
Gracias Dr. Alfonsín por ser un ciudadano digno de respeto y haber sembrado la semilla de la esperanza.
Hemos anclado en el puerto de la seguridad tras el cumplimiento de una nueva obligación religiosa -la última- en esta casa que es la sede de nuestra comunidad.
Las próximas, orisha mediante, serán en la casa nueva.
Èsùlébun, Oyádemi, Sòngówalé, Sòngódarémi, Obágbòsé, Omolújemolà y Òséfúnmi hemos zarpado el viernes próximo pasado al viaje anual de reencuentro con nuestras divinidades personales, acompañados por las oraciones y el trabajo de todos los miembros de esta comunidad de culto. Con nosotros ha estado -de hecho estará hasta el domingo 19 en que se cierra este ciclo ritual- Omilolà, ìyá Indiana de Yemoja Bomi, colaborando con alegría en la cocina, el lavadero y toda la tarea interna que exige el cuidado de los presos por el precepto. La ayuda invalorable de Sòngótóbí, Sòngósínòn, Ijòye, Omitunji, Oyábunmi, Òsunrinde, Òsundara, Òsunbílayo, y el sorprendente Òsànlábunmi han sido parte del éxito requerido para poder cumplir todos los detalles que nuestra tradición exige.
A todos ellos, pues, nuestro más caluroso reconocimiento. A Ifágbimo nuestra gratitud, así como a Oyáwanjó y a Omibangbàiyé que estarán llegando mañana viernes a danzar para sus orisha con nosotros el sábado, aportando sus dos niños para la roda de Ìbèjì, el menor, Lautaro, de sólo dos meses de vida…
Nuestra familia se honra en celebrar este evento agradeciendo además a los amigos que han escrito, llamado por teléfono y regalándonos su visita durante el retiro: bàbá Alfredo de Ògún -presidente de Metropolitana- Fernando de Sòngó, que está en retiro desde ayer (felicidades a granel, hermano querido), ìyá Ángela de Yemoja y bàbá Guillermo de Ògún, bàbá Damián de Òsànlá, Cristina de Bàrà, Lilián de Bàrà, pai Alejandro de Sòngó, Marisa de Oyá, Gladys de Oyá, Dr. Alejandro Frigerio, Juan Batalla, Daniel Barreto, Marianela de Òsun, Marisa Zetta… tantos amigos que nos han hecho llegar sus buenos deseos.
Que nuestros orisha se levanten en alegría, prosperidad y salud -lo necesario para seguir navegando- y les den las más selectas bendiciones de gratitud por su interés y afecto.
La justicia brasileña decidió realizarle pericias psicológicas a la famosa animadora de los bajitos luego de que ésta pidiera una indemnización de 2 millones de dólares a un canal de televisión por haber mostrado fotos suyas desnuda. Según Xuxa, esto le causó un daño psicológico importante.
La Cámara Civil de Río de Janeiro tomó esa resolución porque la animadora asegura que sufrió "daños psicológicos" al ver sus fotografías.
Xuxa no sólo es conocida por ser una de las animadoras infantiles más importantes en el mundo sino que además ha estado siempre vinculada a personalidades importantes como el astro Rey "Pelé" y el corredor de fórmula 1 fallecido en 1994, Ayrton Sena.
Xuxa también ha infartado adultos con sus curvas peligrosas. Ha posado desnuda para revistas como Playboy y como modelo para muchas otras producciones de revistas importantes tanto en su país, Brasil, como en el resto del mundo.
DÉBORAH FRIEDMANN
Eduardo espera el ómnibus, se frota los ojos y protesta: "No me di cuenta de traer los lentes y estas pelusas me matan". Minutos después se suena la nariz y se consuela: "Igual tengo un antialérgico en el bolso".
Con variantes, la escena se repitió una y otra vez ayer en Montevideo y otras ciudades del país como Durazno. Y continuará al menos durante unos 20 o 25 días que es lo que dura el proceso de polinización de la especie Platanus Acerifolia.
El fenómeno dista mucho de ser sólo uruguayo. Por estas horas, las consecuencias de los plátanos son tema de conversación en Uruguay pero también en Argentina y Chile. Y en marzo y abril sucede lo mismo en Madrid, Barcelona y otras ciudades de países como Francia, Italia, Suiza, Bélgica, Portugal y Gran Bretaña.
Para ayudar a mitigar los efectos de los plátanos se aconseja llevar la ventanilla del vehículo cerrada, utilizar lentes e intentar evitar, en lo posible, respirar por la boca.
"Los plátanos son agentes irritantes, no tanto agentes alergénicos. Lo que sucede es que caen en las aceras y veredas y con el rocío de la tarde se humedecen y favorecen la reproducción de hongos del aire y ácaros, que son dos alergenos muy importantes para el aparato respiratorio en Uruguay y que tienen su cuota de responsabilidad en el asma", señala la médica alergista Estela Puig a El País.
Estas "pelusas" tienen dos consecuencias fundamentales. Por un lado, el viento que las expande y produce conjuntivitis alérgica, caracterizada por irritación ocular, dilatación de los vasos en la conjuntiva (la membrana transparente que cubre la esclerótica del ojo), picazón intensa o ardor, lagrimeo y secreción viscosa del ojo. Ante esos síntomas Puig aconseja consultar al médico y lavar los ojos con agua "muy limpia".
