Alberto Santiago Pavés, babalorisha de amplia actuación en la cuenca del Río de la Plata y más conocido como el pai Mara, se despidió esta mañana del escenario del mundo y especialmente del mundo del batuque riograndense al que accediera a través de su iniciador pai Joao (Correia Lima) de Bará -ìgbà e- y que siempre consideró su escenario. Pionero entre otros en Argentina para esta modalidad religiosa, su particular visión del batuque le permitió formar una escuela -que se autocalifica como "jeje" aunque en realidad sea una versión personal del modelo Oyo- donde lo más impactante consiste en la presentación visual de los festejos públicos como si se tratase de una especie de varieté, con guantes de seda, capas bordadas y plumas incluidas, mise-en-scène bastante ajena a la simple naturalidad del culto de batuque.
Retirado del ambiente desde muchos años atrás, pai Mara fue poco afecto a vincularse con sus pares religiosos y sólo comparecía en ceremonias específicas, como liberaciones u homenajes de ese estilo en casas de hijos que hasta pueden verse por You Tube, ya que cada aparición suya era un despliegue escénico y sus cientos de devotos se desvivían por filmar sus desplazamientos coreográficos, sus ropajes versallescos y sus gestos circunspectos mezclados con mohínes de prima donna.
El pai Mara no soportó la edad -la que se supone que añade sabiduría, cuando hay criterio- la enfermedad que lo tenía prácticamente postrado de dolor, ni la soledad que había buscado con tanto ahínco por décadas y luego le jugó en contra. Tuvo cientos, o tal vez un millar de hijos; fue un dios para muchos y omiso para otros a quienes se negó a despedir ritualmente cuando la hora de la muerte les llegara de improviso y hasta en plena juventud...
Hoy, él mismo decidió salir por la puerta trasera bajo la responsabilidad de su propia mano, quizá esperando que el telón bajase para sí misericordiosa y definitivamente.
Ka sún re o! Que descanse en paz...
Retirado del ambiente desde muchos años atrás, pai Mara fue poco afecto a vincularse con sus pares religiosos y sólo comparecía en ceremonias específicas, como liberaciones u homenajes de ese estilo en casas de hijos que hasta pueden verse por You Tube, ya que cada aparición suya era un despliegue escénico y sus cientos de devotos se desvivían por filmar sus desplazamientos coreográficos, sus ropajes versallescos y sus gestos circunspectos mezclados con mohínes de prima donna.
El pai Mara no soportó la edad -la que se supone que añade sabiduría, cuando hay criterio- la enfermedad que lo tenía prácticamente postrado de dolor, ni la soledad que había buscado con tanto ahínco por décadas y luego le jugó en contra. Tuvo cientos, o tal vez un millar de hijos; fue un dios para muchos y omiso para otros a quienes se negó a despedir ritualmente cuando la hora de la muerte les llegara de improviso y hasta en plena juventud...
Hoy, él mismo decidió salir por la puerta trasera bajo la responsabilidad de su propia mano, quizá esperando que el telón bajase para sí misericordiosa y definitivamente.
Ka sún re o! Que descanse en paz...
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