El (no) lugar de la religión
(fotos de Dany Barreto)
Quiero reiterar que estoy muy orgulloso de haber colaborado en este proyecto que realmente fue el que más me entusiasmó en los últimos meses. Me parece sumamente importante la conjunción de religión, arte y antropología que se da en esta obra –una combinación infrecuente, al menos por estos lares.
Está muy bien que un libro que cruza fronteras (entre el arte, la antropología y la religión) sobre seres que tienen, entre sus principales atributos, permitir o no la comunicación entre el mundo espiritual con el terrenal, sea presentado por individuos que también cruzan y trascienden disciplinas y profesiones.
Reginaldo Prandi, pese a ser el sociólogo que más y más importantes trabajos ha publicado sobre las religiones afrobrasileras en las últimas dos décadas, es también un magnífico escritor. Sus últimos libros incluyen relatos de la mitología afrobrasilera para niños y hasta una novela, una ficción policial ambientada en el mundo de los terreiros, llamada Morte nos Búzios. Además su recopilación de mitos afroamericanos Mitología dos Orixás es casi una verdadera biblia para muchos terreiros.
El Babá Milton de Xango es un religioso pero también es un formidable escritor, un erudito, un verdadero hombre del renacimiento. También es un verdadero antropólogo aunque (todavía) no tenga el título – pero como dirían en candomblé “nasceu feito” no necesita el título porque ya trae la capacidad desde la panza de su madre. Sus libros Contribución al estudio de Eshu y Batuque: Una religión natural son imprescindibles para comprender esta variante religiosa.
Armando Vallado es, además de pai de santo de candomblé, sociólogo, y ha publicado un libro sobre Iemanjá que ya es un clásico en el tema (Iemanjá, a grande mãe africana do Brasil)
Juan Batalla es un artista que posee una fuerte experiencia etnográfica. Este bagaje vivencial y de conocimientos, junto con sus dotes de fino observador, se puede apreciar en su obra artística (lo mismo cabe para Dany Barreto) Sus capacidades de etnógrafo también resultan evidentes en el texto sobre Exú que escribió para este libro. Es tan completo que lo leí y pensé: y ahora yo ¿qué escribo? Entonces me decidí a hacer algo quizás más literario y más cerca de la experiencia de las personas que practican religión en este lado del Plata.
Quiero resaltar la importancia de presentar este trabajo en un centro que siempre se caracterizó por la difusión de la cultura brasilera en Buenos Aires. Y un espacio al que habitualmente (después de los esfuerzos pioneros de Silvia Díaz en la década del 80) las religiones afrobrasileras o la cultura afrobrasilera de manera más general no llegaban.
Como suelen afirmar los estudiosos, la metáfora fundante de la nacionalidad brasileña es la de las tres razas (la blanca, la negra y la indígena), cuya mezcla, biológica y cultural, da nacimiento a las características originales y únicas del pueblo brasilero. Sin embargo, la imagen de la nación brasilera que se quiere proyectar hacia afuera, especialmente en el Mercosur, es diferente. Se enfatiza no tanto lo mestizo y lo popular, sino lo blanco y la alta cultura –una construcción de la nación brasilera como moderna y erudita.
Habría entonces una construcción interna de la nación, donde ciertos ítems culturales (usualmente de la cultura popular) son elaborados y presentados como símbolos de la nacionalidad, y habría también una construcción externa de la nación donde son movilizados y presentados los ítems de la "alta cultura" (y cuando mucho algunos productos de la cultura de masas) que son considerados los apropiados para una identificación hacia el exterior, moderna.
Nota académica: La cultura popular parece ser particularmente apropiada para construir la idea interna de nación ya que puede ser visualizada como una "esencia incontaminada" de lo nacional, supuesta portadora de los atributos de antiguedad, tradición, simplicidad y autenticidad, en oposición a otros rasgos más modernos y urbanos. Esta idea de lo esencial que proviene del pueblo y que posibilita la comunidad parece responder a " la concepción "naturalista" y cuasi-étnica, oriunda de la tradición romántica alemana" . A la vez, parece no del todo adecuada para construir una imagen , hacia el exterior y en un contexto de integración económica, de nación moderna , pujante, ejecutiva. Las actividades religiosas, por su supuesto carácter anti-moderno (consideradas desde el paradigma de la secularización, uno de los presupuestos de la modernización) serían particularmente inadecuadas para transmitir una imagen moderna. Quizás las culturas populares sean particularmente apropiadas para construir naciones e inadecuadas para representar estados.