La otra patología relacionada es la rinitis alérgica, cuyos síntomas típicos son la nariz obstruida, secreción nasal, fotofobia (intolerancia a la luz) y lagrimeo en los ojos.
"A nivel preventivo, es conveniente que aquellas personas que empiecen a desarrollar elementos de alergias consulten a su médico, para que si es necesario los derive a un alergista. Se puede indicar una medicación para evitar que desarrollen otras enfermedades. Por ejemplo, en 40% de los casos la rinoconjuntivitis es predecesora del asma. Si se tratan a tiempo los síntomas se puede evitar llegar a ese punto", indicó Puig.
Los especialistas insisten en que la consulta a tiempo es fundamental. Sergio (31) no lo hizo cuando hace unos 10 días hubo una jornada de viento donde las "pelusas" se hicieron sentir.
Comenzó durante el día con tos y secreción nasal. No durmió en toda la noche y su salud empeoró al día siguiente pero no fue al médico. Y cuando estaba yendo a su trabajo tuvo que regresar a su casa.
"No podía respirar", recuerda. Horas más tarde se decidió y llamó a un servicio de emergencia médica. "Me dijeron que tuve un broncoespasmo alérgico. Me dieron dos inhaladores y luego un antialérgico para prevenir", cuenta.
Se estima que una de cada tres personas es alérgica, indica Puig. Las consultas por cuadros alérgicos aumentan en esta época, pero también tienen cada vez mayor incidencia. "Eso se debe a la polución ambiental, a que las casas están cada vez más cerradas -en invierno por el frío y en verano por los aires acondicionados- y eso deja que se depositen polvos y crezcan los ácaros. También inciden los colorantes y conservantes y la comida chatarra", explicó Puig.
HISTÓRICOS. El género Platanus cuenta con nueve especies, provenientes de regiones templadas o templado-cálidas de Norteamérica, Centro Sur de Europa, Norte de India e Indochina. De ellas cuatro se cultivan en Uruguay: Acerifolia, Occidentalis, Orientalis y Racemosa (ver aparte).
José María Reyes y Carlos Zucchi fueron los responsables en 1829, a pedido del gobierno provisorio de Montevideo, de concebir una ciudad nueva. Y pensaron que el plátano, árbol característico de ciudades europeas, era ideal para Montevideo, debido a su resistencia.
Y esa es la principal virtud que aún hoy le encuentran los especialistas a los 21.000 árboles de la especie, que representan el 11% de los ejemplares plantados en la capital. En particular abundan en Pocitos, Centro y Cordón y avenidas como Rivera (hasta Punta Gorda) y 19 de Abril.
"Tienen muchas virtudes, como aguantar cualquier agresión. Son una especie de valor", afirma Mario Lázaro, director de Espacios Verdes de la Intendencia de Montevideo.
Y añadió: "Son muy añosos y también los primeros árboles que se plantaron en Montevideo. No los podemos sacar así porque sí".
De todos modos, la cantidad de Platanus Acerifolia en Montevideo ha disminuido en los últimos años: de 23.000 en 1998 a 21.000 en la actualidad. Ello obedece a que el municipio repone algunos de los ejemplares que se pierden (fundamentalmente por obras en la vía pública) con otra especie de plátano, el Platanus Occidentalis, que da menos frutos que el Acerifolia.
"La molestia se produce pero hay que convivir con ellos. De todos modos, hay estudios que comprueban que hay polen de otras especies en el aire, que aunque no se ve produce más alergia que los plátanos", señaló Lázaro.
21.000 Es la cantidad de plátanos que hay en Montevideo. Representan el 11% de los árboles plantados en la capital.
11.000 Es la cantidad de plátanos que hay plantados en la ciudad de Durazno. Ayer también las pelusas se hicieron sentir.
Investigaciones de la Academia de Alergia, Asma e Inmunología de Estados Unidos indican que para el 2030 se espera que las patologías alérgicas estén entre las diez enfermedades más comunes, según publicó el diario argentino "Clarín".
Solamente en Europa hay alrededor de 100 millones de personas afectadas por algún tipo de alergia. Es decir, la enfermedad afecta a una de cada cuatro personas, y la incidencia es creciente debido a múltiples factores, que van desde la mayor contaminación ambiental, el cambio climático, los mayores niveles de estrés en la población o la aparición de nuevos alergenos.
Esos son datos presentados por los organizadores del Congreso de la Academia Europea de Alergología e Inmunología Clínica, que realizó en junio en Barcelona y que fueron difundidos por Diariosalud.net. "La alergia puede aparecer a cualquier edad, pero en la actualidad es cada vez más frecuente ver casos en pacientes adultos y de edad avanzada", señaló Victoria Cardona, secretaria científica del congreso.
Entre las medidas que puede tomar la población para prevenir las alergias están el abandono del tabaco y evitar que las mascotas duerman en las habitaciones.
ESPECIES El género Platanus cuenta con nueve especies provenientes de regiones templadas o templado cálidas de Norteamérica, centro sur de Europa, norte de la India e Indochina.
