(Χριστός Ανέστη! Αληθώς Ανέστη!)
Siento que los cristianos griegos han podido captar el misterio de la pascua cristiana en su verdadera dimensión: “Cristo ha resucitado, sin lugar a dudas!” Todo ese “via crucis” latino, con estaciones donde intensificar el dolor de una muerte –voluntaria, de creer en los evangelios- por todos nosotros, pecadores, haciéndonos sentir culpables, cae de bruces ante el saludo griego, tan esperanzado, fresco y arrollador como el “Evohé!” de las bacantes: Cristo ha resucitado, y lo demás no importa demasiado…
Ese énfasis que la iglesia católica –principalmente- pone sobre la prendición, las flagelaciones, los vituperios y demás cobardías del populacho para terminar en la infamante cruz de los malhechores, no es otra cosa que el subterfugio ideado para provocar el sentimiento de culpa. Sentimiento del que la propia iglesia carece cuando en la voz de su máxima autoridad se niega a pedir perdón por la paidofilía de muchos de sus sacerdotes olvidando, justamente, que “quien hiciere algo contra mis pequeñitos me lo estaría haciendo a mí” en palabras del Maestro Jesús…
En cuanto a la Pasión de Cristo, esa que convoca al doble de fieles que de costumbre a las iglesias, da absolutamente lo mismo que sea Jesús el protagonista o cualquier otro ser humano que haya sido torturado y brutalizado a lo largo de la historia, porque el protagonista no tiene relevancia alguna cuando no se explora ni se profundiza respecto a su persona o mensaje. Los cristianos no suelen abordar la interioridad emocional de alguien que fue traicionado, desconocido por los suyos, martirizado al límite para limpiar los pecados de sus captores, desamparado en medio de un infierno, y sobre todo siendo un enviado de Dios que carga en su espalda la responsabilidad más grande jamás dada a un hombre…
El mensaje subyacente queda detrás –supongo que porque así conviene para dominar a través del miedo- de la parafernalia de sangre y vómito. Esa es nuestra herencia hispánica, la que subraya hasta en los nombres femeninos –Dolores, Martirio, Angustias, Suplicio, etc.- ese regodeo en autoconmiseración y masoquismo. La de una sevillana semana de encapuchados y flagelantes que se colorea de rojo todavía aún más en Méjico, con los crucificados por su voluntad… tal vez sincretizados con la antigua devoción a Xipe Totec, el Señor Maíz.
Pero hoy Cristo ha resucitado y con él, seguramente, la esperanza. La esperanza de una resurrección para todos, ya que su muerte sólo fue una muestra de lo que significa ese destino común de ir y volver. He ahí el mensaje, el primero de los dos mensajes maravillosamente esperanzados que transmitió el Maestro hace unos dos milenios: Todos tenemos un padre común y todos regresaremos de la muerte.
Por ese motivo no hacemos hincapié en el hecho de la muerte en sí, que es nada más que un trámite. Si verdaderamente tenemos fe, confiaremos en esa resurrección mostrada y prometida indiscriminadamente, como corresponde a una paternidad seria y responsable.
Para mis amigos cristianos entonces, mi humilde saludo griego: “Christos anesti!” Seguramente los que lo son de corazón y entendimiento me responderán “Aléthos, anesti!”
Ese énfasis que la iglesia católica –principalmente- pone sobre la prendición, las flagelaciones, los vituperios y demás cobardías del populacho para terminar en la infamante cruz de los malhechores, no es otra cosa que el subterfugio ideado para provocar el sentimiento de culpa. Sentimiento del que la propia iglesia carece cuando en la voz de su máxima autoridad se niega a pedir perdón por la paidofilía de muchos de sus sacerdotes olvidando, justamente, que “quien hiciere algo contra mis pequeñitos me lo estaría haciendo a mí” en palabras del Maestro Jesús…
En cuanto a la Pasión de Cristo, esa que convoca al doble de fieles que de costumbre a las iglesias, da absolutamente lo mismo que sea Jesús el protagonista o cualquier otro ser humano que haya sido torturado y brutalizado a lo largo de la historia, porque el protagonista no tiene relevancia alguna cuando no se explora ni se profundiza respecto a su persona o mensaje. Los cristianos no suelen abordar la interioridad emocional de alguien que fue traicionado, desconocido por los suyos, martirizado al límite para limpiar los pecados de sus captores, desamparado en medio de un infierno, y sobre todo siendo un enviado de Dios que carga en su espalda la responsabilidad más grande jamás dada a un hombre…
El mensaje subyacente queda detrás –supongo que porque así conviene para dominar a través del miedo- de la parafernalia de sangre y vómito. Esa es nuestra herencia hispánica, la que subraya hasta en los nombres femeninos –Dolores, Martirio, Angustias, Suplicio, etc.- ese regodeo en autoconmiseración y masoquismo. La de una sevillana semana de encapuchados y flagelantes que se colorea de rojo todavía aún más en Méjico, con los crucificados por su voluntad… tal vez sincretizados con la antigua devoción a Xipe Totec, el Señor Maíz.
Pero hoy Cristo ha resucitado y con él, seguramente, la esperanza. La esperanza de una resurrección para todos, ya que su muerte sólo fue una muestra de lo que significa ese destino común de ir y volver. He ahí el mensaje, el primero de los dos mensajes maravillosamente esperanzados que transmitió el Maestro hace unos dos milenios: Todos tenemos un padre común y todos regresaremos de la muerte.
Por ese motivo no hacemos hincapié en el hecho de la muerte en sí, que es nada más que un trámite. Si verdaderamente tenemos fe, confiaremos en esa resurrección mostrada y prometida indiscriminadamente, como corresponde a una paternidad seria y responsable.
Para mis amigos cristianos entonces, mi humilde saludo griego: “Christos anesti!” Seguramente los que lo son de corazón y entendimiento me responderán “Aléthos, anesti!”
1 comentario:
QUE EL AMOR DE JESUS A NOSOTROS,SEA EL EJEMPLO A SEGUIR AMIGO QUERIDO!!!
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