Perdí un hermano, un amigo, un padre: Rodolfo de Òsàlá regresa a la Casa Grande

Cuando un amigo se va
queda un espacio vacío
que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo.

Cuando un amigo se va
queda un tizón encendido
que no se puede apagar
ni con las aguas de un río.

Cuando un amigo se va
una estrella se ha perdido
la que ilumina el lugar
donde hay un niño dormido.

Cuando un amigo se va
se detienen los caminos
y se empieza a revelar
el duende manso del vino.

Cuando un amigo se va
galopando su destino
empieza el alma a vibrar,
porque se llena de frío.

Cuando un amigo se va
queda un terreno baldío
que quiere el tiempo llenar
con las piedras del hastío.

Cuando un amigo se va
se queda un árbol caído
que ya no vuelve a brotar
porque el viento lo ha vencido.

Montevideo despertó con lluvia, y esa lluvia que parece ser también un llanto del cielo cuando coincide con el regreso de alguien íntegro a ese lugar desde el que venimos a capacitarnos, me ha transmitido la noticia nada más recibir el correo matutino.

Nos ha dejado ese "hueco" como dice el poeta Alberto Cortez un hermano religioso, un excelente ser humano, un marido, padre y abuelo ejemplar:
Rodolfo Poggi (13/2/1941-21/2/2009) Hijo de Òsànlá, devoto de Òrunmìlá, figura referencial de una casa donde aún habiéndose mantenido en un plano de absoluta discreción su presencia era siempre notada con júbilo y afecto. He tenido muy poco tiempo de contacto con Rodolfo, pero era como si nos conociésemos de toda la vida, mediando entre nosotros el cariño y la coincidencia.
Parecería que a él estuviese describiendo García Lorca cuando anotaba "Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un hombre tan claro cuya apetencia de vida" hoy ha sido vencida por una enfermedad con la que estaba midiendo fuerzas desde hace tiempo...
Recordaré siempre su sonrisa, su carcajada y el calor de su abrazo que parecía brindar protección y seguridad.
Vuelve a casa del Padre con honor, porque ha sido un hombre íntegro y justo. Sólo se me ocurre, en medio del dolor por la pérdida de este amigo argentino tan parecido a mi propio padre, despedirlo como se despide a los grandes: con aplausos. Rodolfo, descansa en paz. Hiciste bien tu trabajo.

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