Reflexiones que uno mismo se hace, en palabras de ìyá Fáwunmi


Hay quienes creen que ir a Nigeria para una consagración tiene el valor agregado de la Tierra (por ser africana) el aire que se respira (por ser aire africano) el agua (por ser africana) y el fuego (por ser africano)
¿Será que Olódumàre ha hecho diferencias al utilizar los 4 elementos de la Naturaleza?
Nada más inexacto para estas visiones snobs que comprobamos a menudo en personas que se lanzan a temerarios viajes a países africanos en búsqueda de lo que creen es puro, verdadero y más eficaz. Resulta patético ver como muchos se entregan a una ceremonia detrás de otra sin siquiera comprender el idioma ni los pasos que se seguirán para la consagración. Los nativos hacen todo naturalmente, concentrados en lo que es su modo o uso habitual de hacer consagraciones. Consagraciones que duran muchas horas, interminables horas, en las cuales el Iyawó apenas puede mirar a algun traductor que en su amañado inglés traduce en un murmullo algunas frases cortas. Cientos de rezos y cánticos se suceden partiendo de diferentes bocas que los entonan y el resto repite en eco. No se puede interrumpir, no se puede cortar el misterio de las invocaciones. El Iyawó es un ser pasivo sujeto a recibir el àse, a ser levantado o sentado según se le indique con gestos, o literalmente alzado por los brazos si no entiende las señales.
Come lo que le ofrecen, bebe y balbucea alguna que otra palabra de su deficiente vocabulario yorubá. En forma mecánica es llevado a Èsù, ofrece, vuelve al Igbodù, pasa al baño de omiero en el rio, desnudo totalmente, vuelve al Igbodù y... así transcurre su "soñada" consagración.
En el mejor de los casos, como el de Linaje Odugbémi, su Arabá Agbaiyé le irá guiando y explicando las instancias iniciáticas después... nunca antes, pero por lo menos las tendrá.
En el peor de los casos el Iyawó quedará en el limbo de sonidos y rituales que no recordará más que parcialmente y que no podrá nunca reproducir cuando llegue a su pais occidental. Ahí es dónde comenzará su drama existencial: ha sido consagrado, es portador de un àse, pero todo lo vivió aislado en sus propios pensamientos, en sus dudas e incomprensión total de esa algarabía ritualística que es bien diferente de la de occidente; que no sabe cómo hará para aprender, cómo reproducir y transmitir. Le esperan seguramente muchos años de voluntad y sacrificio por indagar, aprender y recopilar material de estudio.

Los Iyawos de fe, lo consiguen. Los sinverguezas, lo inventan.

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