El morbo que despierta "la realidad" del reality se ha trocado en una falsa ficción, en una especie de fake-show, o como dirían los chicos de mi barrio un “falsality” que pretende sobre todo organizar una manera de ser de los pobres peruanos: miserables como aquella mujer que repite veintiún veces “ella se aprovecha porque no tengo a nadie que me dé cobijo”, que es la línea con la que Ocram (Marco Sifuentes) estrena su vlog y que desacredita con pruebas una vez más a "la doctora”.
Pero, a todo esto, habría que preguntarse, ¿por qué? ¿Por qué Laura Bozzo sigue insistiendo en que es la abogada de los pobres (vemos en la versión inglesa de Wikipedia —alucinen— que ella es una “women’s rights activist”) cuando en realidad sólo es una mujer de negocios que luego de años de arresto domiciliario en su set de televisión, fue condenada a cuatro de prisión por una responsabilidad penal que ha sombreado tremendamente su autoritario destino? (Y no olvidemos, con sentencia firme)
¿Por qué los peruanos siguen dándole crédito a un show que -como lo demostraron Ortiz y Miyashiro, con el reportaje de Elsa Ursula- es un método de "compra de falsos testimonios” que viene utilizando desde hace muchos años? ¿Por qué los televidentes —muchos de ellos también pobres— siguen expectantes los diversos programas de la Bozzo y se regodean con esas muestras de miseria humana?
Tengo una teoría al respecto: Laura Bozzo, asumiendo el rol de supra-defensora de las mujeres pobres y de sus hijos, insultando directamente a los "padres desnaturalizados" o a los "maridos machistas", no sólo contribuye a fomentar los estereotipos masculinos y femeninos, sino que inclusive organiza la identidad de las mujeres pobres como seres abyectos que necesitan de ser tutelados. ¿Para qué? Para seguir manteniendo a la mujer como una no-ciudadana, como un ser que debe de merecer compasión pero no justicia; un caso patético exponiendo su podredumbre como una forma de “reivindicación” por humillación y por supuesto, ensalzando a "la doctora", la única mujer que sí salió de esa situación... y blindando su ego megalómano.
Bozzo utiliza una terminología feminista y jurídica para crear un discurso de “defensa de la mujer”, sustentándolo superficialmente sobre la base del requerimiento de justicia, pero erigiéndose a sí misma como la representación más alta y solvente de la justicia práctica —más allá de la justicia burocrática— que soluciona los problemas con catarsis de llanto. De esta manera las mujeres que asisten a ellos sólo pueden exigir "compasión" , no reivindicaciones concretas ,perennizando el modelo de ciudadanía y tutelaje en el que se sustentan los estados latinoamericanos desde el s.XIX.
Se trata de la puesta en escena de la "barbarie" modulada, posmodernamente, por una especie de "feminismo sucio”. Este pseudo-feminismo de Bozzo propone una supuesta “sustancia” femenina con mayor solvencia moral, en este caso ella misma. Finalmente en lugar de reivindicar a la mujer, la imagen de Bozzo es la de la famosa vagina dentada y castradora que sigue apuntalando el machismo.
Fuente: Kolumnaokupa
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