POLEN En todas las especies de plátanos las flores son muy pequeñas y el transporte del polen se realiza a través del viento. La aparición de las mismas coincide con los inicios de la brotación, lo que en estas latitudes ocurre en general durante la primera quincena de septiembre.
EN URUGUAY Se cultivan cuatro especies con follaje caduco entre abril y setiembre cuyas características son las siguientes:
1) ACERIFOLIA - Originada en Europa, es la especie más cultivada en el país evidenciando una gran adaptación al ambiente de la ciudad aun en las zonas más densamente pobladas. Produce abundantes infrutescencias en el árbol.
2) OCCIDENTALIS - Natural de Norteamérica, con una muy amplia distribución natural que abarca desde climas templado-fríos hasta subtropicales. La producción de infrutescencias y por lo tanto de frutos es considerablemente menor que el anterior, con similar adaptabilidad al medio.
3) ORIENTALIS - Asiático, de escaso cultivo y sólo en algunos parques montevideanos. Es una de las especies que más fructificación posee. No se lo encuentra cultivado en veredas.
4) RACEMOSA - Norteamericano, de escaso cultivo, sólo en algunos parques privados y ciertos espacios públicos como el parque de la Facultad de Agronomía. Produce tan abundante fructificación como el anterior. (Fuente: Los plátanos en Uruguay, de Carlos Antonio Brussa, director del Museo y Jardín Botánico)
La noticia cayó súbita, con la violencia repentina de un sismo. El Peluca se suicidó pegándose un balazo en la cabeza. Era el líder del movimiento Plancha, que se coló en las solemnidades del Partido Colorado el año pasado haciendo de los horrores sociales su bandera. José Peluca Valdez apenas irrumpía en el statu quo político, a medio camino entre la reivindicación de la cultura marginal y la burla a la clase dirigente, cuando, con la misma brusquedad, desaparece.
Hace un tiempo, en una nota para Vayven, comparé a Peluca con Antonio Fadol y Domingo Tortorelli, otros dos folclóricos casos de la historia electoral uruguaya. Fadol fue candidato a la Presidencia en 1962 y en 1971: en la primera elección consiguió 33 votos y en la siguiente 27. Fue célebre por su maravilloso sistema de propaganda: el solitario candidato se promocionaba escribiendo con tiza su nombre y número de lista: “Fadol 47”, en paredes de la ciudad y en baños de bares y restaurantes. Con el tiempo la gente lo asimiló a otro político veinte años anterior a él, Tortorelli, un candidato independiente que prometió en las elecciones de 1942 canillas de leche en cada esquina, carreteras en bajada para ahorrar nafta y jornadas laborales de 15 minutos, entre otras delicias.
En conversaciones con Oscar Bottinelli sobre este tema, el analista había definido a Fadol como un “outsider sistémico” -valga la paradoja- por su pretensión de confrontar el sistema desde el sistema mismo. Imposible vaticinar cuál pudo ser el futuro político del Peluca. Tal vez se habría diluido en el olvido tras las próximas elecciones. Tal vez habría podido sacar provecho de su golpe de efecto inicial para dar lugar a proyectos viables. En cambio, ahora se une a Fadol y a Tortorelli en esta trinidad de outsiders sistémicos; dejando tras de sí una estela de despavorido rechazo o de admiración marginal entre sus contemporáneos, y de estimulantes sorpresas para los futuros historiadores.
Visita el blog de Leila Macor en http://escribirparaque.blogspot.com
JUAN MANUEL GARCÍA RUIZ 05/10/2008
Esta historia comienza hace más de treinta millones de años. Bajo el desierto mexicano de Chihuahua se encuentra una maravilla del mundo mineral: la Cueva de los Cristales Gigantes de Naica. El científico español que la ha estudiado nos descubre sus secretos.
El más espectacular ejemplo de armonía cristalina estaba oculto en una montaña minera en el desierto mexicano de Chihuahua: la Cueva de los Cristales Gigantes de Naica. Un lugar mágico, una catedral de cristales construida por la naturaleza que he tenido el privilegio de estudiar. Un escenario propio de El retorno de Superman, la película en la que el ambicioso Lex Luthor le exige al alma cristalizada de Jor-El que le revele el secreto del conocimiento: "Cuéntamelo todo. Empieza por los cristales". Les contaré todo. Empezaré por los cristales.
Sostenía Salvador Dalí que la diferencia entre el Juan de Pareja de Velázquez y la mejor fotografía de Juan de Pareja eran siete millones de dólares. Parafraseando al genial pintor podemos afirmar que la diferencia entre un trozo de carbón amorfo y un cristal de carbono, es decir, un diamante, es exactamente la fortuna que valga el diamante. Ambos no son otra cosa que un montón de átomos de carbono, pero ¿cuál es la diferencia que hace al diamante duro, bello e imperecedero? El orden. Exclusivamente el orden. En el vidrio amorfo, los átomos están distribuidos sin regla alguna; en un cristal están dispuestos en un orden perfecto. Ese orden es el que confiere a los cristales la belleza propia de sus formas lineales, sus ángulos perfectos y constantes, su lustre y sus colores.
