Por Félix Luna
Para LA NACION
Un proyecto del gobierno porteño busca reemplazar el antiguo adoquín de la calle Defensa
Foto: Fernanda Corbani
Últimamente estamos asistiendo inertes a una voraz e irracional destrucción de nuestra ciudad. Algunas edificaciones valiosas en barrios tradicionales están demoliéndose y se propone una supuesta modernización de ciertos barrios, como San Telmo. Quizá usted pueda comprender nuestra desazón si alguna vez sintió tristeza cuando en su barrio vio cómo de la noche a la mañana destruían algún valioso inmueble, cómo se esfumaba un rincón de sus recuerdos.
Permitan ustedes que nos detengamos en sólo dos hechos significativos de los cientos que el lector podrá observar o habrá observado si mira con algún detenimiento la ciudad.
Hace aproximadamente un mes, no se trató la catalogación del petit hôtel de Montevideo 1244, con lo que quedó esta bella casa que forma parte del conjunto de la plaza Vicente López pendiente de ser demolida. En cualquier momento así se hará y perderemos, otra vez, un jalón de nuestro patrimonio cultural. Se trata de un edificio construido por el estudio Acevedo, Becú y Moreno, diseñadores también de las tribunas del Hipódromo de San Isidro, de la Residencia Acevedo -actual embajada de Arabia Saudita- y del consulado de España.
Por otro lado se acaba de proponer un proyecto Prioridad Peatón en la calle Defensa del tradicional y turístico barrio de San Telmo, que pretende nivelar veredas y calles, reemplazar el antiguo adoquín que recubre sus calles y eliminar las luminarias de estilo antiguo y sus rejillas imbornales.
Existen varias razones para "cuidar" nuestra ciudad. Buenos Aires es el fruto de un pasado y una historia. La ciudad refleja nuestra identidad cultural. Nos brinda una memoria colectiva; es el barrio que recordamos, que, además de tener un valor personal e identitario, muchas veces tiene valor cultural y arquitectónico y brinda ese sabor de nuestra misteriosa Buenos Aires.
Recordemos lo que ha sucedido con barrios tan bellos como Belgrano. Calles como Olleros o Federico Lacroze, ostentando casas y petit hôtels de diferentes estilos junto con añosas arboledas que le conferían distinción y rasgos sumamente particulares.
El afán de modernización (?), el lucro ilimitado, la falta de planificación urbana no protegieron tal herencia cultural y han dejado lugar a edificios de departamentos que han desfigurado el carácter de este barrio. ¿Tenemos que padecer eternamente la misma historia?
Se puede hacer crecer, se puede modernizar una ciudad; pero se debe realizar esto con racionalidad e inteligencia, con una planificación urbana equilibrada ¿Acaso queremos continuar con este tipo de experiencia y continuar destruyendo nuestra herencia patrimonial? ¿Por qué no impulsar una política que mantenga las fachadas valiosas y permita la reconstrucción del interior?
Esto es lo que debería hacerse con un edificio como el mencionado de Montevideo 1244. De hecho, la mayoría de las ciudades europeas que se caracterizan por su belleza y armonía han preservado fachadas y modernizado interiores, y han mantenido en perfecto equilibrio herencia cultural y progreso.
Por otra parte, llama la atención que frente al incremento del turismo en este último tiempo no se considere el valor de nuestro patrimonio cultural, de nuestros petit hôtels tan característicos de una época de la Argentina, así como de muchas casas o pequeñas mansiones producto del bienestar y apogeo de esta ciudad portuaria floreciente.
Una mansión, un petit hôtel , un edificio de estilo que se demuele es irrecuperable; enluta la ciudad; la vuelve más mediocre, más gris, le quita ese "no sé qué" que tenían nuestras callecitas.
¿Qué turista va a querer recorrer esta ciudad si lo que iremos ofreciendo es edificios de departamentos que pueden encontrar en cualquier ciudad del mundo? ¿Qué visitante querrá visitar un San Telmo sin su patrimonio ni su encanto de empedrados y adoquines que resistieron al tiempo?
Podemos embellecer la ciudad, pero no quitando aquello que la identifica; podemos mejorar el tránsito a peatones, pero mediante elementos removibles que no alteren la esencia del lugar. Quitar los adoquines, destruir los cordones y las luminarias una vez más resulta irrecuperable.
Paradójicamente, San Telmo se encuentra en el área de protección histórica, y existe la ley 65 (de preservación del adoquinado), sancionada durante el gobierno de Aníbal Ibarra. ¿A qué intereses responde esta nueva propuesta? ¿Por qué no se respeta lo que la ley indica?
Frente a una mirada impotente; frente a la actitud escéptica o apática, nosotros pensamos que los ciudadanos debemos señalar nuestra posición al respecto, ya sea acudiendo a los vecinos del barrio, enviando cartas a los diarios, uniéndonos en asociaciones como Basta de Demoler u otras semejantes que reflejen nuestras preocupaciones, demostrando a los legisladores que estos temas nos preocupan y que no pueden avasallar nuestra ciudad impunemente, ya que, de continuar así, nuestra misteriosa Buenos Aires pasará a ser inexistente.
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