La ateroesclerosis de América Latina
Si es verdad lo que dice el pelado Gustavo sobre el sincronismo universal, no ha de ser casual que el revival de Eduardo Galeano y “Las Venas Abiertas de América Latina” llegue casi al mismo tiempo que la muerte de Corín Tellado.
La escritora asturiana cautivó a millones de lectores con sus “novelas rosa”, unos relatos sentimentales “redundantes y básicos”, al decir de un crítico español, con los que se convirtió en la autora de habla hispana más leída después de Cervantes. Al enterarse de su fallecimiento, ocurrido el pasado 11 de abril, Mario Vargas Llosa elogió a Corín Tellado como “una escritora de fábulas nata que, sin gran formación, tenía una intuición romántica que calaba entre su público”. Aunque el peruano no lo comparta, y el Pelado no se refiera estrictamente a estos tópicos cuando habla del sincronismo universal, ¿no es esto aplicable también a la obra de Galeano? ¿No es “Las venas abiertas” una fábula romántica, al menos en el sentido filosófico del término?
Nada habría sucedido si Hugo Chávez no le regalaba el bestseller del escritor uruguayo a Barack Obama, con el objetivo de que el presidente estadounidense comprendiera las raíces de la dominación y la humillación latinoamericanas, presunta matriz de todas nuestras miserias. El obsequio disparó megaventas en el portal Amazon.com, al punto de convertir a “Las venas abiertas” en el segundo libro más vendido en inglés y el primero en español.
Pensándolo bien, quizás la comparación resulte injusta con la obra de Corín Tellado. La escritora planteaba triángulos amorosos de resolución más o menos compleja, infidelidades que se exculpaban en el amor pero que dejaban una estela de dolor inmerecido. La cosmovisión de Galeano, en cambio, no admite más que unos personajes de historieta conviviendo en un estado de cosas igualmente binario y facilongo. En “Las venas abiertas”, su fábula de mayor aliento narrativo, las contradicciones y responsabilidades personales se licuan en un mar de excusas, datos arbitrarios, razonamientos falaces y retórica sentimental. Más que al de la escritora asturiana, su mundo se parece al de Marcial Lafuente Estefanía (otro español que vendía novelitas como pan de a kilo) con sus hacendados despóticos, sus viudas corajudas y sus vaqueros altos, románticos y justicieros, conviviendo en un far-west de pacotilla.
Pero nadie debería sentirse culpable por haber creído en estas fábulas. A cierta edad, la estructura psicoemocional de los seres humanos no permite integrar marcos interpretativos complejos, contradictorios o paradójicos. El problema aparece cuando las personas entran en la edad adulta con tales embelesos. Lo que hermana a ambos autores es que los dos nos vendieron mundos ilusorios, pero a diferencia de Tellado, cuyos relatos eran ficcionales y francamente artificiales, Galeano tuvo pretensiones sociológicas y motivaciones políticas para escribir sus fábulas. Por cierto, si alguien intentó resolver los enigmas del amor con la literatura de Tellado habrá sufrido los mismos fracasos de quien procurara resolver la pobreza latinoamericana tomando “Las venas abiertas” como manual.
En la ilusión de Corín Tellado el amor era sinónimo de enamoramiento, y por esa vía evitaba a sus lectores toda referencia a los sinsabores de la construcción adulta de un espacio amoroso. La ilusión de Galeano necesitaba extirpar todo matiz y contradicción, borrar del mapa todo genocidio, sistema de explotación o guerra sanguinaria perpetrada por indígenas opresores contra indígenas oprimidos, con anterioridad a 1492. Andando los siglos, aquel mundo con buenos y malos como en los comics apenas si cambiaría de protagonistas. Terminaría resultando extraordinariamente operativa para canalizar el descontento de una generación de latinoamericanos sumida en la opresión y la desesperanza. Sólo que aquel relato, como los que vendrían después, era una ilusión propia de un narrador de fábulas, y no un diagnóstico riguroso y ponderado de la realidad.
C.Wright Mills, un sociólogo estadounidense que escribió una de las más festejadas apologías de la Revolución Cubana reservaba para este tipo de relatos izquierdistas pseudo académicos y concebidos para la agitación el mote de “marxismo vulgar”. Parafraseando a José Carlos Mariátegui en sus consideraciones sobre Lenin (que había simplificado a Marx para agitar a las masas rusas) “Las venas abiertas” muestra las urgencias de su autor como un “hombre operante”, más que el imprescindible rigor intelectual de un “hombre pensante”.
Es difícil reconocer en la cosmogonía de Galeano las paradojas y contradicciones de la peripecia humana en cualquier proceso histórico. ¿Qué lugar ocuparía en ella un obispo progresista que abusa de jovencitas a las que embaraza y abandona? ¿Y el exguerrillero acusado de violar a su hijastra? ¿Y el revolucionario que mata a sangre fría a sus prisioneros y encarcela a los homosexuales? ¿En qué se diferencian de los personajes tradicionales de la derecha reaccionaria, del hacendado violador, el ministro venal o el sargento sádico? “Las venas abiertas” nos oculta una consideración fundamental en el análisis de cualquier conflicto social: más que antagonistas y enemigos de clase, aparecen pares de opuestos que dirimen sus majaderías con violencia, desprecian la vida humana y las instituciones republicanas, y explotan la miseria de sus connacionales para cimentar su propia gloria. Da lo mismo que se escuden en la liberación nacional, el derecho de propiedad o el acceso al Paraíso.
“Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha transmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo, la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y consumo, los recursos naturales y los recursos humanos". La introducción del bestseller dice casi todo lo que tenemos que saber sobre el pensamiento de su autor. "Perdimos; otros ganaron. Pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos”, afirma Galeano. “La lluvia que irriga los centros del poder imperialista ahoga los vastos suburbios del sistema. Del mismo modo, y simétricamente, el bienestar de nuestras clases dominantes... es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una vida de bestias de carga.”
El concepto es seductor pero probadamente falso. El presente de América Latina muestra que la alternativa a aquel estado de cosas no iba a llegar de la racionalidad de “Las venas abiertas” sino de una visión superadora. De lo contrario, no sería posible entender que algunos gobernantes de izquierda como Lula, Vázquez o Bachelet, deslumbrados alguna vez por la fantasmagoría de Galeano, llegaran a administrar con razonable éxito las ventajas del capitalismo en la generación de riquezas, mientras intentan construir un orden social inspirado en la rebeldía socialista frente a la injusticia y la inequidad.
Pretender que Obama descubra las causas de nuestro rezago en la obra de Galeano es como suponer que la lectura de “Tengo que abandonarte” o “Mi boda contigo” - dos novelas de Tellado llevadas al cine a comienzo de los setenta - nos ayudará a mejorar nuestra vida de pareja. Sólo podía ocurrírsele a un líder estrafalario como Hugo Chávez.
Pero no dramaticemos.
Quizás por aquello del sincronismo universal del que habla siempre el pelado Gustavo, “Las Venas abiertas” aparece en Amazon como “literatura y ficción” al igual que las “novelas rosa” de Corín Tellado. No es de extrañar que se estudie en las Escuelas de Letras de algunas universidades tercermundistas y no en las de Economía, Historia o Ciencias Políticas. Lástima que nos tomara tanto tiempo comprenderlo.
Gerardo Sotelo
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