Fascinado por esa belleza andaba yo estudiando el origen de los grandes cristales de yeso de la Segóbriga romana, un misterio aún no desvelado. Gracias a un viejo libro de mineralogía, yo sabía de la existencia de una gruta con este tipo de cristales que fue descubierta en 1910 en la mina mexicana de Naica, y hasta allí me dirigí en el año 2001 buscando inspiración para mis estudios.
Sitúense, estamos en Chihuahua, al norte de los Estados Unidos de México, al sur de Delicias, junto al río Conchos que serpentea ya hasta el río Bravo. Tal como han adivinado, están rodeados por el paisaje inhóspito de los westerns, porque, efectivamente, avanzamos por lo que era territorio apache en el siglo XIX, ahora rodando por una carretera de asfalto hacia la única sierra que da sombra al desierto, lo que en la lengua de los indios tarahumara se dice naica: hacia la sierra de Naica. Allí, la compañía Peñoles explota una de las minas más importantes de México, que lleva dando plata, plomo y zinc desde hace doscientos años. La explotación tiene dos tiros verticales, pero a la mina se accede también por una rampa, la rampa de San Francisco, una carretera de unos cinco metros de diámetro que, entubada en la roca, desciende helicoidalmente hasta las profundidades del frente de mina, situado hoy a unos inquietantes 820 metros de profundidad. Por la rampa de San Francisco bajé la primera vez que visité Naica acompañado por Roberto Villasuso, su ingeniero jefe de exploración. En el nivel -120 estaba la cueva que andaba buscando con los cristales de yeso. Es un bellísimo corredor con todas las paredes cubiertas de cristales de yeso, como dagas amenazantes, entre los que destacan algunos cristales de hasta un metro de tamaño que en forma de ramillete florecen desde el suelo. La habían llamado la Cueva de las Espadas.
Pero me esperaba una sorpresa. Roberto quería enseñarme una nueva cavidad, que había sido descubierta unos meses antes, en abril de 2000, cuando los hermanos Eloy y Javier Delgado abrían una nueva galería en el nivel -290 y, asombrados de lo que vieron tras la pared que habían horadado, detuvieron los trabajos de perforación, avisando a los responsables de la mina. Gracias a esa cadena de profesionales, hoy podemos disfrutar de lo que ellos llamaron la Cueva de los Cristales. Cuando entré por primera vez en la cueva me sorprendió un golpe de calor húmedo que empañó los vidrios de mis gafas y me dejó aturdido. Al recuperarme me di cuenta de que me encontraba delante del mayor espectáculo del mundo mineral. La cueva tiene unas dimensiones de unos 35 metros de largo por 20 de ancho y una altura media de unos ocho metros. Su suelo, como también parte de las paredes y el techo, estaba cubierto de enormes bloques cristalinos de nuestra altura, de los que salían cristales como grandes vigas de más diez metros de longitud atravesando la cueva con su arrogante geometría mineral.
Comencé a sonreír y terminé a carcajadas y saltando de alegría. Como cristalógrafo, la sensación que tenía era, me imagino, la misma que cuando tu equipo de fútbol gana un gran trofeo. Yo me había costeado mi doctorado creciendo grandes composiciones de cristales para decoración, junto con mis colegas Juan Luis Martín-Vivaldi y Manolo Prieto, en un sótano del barrio madrileño de Malasaña. Sé, pues, lo que es crecer cristales del tamaño de una olla de cocina y sabía que no había limitación. Sólo se necesita espacio, tiempo y una fuente continua de material suministrada muy poco a poco. Por supuesto, en esa primera visita a Naica volví a entrar muchas veces a la cueva. Le prometí a Roberto -que conoce como nadie la geología de la mina de Naica- explicar con su ayuda el misterio de esos cristales gigantes; pero, cuando me iba, ya sabía que la pregunta a responder no era por qué son tan grandes, sino por qué son tan pocos.
Volví a Naica con mis colegas Àngels Canals y Carlos Ayora, expertos en minerales y en química de las aguas, para investigar con detalle el problema. El trabajo no fue fácil porque la temperatura de la cueva ronda los 50 grados centígrados, con una humedad superior al 90%. Imagínese usted en un baño turco, pero saltando entre cristales, intentando apoyarnos delicadamente para no alterar su belleza; midiendo ángulos; tomando nota de formas, de características de sus caras, de temperatura y humedad, de transparencia; buscando detalles aquí y allá que nos dieran información para desvelar ese misterio. A veces el aire te quemaba tanto -no sólo las fosas nasales y la garganta, sino el interior del cuerpo- que nos obligaba a huir de inmediato de ese horno. Por eso, cada vez que entrábamos, uno de nosotros se quedaba fuera cronometrando el tiempo y avisando cada ocho minutos para que los que estaban dentro abandonaran la cueva. Una norma que evitó que tuviéramos algún problema durante los tres años que duró el estudio de campo, que hicimos a cuerpo, sin trajes especiales. Mereció la pena porque logramos crear una teoría para su formación.
La historia comienza hace más de treinta millones de años, cuando una intrusión de magma caliente ascendió empujando las rocas calizas de la sierra de Naica y las preñó con un fluido ácido y caliente cargado de metales, creando los minerales de plomo, plata y zinc que hoy se extraen de la mina. En las etapas más tardías de esa mineralización, cuando la temperatura rondaba los 250 grados, se formó un mineral de escaso valor económico, pero que fue crucial para la formación posterior de los cristales gigantes de yeso. Ese mineral es la anhidrita.
