Releyendo a Stendhal


Rojo y Negro es, sin duda, una de las obras maestras de la novela romántica. Aparecen en ella las pasiones amorosas con un gran detalle psicológico, como es muy propio de Stendhal. También se describe, admirablemente, la mezcla del amor con otras pasiones (básicamente, con el orgullo de Julián Sorel, el protagonista) y cómo influyen unas sobre otras hasta provocar el desenlace final. Haría falta un libro entero para contar todos los méritos de esta obra.

El argumento está basado en hechos reales: en aquel entonces -por la época del autor- un joven seminarista llamado Antoine Berthet (en la novela, Julián Sorel) entró a una iglesia, mató a su antigua amante -una mujer casada y con hijos (aquí, Madame de Rénal)- y luego se disparó aunque sin conseguir matarse. De él se sospechaba también que había seducido a una joven a la que daba clases particulares (Matilde en la ficción) Finalmente, Berthet fue condenado a muerte. Al parecer fue de estos sucesos que sacó Stendhal el argumento de la obra retocándolos lógicamente para darle mayor profundidad psicológica y dramática.

Al lector moderno le resultará sin duda curiosa la visión que ofrece esta obra acerca de las pasiones, porque en una época como la nuestra -en la que tanto abundan las noticias de amantes que asesinan a sus amadas y luego intentan suicidarse- pocos intentan profundizar en la mentalidad del asesino y comprender los móviles de su crimen. Es que una cosa es la violencia bruta y otra muy distinta (aunque desde fuera parezcan lo mismo) los crímenes pasionales. Este es, sin duda, uno de los más sublimes dramas pasionales jamás contados.

"La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha."
Michel de Montaigne (1533-1592), pensador francés

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