Por ello es que usualmente las muestras en centros culturales más o menos oficiales son siempre de “alta” cultura (pinturas, fotos, literatura) y menos o casi nunca, de cultura popular (samba, capoeira, candomblé) Estas manifestaciones se difunden a través de otros canales informales, debido a la acción de inmigrantes o de locales que conocieron estas artes en Brasil.Esta construcción diferente de la nacionalidad en el exterior, especialmente hacia la Argentina es quizás necesaria para contrarrestar a su vez los estereotipos que solían tener los argentinos (o quizás algunos aún tengan) sobre los brasileros como macaquitos –como negros y por ende con poca cultura- (a raíz de una caricatura que apareció en un diario local en 1920 cuando vino a jugar el seleccionado brasilero de fútbol)
Este estereotipo se contrapone a su vez a la construcción de una imagen nacional de una Argentina blanca, europea, moderna y racional (como mucho, católica): Esta, es claro, es sólo una imagen ideal y dista mucho de ser la realidad. La idea de una Argentina blanca sólo se sostiene tomando como representativa de toda la nación sólo a la ciudad de Buenos Aires y sólo unos cuantos barrios, para eso. Lo mismo se puede decir para el arribo de los inmigrantes europeos como el momento fundante de nuestra nacionalidad. Si tuviéramos una mirada más federal de la nación podríamos ver los miles de argentinos que tienen ascendencia indígena y afro, como en cualquier país de América Latina.
Respecto de la “racionalidad” imperante en la ciudad, me gusta señalar que Buenos Aires tiene muchos más santuarios de santos y vírgenes milagrosos que, por ejemplo, Río de Janeiro o São Paulo. Dentro de la ciudad tenemos el santuario de San Cayetano, de San Pantaleón, de San Jorge, de San Benedito, de la Virgen Desatanudos, de la Medalla Milagrosa –y a todos ellos acuden miles de fieles por año en busca de milagros de distinto tipo- Sin olvidarnos de Gardel, Gilda o la Madre María en el cementerio de la Chacarita. Dentro de la ciudad tenemos altares al Gauchito Gil en Chacarita, Parque Saavedra, Palermo y Constitución (sin contar todos los que ya hay en plazas del Gran Buenos Aires) Fuera de la ciudad tenemos también una gruta milagrosa de la Virgen de Lourdes en Santos Lugares, un santuario milagroso de María de la Rosa Mística en La Plata, y claro, algo más lejos, las iglesias de Luján y de María del Rosario de San Nicolás, epicentros de peregrinaciones con miles de devotos. Quizás Rio de Janeiro tenga más terreiros de umbanda y candomblé, pero ya son miles también los que tenemos por el Gran Buenos Aires. Hay que entender entonces que los templos de religiones afrobrasileras, lejos de ser una novedad absoluta e inexplicable (para los medios, por ejemplo), sólo se suman a esta centenaria tradición mágico-religiosa que tenemos de pedir ayuda para problemas de nuestra vida cotidiana a seres espirituales poderosos. Ya sean santos católicos, Vírgenes, santos populares, cantantes de tango y de cumbia, gauchos alzados, y ahora exús, pombagiras, caboclos y pretos velhos.
La tradición religiosa que nos ocupa hoy, que para Montevideo y Buenos Aires llega no desde Bahía ni Rio, sino mayormente de Porto Alegre (o de Montevideo también, para nosotros), es una tradición negada aún dentro del estado que le dio origen. Rio Grande do Sul, a diferencia de Bahía por ejemplo, construye su identidad estadual o provincial sobre el legado gaúcho o de los inmigrantes y no de la cultura negra. La rica tradición cultural religiosa negra del estado es invisibilizada o ignorada. No es casual que el batuque gaúcho que es la variante religiosa afrobrasilera que más se ha expandido fuera del Brasil, con miles de templos en Buenos Aires y muchos cientos o quizás un millar en Montevideo, sea prácticamente desconocido dentro del país donde se originó. Donde apenas tiene una monografía del antropólogo Norton Corrêa que lo describe y algunos trabajos de Ari Oro en revistas académicas o su libro sobre transnacionalización religiosa.
Tenemos entonces la paradoja que la forma cultural brasilera que más se ha popularizado en Argentina (en el sentido de expansión numérica y también de popular) es ignorada en los centros académicos y culturales, quizás porque los argentinos ya se han apropiado de ella y el crecimiento es endógeno, pese a que el portugués o el portuñol sigue siendo la lengua ritual (junto con el africano batuquero riograndense) y también de las entidades espirituales.
Pero la presentación de este libro en este centro comienza a compensar esta brecha entre la expansión real de un fenómeno cultural/religioso y su valoración o visibilidad oficial. Y como no podía ser de otra manera, este comienzo, este nuevo emprendimiento, viene de la mano de Exú. Lo que prácticamente nos garantiza que el camino que nos abre será largo y fructífero.
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