Esa intrusión magmática se detuvo en su ascenso a unos tres kilómetros de profundidad, y su rescoldo o el de otra más tardía es el que aún calienta la roca y las aguas que empapan la sierra de Naica. A medida que la intrusión magmática perdía fuerza, la temperatura de la roca siguió bajando. El momento crítico ocurrió cuando la montaña se enfrió por debajo de la temperatura a la que la anhidrita deja de ser estable para transformarse en yeso, teóricamente a 58 grados, aunque nuestros estudios están refinando ese dato. Nuestra hipótesis de trabajo era que entonces, en ese mundo subterráneo, el agua comenzó a disolver lentamente la anhidrita y las aguas se cargaron de sulfato y de calcio y con el tiempo se formaron cristales de yeso. Los análisis isotópicos de Carlos Ayora en el Instituto Jaume Almera comprobaron que las moléculas de los cristales de yeso eran originariamente las de anhidrita y las mismas de las aguas actuales, lo que apoyaba nuestra hipótesis. Además, los análisis químicos de esas aguas nos decían que, efectivamente, actualmente se debería de estar disolviendo anhidrita y formando yeso. Pero aún nos faltaba algo más para demostrarlo.
Hace mucho tiempo, alguien que sabía poner nombres llamó selenita al yeso cristalizado. La cámara de Javier Trueba ha captado de forma impecable el lustre de luz de luna que arrojan los cristales de yeso de Naica, que alude a la diosa griega Selene. El origen de ese lustre es aún ignoto. Yo creo que proviene de multitud de pequeñísimas cavidades en el interior del cristal que están rellenas del propio líquido que lo formó. La idea surgió de una alucinación. Cuando el calor de la cueva impedía que el oxigeno llegara al cerebro, aquellos cristales gigantes de selenita se me figuraron grandes barras de hielo como las de las neverías de mi infancia, sólo que cuando los tocaba no estaban fríos como esperaba en mi ilusión. Fuera de la cueva comprendí que era eso. Esas pequeñas cavidades con líquido en los cristales encerraban, como el mensaje en la botella que un día arrojara un náufrago al océano, una información preciosa para comprender cómo se formaron. Ahí fue Àngels Canals quien buscaba y nos hacía buscar a todos muestras con burbujas suficientemente grandes para estudiarlas en su laboratorio de la Universidad de Barcelona. Allí determinó que las aguas en las que se formaron los cristales no eran ácidas como las que mineralizaron la plata y el plomo que se extraen en la mina, sino más parecidas a las que ahora fluyen por el interior de la montaña de Naica, lo que apoyaba definitivamente los análisis de Carlos Ayora. Pero, aún más, sus ensayos nos decían que los cristales se formaron a una temperatura alrededor de los 56 grados, justo por debajo de la temperatura a la que teóricamente se empieza a formar el yeso. Los cálculos realizados con Fermín Otálora, de mi laboratorio de Estudios Cristalográficos en Granada, demostraban que, efectivamente, en ese escenario sólo se habrían formado muy pocos cristales. Si la temperatura hubiera bajado más se habrían formado muchos más cristales más pequeños, que fue lo que pasó en la Cueva de las Espadas, casi 200 metros más somera y, por tanto, más fría. Este mecanismo autoalimentado en el que el sulfato y el calcio que perdía el agua al formarse el yeso los ganaba al disolverse la anhidrita suministraba materia a los cristales para crecer, lenta pero indefinidamente, en las cavidades que el flujo del agua iba creando a favor de las fallas del terreno. Ahí estuvieron ocultas hasta que las labores mineras las sacaron a la luz.
Si los cristales de yeso no tienen ninguna utilidad hoy día, entonces ¿por qué es importante Naica? Pues por lo mismo que las pirámides de Egipto o el cañón del Colorado. Naica es un escenario único, además del mejor exponente de la armonía natural del mundo geológico. Pero esos cristales, por muy hermosos que parezcan, no son nada fuera de Naica. Los he visto expoliados de la Cueva de las Espadas en distintos museos y en colecciones privadas, y están muertos. Lo que hay que conservar es Naica como una localidad de interés geológico, como una maravilla del mundo mineral. Si nuestra teoría de formación es correcta, en el interior de la montaña de Naica deben existir otras grandes cavernas cristalinas aún ocultas. Es ese conjunto de cavernas lo que hace de Naica un emplazamiento único, la Capilla Sixtina de la cristalografía, la morada oculta de Selene y también un lugar en el que Superman se sentiría como en casa.
¿Vidrio o cristal?
