Los diamantes son los mejores amigos de una chica...

JORGE ABBONDANZA

Conviene que el mundo lo sepa. La candidata a vicepresidenta de Estados Unidos por el Partido Republicanoque por el momento se desempeña como gobernadora de Alaska, no sabía si África es un continente o un país. Esa ignorancia es grave, tanto como su tendencia belicista, ya que en plena campaña se declaró partidaria de invadir Irán y Venezuela, entre otras metas militares.

Como los pueblos no son tontos, el Partido Republicano perdió las elecciones y la inefable postulante debió volver a Alaska, desde donde anunció que le gustaría ser candidata a la presidencia en algún momento del futuro. Ese peligro, empero, es insignificante comparado con los riesgos que corre la población africana, bajo extremos de penuria, violencia, epidemias y hambre sobre los cuales la gobernadora de Alaska no tiene la menor idea.

Ahora en cambio puede tener tiempo para comprar algunos libros e informarse sobre el mundo en el que aspira a jugar un papel, si es que no está demasiado ocupada en planificar la conquista de Irán. 

 El panorama africano resulta hoy más cercano que nunca a la sensibilidad uruguaya, porque hay tropas de nuestro país en la frontera del Congo, donde se producen desde hace semanas los enfrentamientos de una guerra civil en plena expansión. Pero esa crisis sólo es un aspecto de la calamidad general, en un continente saqueado desde el siglo XIX por la voracidad colonialista, fenómeno al que Occidente sólo dedica atención para abastecer la truculencia de los titulares de prensa, pero no para remediar la situación de esos desheredados, a los que las Naciones Unidas miran de reojo para no complicarse la vida ni salir al rescate de quienes bordean la desesperación, que son muchos millones.

En estos días, los servicios internacionales utilizados por los informativos montevideanos de la televisión mostraron nuevas imágenes de África que dejan a cualquier espectador desconsolado. Allí se hablaba de los diamantes, esas piedras preciosas que alimentan un rendidor negocio de joyería y cuya mayor riqueza está en África.

Pero los diamantes no alivian la condición de vida de ningún africano, porque los dirigentes regionales cambian las piedras por armas y así las gemas que después lucirán en anillos y pulseras sólo son redituables para los mercaderes y talladores de Rotterdam, Nueva York, Londres o Tel Aviv. En África, quienes los extraen de las minas siguen sobreviviendo en plena miseria, pero reciben metralletas para multiplicar la masacre, ya que no el bienestar.

El informe de televisión señalaba que un misterioso intermediario de origen posiblemente ruso, posee una flota de 50 aviones de transporte, con los que aterriza en improvisados aeropuertos africanos para entregar armamento proveniente de Europa Oriental, a cambio del cual se lleva las bolsas de diamantes.

El subsuelo del Congo por ejemplo, es riquísimo en minerales entre los cuales figuran el oro y las piedras preciosas. De esas reservas se aprovechan los grandes mercachifles de Europa y Estados Unidos, hasta hacerlas desembocar en las vidrieras de la Place Vendôme o la Quinta Avenida.

Pero de ese tráfico, y del destino escalofriante de los mineros africanos (o del raquitismo y la disentería de sus hijos), no se ha enterado la candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos. Por eso el mundo es lo que es. 

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