Bendita dueña de la memoria, madre ágrafa, manos tendidas entre la inocencia y el saber


"No hay cosas sin interés: tan solo hay personas incapaces de interesarse por las cosas" (Albert Einstein)

Hoy mi tarde fue un campo roturado, listo para la siembra. Recibí la visita de nuestros amigos Ángela y Zabaleta que me ofrecieron como presente la visita de mãe Tonga (María Amelia Ayres) de Oshanlá.

Curiosidades de la vida, mãe Tonga ya había estado en este àse -claro que en otros tiempos, "tú eras delgadito y muy joven"- y recordaba perfectamente a María Ema.

La visita de los amigos y su amiga-madre-hermana mayor fue hilvanando recuerdos y apuntes que son esenciales para la reconstrucción de la época fundacional del batuque jeje-nagó en la República. La figura del pionero João Corréia Lima -pai João de Bàrà Èsùbíyìí- sobrevoló la tarde y trajo con él a quienes fueron sus hijos, los que están y los que no; los que se hicieron hijos suyos póstumamente y de algún modo acrecentaron su legado en la búsqueda de legitimidad "ex genesi". Caben los versos estupendos de Mario Benedetti en "Ceremonias":

Vamos a reponer lo mucho

Que perdimos

Vamos a aprovechar lo poco

Que nos queda.

En esa pasarela virtual que la memoria de mãe Tonga convocara se podía ir tejiendo la trama de la bandera del batuque que enarbolan la mayor parte de las casas más antiguas y tradicionales del Río de la Plata; las alianzas, los desentendimientos -esos vaivenes sucesivos de amor y odio que, en definitiva, tan sólo representan las dos caras de una misma moneda-

Espero que podamos crear una buena relación con mãe Tonga, una confianza que le permita seguir abriendo los cofres de la memoria para que no se pierdan esas joyas. Alhajas y pacotilla reunidas en estuches con olor a naftalina, pero cuyo brillo continúa hoy vivo en algunos casos, y en otros olvidado tras la inclemente avanzada de los tiempos más informados.

Ángela, Guillermo, mi agradecimiento por esta tarde singular y rica. En los setenta no se podía contar la verdad, en los ochenta y fuera cual fuese era imposible cambiarla; en los noventa ya era algo que sólo a muy pocos interesaba. En esta primera década del siglo XXI ella renace despojada de oropeles y leyenda: no es más que eso, la sucesión de hechos simples y a la vez maravillosos de quien estuviera allí para contarlos hoy sin interés de reconocimiento ni vanidad de improvisado. Bendiciones.

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