Por Juan Manuel García Ruiz
Ya se ha dicho que es el orden el que marca la diferencia entre el cristal de rubí del anillo y el vidrio rojo de bisutería. ¿Por qué entonces confundimos los términos cristal y vidrio? La confusión tiene mucho que ver con esta historia. Aunque en la Roma republicana dominaban la tecnología del vidrio aún no sabían fabricar el vidrio plano; por tanto, los vanos de sus palacios, de sus termas y de sus invernaderos los cubrían con rocas translúcidas como el alabastro. Pero el material más sofisticado, el más chic, eran las piedras transparentes que se extraían de unos campos de la provincia de Cuenca que no eran otra cosa que yeso cristalizado: el cristal de Hispania. La palabra cristal es de origen griego, krystallos, y es un término con el que los helenos no sólo nombraban al hielo, sino a aquellos minerales tan transparentes como, por ejemplo, el cristal de roca o el cuarzo de los Alpes, que creían que se formaban por un frío intenso. El yeso transparente de los campos de Cuenca era también para los romanos agua superenfriada; era, pues, cristal, el cristal de Hispania. Cristales de hasta un metro cuya transparencia y tamaño, según afirmaba Plinio el Viejo en su Historia natural, los hacía únicos en el mundo conocido. Ese yeso era fácil de separar en lajas, que se exportaban a través del puerto de Cartagena. De la explotación minera del cristal de Hispania surge el emporio de Segóbriga, que muere de forma natural cuando en la Roma imperial de finales del siglo I se fabrican láminas de vidrio que sustituirían a los cristales de Hispania, y que no sólo le robarían la vida a Segóbriga, sino que también se apropiarían de la palabra cristal para el vidrio sintético. De ahí proviene la confusión que perdura hasta nuestros días. Nadie supo nunca más de esas minas romanas hasta que un grupo de arqueólogos dirigido por Juan Carlos Guisado y María José Bernárdez, las rescatara para nuestro patrimonio.
GABRIELA VAZ
En Argentina, Macri multa a funcionarios impuntuales. En Perú, el gobierno lanzó campaña contra demoras. En Chile, esta conducta provocó pérdidas por US$340:
"Yo soy de las personas que practican la mala costumbre de la puntualidad. Eso significa que he pasado las dos terceras partes de mi vida esperando a alguien. Además de ser tachado de mala onda, y cuadrado. Todo por tener una real noción del tiempo, y saber que desplazarme del punto A al B me toma 20 minutos y no cinco, y que si tengo que estar en un lugar a las 8, me levanto a las 7, y no a las 7.55...". Con estas palabras se despachó, hace unos días, un internauta chileno en un blog que trata algunas cuestiones sobre el tiempo.
La queja es frecuente en el reducido grupo de los puntuales, esos que suelen llevar la espera adelante siempre consultando el reloj, fluctuando entre la indignación, la bronca y la resignación.
Pero ajustarse a los horarios no es una tema de buenas o malas vibras. Tampoco de rigidez. Se trata de respeto, y su incumplimiento puede ocasionar varios problemas, incluso económicos; algo a tener en cuenta en América Latina, cuyos países lideran los rankings de impuntualidad.
Tan es así que, el año pasado, el gobierno peruano lanzó una campaña en favor de la puntualidad, llamada La hora sin demora. Es que allí, ocho de cada diez habitantes afirmó llegar tarde a sus compromisos, según una encuesta oficial. Para peor, liderada por el presidente de la República. Alejandro Toledo solía llegar a todas sus reuniones con una hora de retraso, por lo que "en su honor" en el país andino se habla de "hora cabana", en alusión al pueblo donde nació el ex jefe de Estado.
No sorprende. También aquí se bromea con el término "hora uruguaya" para aclarar que si algo se pacta para las 21, por ejemplo, en los hechos comenzará como mínimo 30 minutos después, cuando no más. Algunos políticos frenteamplistas, preocupados, ya están intentando cambiar la situación.
En Paraguay, los parámetros se testean con la aclaración "¿hora de goma o de piedra?". En el primer caso, se entiende que es "estirable".
Todo ajuste es bienvenido. Si no lo cree, preste atención a estos números: en 2007, Chile perdió 340 millones de dólares por impuntualidad, según un estudio encargado por el vicepresidente del Senado, Baldo Prokurica. "Los chilenos pierden 15 minutos por día debido a esto (...) Llegar atrasado no tiene reproche social. En cambio ser puntual se relaciona con gente que no tiene nada más que hacer", opinó el legislador.
Mauricio Macri, jefe de gobierno de Buenos Aires, no anduvo con vueltas. Apenas asumió, dejó claro que no admitiría impuntuales. Implementó un mecanismo que a varios dejó atónitos: cobra multas a los funcionarios que llegan tarde a las reuniones de gabinete. Por demoras mayores a diez minutos, 100 pesos argentinos (unos 700 uruguayos). Si tarda menos, 50. Lo que recauda, a fin de año lo donará a una institución. Lleva recolectados unos 1.000 pesos, según consigna La Nación. La estrategia dio excelentes resultados.
Está claro que se trata de una epidemia latinoamericana. Y por supuesto rebasa el ámbito político. Las demoras son una circunstancia cotidiana que afectan la vida social.
Al igual que en el resto de los países, en Uruguay difícilmente algo comience en hora. Todo se inicia después de lo pactado: un espectáculo, un cumpleaños, una boda, un acto oficial, un programa de tevé, la cita con el médico. En 2001, en una encuesta de Interconsult, un 3% de los indagados consideró que la impuntualidad es la principal característica del uruguayo. Y tan inculcada está esa conducta que, en ocasiones, ser puntual aparece como inapropiado. "Me dijo que lo llame a las 3, pero... no voy a llamar 3 en punto. Mejor espero diez minutos". ¿A qué se debe ese comportamiento? ¿Es posible revertirlo o los puntuales están condenados a esperas interminables? Una revisión apta para este domingo, el más corto del año, donde el adelanto horario impone un nuevo desafío a los que ignoran el reloj: por 6 meses, todo comenzará aún más temprano.
