Muchas veces uno se pregunta qué sería de -o cómo sería- la vida personal e institucional de los viejos sacerdotes batuqueros sin el apoyo y constancia de aquellos que les acompañan, estimulan y de cierto modo les contienen. Me viene a la memoria, por ejemplo, la ìyá Isabel de Shapanan en el caso de bàbá Gustavo Villegas de Oshanlá o Adela, en el de bàbá Alfredo Echegaray de Ògún. Tengo la certeza que esas compañeras que han presenciado y soportado verdes y maduras, que de cierto modo crean y planifican las interrelaciones entre un pai de santo y sus hijos y a la vez deben hacer de enlace entre el padre y los hijos propios de su sangre es injustamente olvidada o desdeñosamente ignorada. Dentro de las generales de la ley, expreso mi agradecimiento personal y mi devota gratitud a Hilda, que lleva treinta y seis años de ese delicado ejercicio a mi lado.
Pero hoy quiero mencionar a un hombre, porque en este occidente cristiano y patriarcal son pocos los varones que aceptan el destino de su mujer como conductora y lo refrendan con bonhomía. Es el caso de bàbá Rodolfo Poggi, un memorioso observador del vaivén azaroso y no tanto de las aguas que maneja -y a su vez definen- a su compañera de la vida ìyá María del Carmen Ciarlando (aka Peggie de Yemoja Abíké, Fáwunmi)
La mirada sobre Rodolfo es la mar de interesante. Mayor iniciáticamente que Peggie, tuvo el tino de dar un paso al costado en los comienzos del despegue de la actividad religiosa de esta mujer de titanio sin dejar de apoyar, sostener, aconsejar, interpretar y hasta dar su placet a estas tres largas décadas de labor infatigable. Es que sobre todo y quizá más allá de su calidad como sacerdote, Rodolfo ha sabido que los reinos no pueden ni deben tener más que un trono y éste sólo puede ser ocupado por una persona y a la vez, esa persona debe ser aquella que tiene marcado ese destino y por ende hay que hacerle más fácil y allanado el camino que lleva a ocuparlo y mantenerse en estos ires y venires del tiempo. Y no debe ser fácil en esta sociedad contemporánea y en la recreación de los códigos impresos en las religiones afrobrasileñas donde la mujer ha conseguido espacios de poder sacro inigualados constituirse en la otra cara de la moneda, la que la sombra oculta. Normalmente, cuando es un varón el que asume su rol de conductor, la mujer que le acompaña tiene por delante un permanente desafío de búsqueda de equilibrio para no resultar invasiva (y es por esa razón que resalté las figuras de Isabel y de Adela, que son personalidades de peso pero saben tomar distancia sin dejar de ser protagonistas) Añado que de todos modos, ese lugar único al que la vida ha destinado tanto a estas mujeres señaladas como a Rodolfo Poggi, no deja de ser un verdadero compromiso. Muchas veces ese estar detrás, al lado o con la mirada alerta no es otra cosa que el cuidar y sostener hasta con los ojos a su hombre o a su mujer. Y por elevación, cuanto más quieren pasar desapercibidos y hacer convergir la autoridad sobre el otro, la adquieren de cierta manera para sí mismos.
He tenido esta semana el privilegio de conversar larga y privadamente con bàbá Rodolfo, fuera de los ámbitos sociales a los que nuestra religión nos empuja. Celebro su memoria, su capacidad de análisis, su coraje y esa devoción hacia ìyá Peggie que le ha convertido -a lo mejor sin quererlo- en una de las figuras más queridas de esa casa. Sin poseer la apertura inmediata que invita a quererlo -como es el caso de bàbá Carlos Jacod, de Oshanlá, también- provoca un sentimiento de admiración y respeto. Con él se puede hablar de todo, porque es un hombre instruído y capaz, pero vale más la pena escucharle pues es testigo -más- desapasionado de los primordios del batuque en Argentina, cuando la personalidad arrolladora de ìyá Nélida Baños de Fraga introducía a su aire el rito secular. En esos tiempos difíciles y augurales, estaba allí desamparado en su inocencia de argentino de clase media judeocristiana observando las mareas de este movimiento que hoy puede ver afianzado en la sociedad que integra. Y entonces puede narrarlo más despojado de amores y odios subjetivos con la sensibilidad e inteligencia que dan cuenta de su capacidad. Por este motivo y porque disfruto enormemente de su charla llena de pausas y reflexiones acertadas es que brindo mi respetuoso homenaje a este grande que eligió permanecer a la sombra para poder aprender mucho, mucho más.
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