertar sobre lo que se esconde detrás... el Imperio, que desde allí ha de controlar las armas, la coca, la lana sucia de vicuña y la banana de exportación. ¡Qué horror!
Bachellet, que es una mujer capaz y actualizada, ha señalado que "Chile jamás se permitiría opinar sobre asuntos internos de un país hermano". Lugo, el Padre de su Patria, ha expresado algo similar. Veremos qué opinan Tabaré, que apoya el noble cultivo de la coca boliviana a pedido del pequeño Evo, y Luíz Inácio, el mandatario más importante del Sur. La presidenta argentina, por su parte, en su habitual tono de educacionista de los setenta le advirtió sobre las tretas del Imperio, seguramente alertada por el guacamayo colorado, pero ante la obcecación de Uribe lo dejó ir luego de casi una hora de monólogo chavibolivariano y rendida, se lavó las enjoyadas manos con una enorme, desmesurada dosis de alcohol en gel...
Es que los virus imperiales suelen ser más peligrosos de lo que se cree, pues siempre están al acecho y hemos de estar precavidos.
Apenas unos cuatro coches precedidos por unas motos ruidosas con sirenas señalaban el paso del ilustre visitante que, como un relámpago, ha visitado seis países del Cono Sur en cuarenta y ocho horas para explicar a sus pares por qué permite utilizar algunas de sus bases militares al ejército de los EEUU. Me parece absurdo que un presidente electo de un país soberano tenga que rendir cuentas a sus pares de las deciciones tomadas por él y su gobierno. Pero sabemos cómo es la cosa: el monito del guacamayo ha puesto el grito en el cielo y se ha dedicado a alertar sobre lo que se esconde detrás... el Imperio, que desde allí ha de controlar las armas, la coca, la lana sucia de vicuña y la banana de exportación. ¡Qué horror!
Bachellet, que es una mujer capaz y actualizada, ha señalado que "Chile jamás se permitiría opinar sobre asuntos internos de un país hermano". Lugo, el Padre de su Patria, ha expresado algo similar. Veremos qué opinan Tabaré, que apoya el noble cultivo de la coca boliviana a pedido del pequeño Evo, y Luíz Inácio, el mandatario más importante del Sur. La presidenta argentina, por su parte, en su habitual tono de educacionista de los setenta le advirtió sobre las tretas del Imperio, seguramente alertada por el guacamayo colorado, pero ante la obcecación de Uribe lo dejó ir luego de casi una hora de monólogo chavibolivariano y rendida, se lavó las enjoyadas manos con una enorme, desmesurada dosis de alcohol en gel...
Es que los virus imperiales suelen ser más peligrosos de lo que se cree, pues siempre están al acecho y hemos de estar precavidos.
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