Esperas que desesperan. "Me dormí", "el despertador no sonó", "el ómnibus no pasaba más", "ah, ¿era a las 12? Te juro que entendí 12.30"... La lista puede ser interminable. Imprevistos, descoordinaciones y malos entendidos, cuando no una conducta que consideran absolutamente comprensible ("¡bueno che, fue sólo media hora!"), son las excusas de los impuntuales, que no decaen siquiera frente a la celeridad de la era actual, la cual exige sujetarse a la agenda. Es que cada vez hay menos tiempo, todo transcurre más rápido y las horas cotizan en alza; realidad que poco importa a los que administran su tiempo, y el de los demás, a su antojo. "En nuestro país impera una idiosincrasia basada en la laxitud horaria", afirma el psicólogo social Juan Fernández Romar. "Tan generalizado es este rasgo que en los entrenamientos protocolares de empresarios y políticos extranjeros destinados a Uruguay se los suele preparar para esa situación, advirtiéndoles que deben ser tolerantes en este aspecto y contemplar a priori en su agenda la demora del caso. Incluso se les suele sugerir, como muestra de adaptación temprana, llegar diez minutos tarde si se trata de un compromiso informal".
Pero lo cierto es que demorarse y hacer esperar a otro es de muy mal gusto en cualquier rincón del mundo, y más a nivel diplomático. "Denota mala educación y descortesía", asegura Cristina Sica, presidenta de la Asociación Uruguaya de Ceremonial y Protocolo.
Con ella coinciden desde ámbitos que pueden parecer más desestructurados, tal es el caso de los shows musicales. Carlos Taran, productor de eventos y creador de la revista Freeway, confiesa que no es tan puntual como querría pero asegura que no admite retraso en su trabajo. "Se considera que en este rubro se puede ser más flexible. En mi caso, hemos marcado horarios bastante rígidos y se cumplieron, en pruebas de sonido o actuaciones".
RESPETO. En algunos círculos, los horarios deben ser respetados a rajatabla: el Ejército, la Iglesia y la diplomacia son algunos, recuerda Alicia Iruretagoyena, argentina experta en Relaciones Públicas. No obstante, su significado es el mismo en todas partes. Ser puntual o impuntual "demuestra la forma de asumir los compromisos" y refleja "el grado de valoración que se siente por el otro. Si se promete y no se cumple, está implícita la indiferencia. El incumplimiento demuestra desinterés o displicencia ante la respuesta que podamos obtener".
Con esa idea, el grupo político creado por el senador oficialista Eleuterio Fernández Huidobro, destacó en un documento del último congreso la importancia de la puntualidad. "Nos parece que tiene que ver con el respeto hacia las personas. El que llega tarde juega con el tiempo de los demás. En política es común. Con los uruguayos, depende de dónde vivan para ver a qué hora llegan: todos salen de su casa a la hora que empieza la reunión. Entonces, si vive a media cuadra llega en hora, y si vive a 15 kilómetros, llega 15 kilómetros tarde", alega el diputado Álvarez.
¿En qué difieren una boda, un negocio, una cita de amigos o una reunión diplomática? En cada situación hay personas a ser respetadas, opina Iruretagoyena. "La única diferencia es la gravedad de las consecuencias que pueda ocasionar la demora".
En el ámbito formal, la mayor tolerancia se establece en 15 minutos, pero jamás se debe llegar después que la máxima jerarquía, explica Sica. "Si en la recepción se encuentra el Presidente de la República, no se llegará después que él".
Entre diplomáticos, incluso existen sanciones leves. Si el que llega tarde tenía el tercer lugar en la mesa, deberá quedarse en el final. En otras situaciones, si la demora supera los 15 minutos, el visitante directamente no es recibido. "El ceremonial es estricto -explica Edmundo Sosa Saravia, director académico del Instituto Uruguayo de Relaciones Públicas-, menos en nuestro país". Y evoca ejemplos, otra vez referentes a lo político.
LENTOS. ¿Tenemos a quién echarle la culpa de una conducta tan antipática? No con claridad. Identificar la causa de la impuntualidad casi genética de los uruguayos es difícil. El psicólogo social Juan Fernández Romar lista algunos indicios. "Tenemos una impronta productiva mucho más rural que industrial. No hemos sido nunca un país que se caracterice por la celeridad de sus medios de transporte y comunicación. La macrocefalia montevideana ha estado marcada por una burocracia lenta. Los tiempos institucionales fueron históricamente lentos. Es lenta la administración y la justicia. Esos factores nos han moldeado en la tolerancia de la espera", opina el terapeuta. En otras palabras, nos hemos acostumbrado a que todo tarda, y esa conducta se retroalimenta. Fernández Romar también ve una posible génesis en la ascendencia de los uruguayos; de españoles e italianos se ha heredado el cultivo de la sobremesa y la charla, y de los indígenas, el ritmo de la naturaleza, lo contemplativo.
