LA NACION
En cada aniversario del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, más conocido como "el Malba", la asociación es inevitable. Eduardo Costantini inauguró el museo siete años atrás, cuando la economía argentina ingresaba en el camino sin retorno de la peor de las crisis. Con el fi n de la convertibilidad, el museo replanteó su misión y fortaleció el compromiso con el arte contemporáneo, en contrapunto con grandes muestras internacionales. Así se vieron Gego, Tarsila do Amaral y, en estos días, la poética reflexión del minimalista Félix González-Torres. Museo privado, que exige una cuantiosa inversión anual, el Malba abrió las puertas a nuevos públicos, a las escuelas, al turismo, para conquistar el lugar de una institución admirada por quienes nos visitan. Dicho una y mil veces, no se entiende Buenos Aires sin el Malba, como tampoco se entiende que el Gobierno de la Ciudad exija un informe de impacto ambiental para aprobar la ampliación del Malba bajo la Plaza Perú -que tendría 3500 metros cuadrados-cuando a una cuadra de allí en Figueroa Alcorta y Salguero se levantan dos torres de 45.000 metros cuadrados.
El programa del Malba se enriquecerá con la apertura del Filba (Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires), del 12 al 16 de noviembre próximo; está en preparación una muestra sobre Amigos del Arte, en la que ha trabajado con rigor Marcelo Pacheco, curador jefe del museo. Para el año próximo, el calendario promete muestras de altísima calidad. Abrirá en marzo con la colección del Banamex, que incluye joyas de Diego Rivera y Frida Kahlo, muy en línea con las piezas que posee el Malba. Y para fines de 2009 está prevista una gran muestra de Andy Warhol, tras el acuerdo cerrado entre la Fundación Costantini y la Fundación Warhol de Nueva York.
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