La vida solitaria en el medio mundo
Barrio Sur y Palermo. El complejo habitacional Medio Mundo promete ser una excelente solución de vivienda. Aunque está totalmente vendido, sólo una pareja pudo obtener las llaves.
RENZO ROSSELLO
El Medio Mundo está pronto para estrenar. Pero sólo una joven pareja vive en el complejo. Consiguieron su apartamento luego de un "mano a mano" con la burocracia del Hipotecario. La felicidad de la casa propia ensombrecida por la extraña situación.
"Lo que más extraño es no tener vecinos, no saludar a nadie, aunque sea para pelearse por tener la música alta", dice Carlos Dotta (33), medio en serio, medio en broma. Desde hace ocho meses él y su esposa son los únicos habitantes del viejo/nuevo Medio Mundo.
El conjunto habitacional de 44 apartamentos luce sus mejores galas, pero es un anfitrión frustrado: casi nadie viene a visitarlo. Aparte de sus solitarios copropietarios, los serenos, el policía de guardia y poco más.
La antigua puerta de Cuareim 1080 ya no existe. La entrada permanece clausurada por chapas; cualquiera que pase por allí creerá que la obra en el viejo conventillo todavía sigue. Nada menos cierto. Desde hace poco más de dos años la nueva estructura del Medio Mundo espera con silenciosa resignación la llegada de sus habitantes. Y la espera sigue.
Por ahora las calles internas, los pasos elevados, los amplios patios comunes lucen vacíos, desolados. Además de Carlos y Karina sólo los serenos y el policía que cumple el 222 recorren la mítica media manzana otrora bulliciosa, animada por el llamado cadencioso de las lonjas.
El joven matrimonio que reside en uno de los apartamentos del cuarto piso del complejo no conoce a quienes serán sus futuros vecinos. Hace pocos días una futura copropietaria estuvo recorriendo el lugar y, por un momento, Carlos y Karina creyeron que por fin "inaugurarían" vecina. Los días pasaron y no hubo más noticias de la nueva residente. De no haber tenido la urgencia de vivienda -por la que pagaron su reserva hace más de seis años-, el Medio Mundo continuaría siendo una enorme y fantasmal estructura a unas cuadras del Centro.
HÁGALO UD. MISMO
Carlos y Karina estaban por casarse en 2002 y tenían dinero ahorrado para su futura casa. Carlos se crió en barrio Sur y Palermo. Como muchos montevideanos siente un especial apego por esa zona de la ciudad. Un apartamento en el reciclaje del Medio Mundo se parecía mucho al sueño de toda su vida. "Cuando hicimos el boleto de reserva teníamos todos los muebles en la casa de mi suegra, pensamos que sería por unos meses, pero los plazos se fueron dilatando y los meses fueron años", recuerda Carlos.
Y así comenzó el peregrinaje por las oficinas y mostradores del Banco Hipotecario. Una experiencia de la que no guardan precisamente los mejores recuerdos. "De muchos nos hicimos conocidos, mucha gente bien, otros no tanto, sobre todo en los mostradores. Además los rotan mucho, ibas una semana y te atendía un funcionario, a la semana siguiente te decían que lo habían cambiado para otra sección", cuenta Carlos. Entonces, de manera provisoria se mudaron para un pequeño apartamento sobre la calle Cebollatí, que por un alquiler relativamente bajo les permitía estar cerca del sitio que sería su morada definitiva.Pero el aumento de los alquileres pronto convirtió esa salida en un dolor de cabeza. "Al principio pensamos que, sin renovar el contrato, igualmente tendríamos un año de plazo para irnos y mientras tanto arreglar la situación en el Banco", recuerda Carlos. Pero pasó ese año sin que el BHU mostrara el menor atisbo de regularizar las entregas. En poco tiempo las cosas pasaron a tener un tinte más perentorio para la joven pareja: tenían un desalojo encima y la suba de alquileres ya volvía impracticable esta alternativa.
Eso bastó para poner en carrera a Karina. Iba a ir una vez más, la enésima, a la sede del BHU dispuesta a llegar hasta las puertas del directorio y reclamar lo que ya hace tiempo les pertenecía.
"Y así llegó hasta la oficina de uno de los gerentes, le explicó otra vez la situación", recuerda ahora Carlos. El funcionario del BHU echó una mirada circular a su despacho y le mostró con un gesto las pilas de expedientes que poblaban cada rincón de su oficina. "Por allí debe estar su foja, si usted se anima a buscarla siga el trámite", le dijo el funcionario a Karina. Y la dejó a solas con las decenas de gruesos expedientes. El suyo por fin apareció y con él bajo el brazo comenzó a tramitar la entrega.
El 11 de febrero de este año el BHU les entregó la llave. Una semana más tarde ya estaban ocupando su nueva casa.
SOLOS
Carlos, que trabaja como sonidista en Canal 4 fue por muchos años operador en radio Sarandí- repasa los pros y los contras de esta curiosa situación. Para contar con energía eléctrica tuvo que abrir el padrón oficial y conseguir, de esa manera, tener el recibo a su nombre. Con un trámite similar consiguió línea urbana de teléfono en Antel. "Por ahora cable no podemos poner, estuve averiguando y la empresa dice que tiene que hacer conexiones subterráneas, para lo que se precisaría la aprobación de los demás copropietarios. Así que, por ahora, televisión abierta", cuenta Carlos con algo de resignación.
Pero la falta de vecinos en el complejo trae otros problemas. El óxido empieza a ganar terreno, por ejemplo, en los sombreros de las elegantes farolas y en los puentes metálicos que unen varios cuerpos del edificio. La humedad también gana espacios en las paredes menos expuestas a la luz solar. Entre tanto, Carlos y Karina tienen esperanzas de pasar las fiestas de Navidad y fin de año con nuevos vecinos. Por ahora, disfrutan de un medio mundo para sí mismos.
Las cifras
8 Años hace que comenzó la obra de reciclaje en el antiguo conventillo Medio Mundo, la obra quedó concluida en 2006.
44 Es la cantidad de apartamentos con que cuenta el complejo. En la planta baja hay una decena de locales comerciales para estrenar.
Una obra accidentada
El complejo habitacional Medio Mundo comenzó a construirse en marzo de 2000. La crisis de 2002 llevó a la quiebra a la empresa constructora, cuando la obra estaba avanzada en un 70%.
El terreno sobre el que se levanta el ex conventillo fue avaluado en US$ 170.000. Para la obra de reciclaje el BHU invirtió 88 millones de pesos.
El boleto de reserva tenía un valor de 300 U.R., alrededor de $ 4.000 para quienes lo firmaron a partir del año 2002.
El complejo tiene un total de 44 apartamentos, 40 son unidades de dos dormitorios y cuatro de un dormitorio. La obra iba a preservar el aljibe que se encontraba en el patio central del viejo conventillo. Finalmente se eliminó. Llevaría también un mural del pintor Páez Vilaró, que no se realizó.
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