Quizá por eso también sea un distintivo nacional dejar todo para último momento; desde un trámite hasta la entrega de un trabajo. Siempre al límite del tiempo establecido. Y las más de las veces, con retraso.
Pero del otro lado del mostrador (siempre debe haber alguien) están los puntuales. Los que se quejan, se resignan y esperan. Los que ni siquiera sucumben al acuerdo de la impuntualidad tácita ("es a las 9, así que todos van a llegar 9.30; por ende, no voy antes"), ¿por qué lo aceptan? "Podemos sentirnos molestos, pero si nos interesa el encuentro y el otro llega con su mejor sonrisa, estaremos dispuestos a creer que tuvo un problema; después de todo es cierto que tenemos un tránsito caótico, o que podemos quedarnos dormidos. En esos casos nuestro deseo de no sentirnos desairados nos predispone a creer excusas", dice la experta en Relaciones Públicas Iruretagoyena.
A su vez, los reclamos por puntualidad pueden volverse relativos, sostiene la argentina. "Si somos recibidos dos horas después por el médico, estaremos molestos, pero nuestra necesidad coloca en segundo plano el requisito de la puntualidad. Tampoco será bien visto llegar tarde a una entrevista laboral; pero si se llega a tiempo, el empleador no tendrá reparo en hacer esperar dos horas al postulante. Para él, su tiempo es más valioso. Mientras unos abusan, otros lo aceptan".
Lejos estamos del consejo de William Shakespeare: "Mejor tres horas demasiado temprano, que un minuto demasiado tarde".
Shows admiten la menor demora
Hace cinco años, cuando Carlos Taran se embarcaba en el proyecto de fundar la revista Freeway, un periodista le recomendó que adelantase los tiempos de entrega de las notas al día realmente necesario, debido a que "los periodistas siempre entregan tarde". "Como política, me tracé que eso era inaceptable para cualquier gremio, y que si realmente queremos cambiar, no podíamos fundar una revista que aceptase esos parámetros", explica desde su casa en Río de Janeiro.
Taran reconoce que no es "tan puntual" como le gustaría, pero que no admite demoras como parte natural de su labor. Ni siquiera a la hora de trabajar con músicos, colectivo asociado a la bohemia y a una leve sujeción a formalidades. "Si los shows están marcados a una hora, deben comenzar a dicha hora. Claro que eso se vuelve relativo al evento. Hay quien tiene la capacidad agotada y empieza en horario. Pero hay quien necesita que el horario se retrase para que la gente entre, por temor de que, si se empezó, el público se resista a entrar. En general, y cada vez más, los horarios se cumplen", dice Taran.
Por haber vivido en otros países, el productor tiene material de comparación y confirma que la impuntualidad es una epidemia latina. "En Japón, los horarios se cumplen. Es de muy mal gusto llegar tarde y puede eliminarte de cualquier proceso en el que estés incluido. Cuando estuve en México, experimenté lo contrario. Usan el término `ahorita` para todo; no es un período de tiempo, pueden ser tres horas, tres días o un mes", cuenta el uruguayo.
Política puntual
La convocatoria estaba pactada para las 17 horas. En un atiborrado local del club Valle Miñor, el domingo pasado, a esa hora se iniciaría el acto de clausura del segundo congreso de la Corriente de Acción Pensamiento y Libertad (CAPL), el sector liderado por Eleuterio Fernández Huidobro. Pero algo bastante inusual "descuajeringó" el acto, al decir del diputado del grupo Pablo Álvarez. El encuentro comenzó efectivamente a las 17 horas; en punto y sin licencias. Tanto es así que ni siquiera se esperó por uno de los oradores: el senador José Mujica arribó 30 minutos después, ya que, "conociendo el paño", supuso que llegaría más que bien.
La puntualidad "inglesa" empleada por la CAPL responde a una preocupación del grupo, que también se incluyó en el documento redactado para ese segundo congreso. "Lo propusimos al reflexionar sobre los valores que queremos para llevar adelante la construcción de una nueva organización política. Tiene que ver con el respeto. Y no solamente en el debate, en la diversidad de pensamientos, sino al tiempo de la otra persona", explica Álvarez. "La idea es generar una suerte de contracultura. Es sólo darle un cariz congresal. No hay ningún aspecto sancionatorio", aclara. El diputado reconoce que en política es complicado manejar los tiempos porque en general "nadie está sin nada que hacer, esperando que comience una reunión. Uno sale de una actividad para otra", pero igual considera que "si todos van a llegar tarde, me avisan y yo uso mi tiempo en otra cosa".
La impuntualidad suele ser una muy mala costumbre de los legisladores. En el Parlamento, las sesiones difícilmente comiencen en hora y el quorum suele lograrse con 20 minutos de atraso o más. "Y eso que para empezar se necesitan pocos", dice Álvarez.
Edmundo Sosa, director del Instituto de RR.PP., opina que en el ambiente parlamentario hay "un total desprecio por la normativa". Como ejemplo, asegura que el 80% no contesta los RSVP de las invitaciones. "Hemos invitado a los 99 diputados; vinieron tres y confirmó uno", cuenta.
De Quincey, Writings, XIII, 345