Es un hecho que la maternidad parece ser la función primordial de algunas mujeres.
Digo algunas porque afortunadamente no para todas resulta una carga, un peso, un fastidio. Muchas no han sido agraciadas por su Odù para gestar en su vientre y al tiempo que se realizan como profesionales, seres humanos y estudiantes de las más diversas asignaturas, toman la decisión de recibir en su casa hijos gestados por otras que no quisieron o supieron criar por diversos motivos.
Los estados continúan emitiendo dobles mensajes: prohíben a la mujer tomar decisiones sobre su cuerpo y gestaciones y a la vez llenan de trabas burocráticas el camino de aquellas parejas que optan por asumir a uno o más niños como propios.
Cuidar, alimentar, educar, contener a un niño es un acto verdadero de amor. No es amor ese accidente que hace que alguien deseche el fruto inocente de una relación entre dos a todas luces irresponsable. Por ese motivo (y aún otros que no vienen al caso) admiro a Cristina S. que, teniendo su vida solucionada bajo muchos puntos de vista, deseó y logró convertirse en madre de una niña preciosallamada Natalia que paga con creces el amor recibido. En la foto, ambas fueron fotografiadas por el marido y papá respectivo en París.
Hace tiempo que están anotados en una larga lista de espera para darle un hermanito/a a Natalia. Porque criarse con hermanos es saludable; crecer juntos, jugar con un hermanito, aprender a compartir el amor de sus padres es un proceso que ayuda a insertarse en la sociedad. Pero parece mentira: los hogares infantiles de mi país están llenos de chiquilines carentes de amor mientras hay quienes lo tienen de sobra -además de medios para desarrollar el talento natural de un niño archivado en un depósito estatal- y deben aguardar que un juez de turno decida en medio de un papeleo interminable de años el otorgarles la custodia...
Este país espera cambios en serio. Al menos yo, como ciudadano, los espero. Los niños -que serán los futuros ciudadanos de este estado- no pueden ser rehenes de una burocracia insensible. Quienes desean adoptar, teniendo medios suficientes y sobre todo capacidad de amor y contención tampoco merecen el ninguneo de los gobiernos, mucho menos cuando se autodefinen "progresistas".
Esta es otra asignatura pendiente, y urge.
Digo algunas porque afortunadamente no para todas resulta una carga, un peso, un fastidio. Muchas no han sido agraciadas por su Odù para gestar en su vientre y al tiempo que se realizan como profesionales, seres humanos y estudiantes de las más diversas asignaturas, toman la decisión de recibir en su casa hijos gestados por otras que no quisieron o supieron criar por diversos motivos.
Los estados continúan emitiendo dobles mensajes: prohíben a la mujer tomar decisiones sobre su cuerpo y gestaciones y a la vez llenan de trabas burocráticas el camino de aquellas parejas que optan por asumir a uno o más niños como propios.
Cuidar, alimentar, educar, contener a un niño es un acto verdadero de amor. No es amor ese accidente que hace que alguien deseche el fruto inocente de una relación entre dos a todas luces irresponsable. Por ese motivo (y aún otros que no vienen al caso) admiro a Cristina S. que, teniendo su vida solucionada bajo muchos puntos de vista, deseó y logró convertirse en madre de una niña preciosallamada Natalia que paga con creces el amor recibido. En la foto, ambas fueron fotografiadas por el marido y papá respectivo en París.
Hace tiempo que están anotados en una larga lista de espera para darle un hermanito/a a Natalia. Porque criarse con hermanos es saludable; crecer juntos, jugar con un hermanito, aprender a compartir el amor de sus padres es un proceso que ayuda a insertarse en la sociedad. Pero parece mentira: los hogares infantiles de mi país están llenos de chiquilines carentes de amor mientras hay quienes lo tienen de sobra -además de medios para desarrollar el talento natural de un niño archivado en un depósito estatal- y deben aguardar que un juez de turno decida en medio de un papeleo interminable de años el otorgarles la custodia...
Este país espera cambios en serio. Al menos yo, como ciudadano, los espero. Los niños -que serán los futuros ciudadanos de este estado- no pueden ser rehenes de una burocracia insensible. Quienes desean adoptar, teniendo medios suficientes y sobre todo capacidad de amor y contención tampoco merecen el ninguneo de los gobiernos, mucho menos cuando se autodefinen "progresistas".
Esta es otra asignatura pendiente, y urge.
1 comentario:
Que alegría por Natalia, y sus papás. Ahora es lamentable que existan estas situaciones en la cual hay una familia que puede brindarle todo el amor que es lo más importante a una criatura, y claro bienestar económico, educación etc. y la "justicia"por decir algo trabe esa adopción.
Es triste si, lo de los hogares me llegó la verdad al corazón pero uno siente impotencia al no poder hacer nada. Aveces tenemos las manos atadas, no es un consuelo "decir igual no puedo hacer nada", se siente rabia porque el sistema no cambia, tengamos esperanzas a ver que pasa...Ìgbíntòsí
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