Invito a bere il cioccolatto...


Umberto II de Saboya, el último rey de Italia, era hijo de Vittorio Emanuele III de Saboya. Nació en Turín y además de una formación militar, se graduó en jurisprudencia. Prosiguiendo la carrera militar, alcanzó en 1936 el grado de General y en 1940 formó parte del mando de la Armada italiana que atacó Francia.

Cuando los Saboya permitieron la caída de Mussolini y se alinearon con los Aliados, éstos vetaron su pretensión de que Umberto se integrase en el cuerpo italiano de liberación. En el interín, Mussolini, liberado por las tropas nazis, había proclamado la "República de Saló" (con él como presidente) en la parte septentrional de Italia, aun bajo el control del ejercito nazi-fascista.

Los Saboya fue atacados por la prensa fascista, y ahí aparecieron las primeras acusaciones de homosexualidad contra Umberto, apodado "Stellassa". El famoso dossier recopilado por los servicios de información de Mussolini finalmente salieron a la luz. En 1944, tras la liberación de Roma, Umberto substituyó a su padre como lugarteniente: tal movimiento político intentó salvar la monarquía comprometida por veinte años de complicidad con el fascismo. En 1946, cuando los italianos fueron convocados a referéndum para decidir entre monarquía y república, Vittorio Emanuel III abdicó en mayo y Umberto alcanzó el trono como Umberto II, pero el 2 de junio de ese año el resultado del referéndum fue negativo y le privó del trono.

Umberto partió de Italia el 13 de junio sin haber abdicado, esperando una futura recuperación del poder: por esa razón se aprobó una disposición transitoria de la Constitución de la Republica Italiana (abolida en el 2002) que prohibía a los primogénitos masculinos de la ex-casa reinante regresar a Italia. En ese año se separó abiertamente de su mujer Maria José: los reyes no se divorcian, claro.Umberto se vio confinado a pasar el resto de su vida en el exilio en Cascais (Portugal) y en Ginebra donde falleció, siendo sepultado posteriormente en el panteón de los Saboya en Francia.

Umberto II se ha encontrado -por la mediocridad de la dinastía a la que pertenecía- en la extraña posición de ser odiado por la derecha (que acusó a los Saboya de traición) y por la izquierda (que le rechazaba por la larga y culpable complicidad con el dictador y el nacifascismo) Pero esto no tiene que ver con el silencio que el poder suele garantizar: la acusación de homosexualidad que en términos denigrantes fue empleada reiteradamente en los mítines antimonárquicos -cualquiera que fuese el signo- precedentes al referéndum del 1946. Caídos en desgracia los Saboya, ninguno (y los monárquicos todavía menos) se preocupó por el hecho de que en la posguerra el ex-partisano Enrico Montanari publicase un libro de memorias en donde contaba cómo, en 1927, cuando era un joven teniente en Turín, fue insistentemente cortejado por el Príncipe Umberto que le había regalado un encendedor de plata con la escritura "Dime sólo que si".

Tampoco suscitó escándalo el hecho de que la biografía del cineasta Luchino Visconti mencionase, de modo más o menos explicito, la relación que él mismo mantuvo de joven con el príncipe Umberto que en su época era considerado uno de los mas codiciados solteros de las casas reales de Europa. Umberto se había casado en 1930 con Maria José de Bélgica, en un matrimonio que para muchos fue una tapadera oficial de sus apetencias extramaritales, y con la que tuvo cuatro hijos del que el único varón, Víctor Manuel, es el actual pretendiente al trono italiano. Sin embargo el hecho de que los hijos llegasen solamente después de más de cuatro años de casado con la dulce princesa belga desencadenó una serie de comentarios acerca de que habían sido "concebidos por inseminación artificial" o que eran hijos de otros progenitores, entre ellos el jerarca fascista Italo Balbo.
Incluso el conde Galeazzo Ciano, lugarteniente y yerno de Mussolini escribió en su diario tras la noticia de un nuevo embarazo de Maria José: "Me han dado a entender que el hijo que nacerá es de Umberto, sin intromisiones de médicos o de jeringas". Esto lógicamente no implica nada acerca de que las habladurías fuesen o no fuesen ciertas, aunque Bartoli, refiriéndose a la frase de Ciano comenta: "Se ve que aquellas habladurías tenían una base real", pero esto demuestra al menos el tipo de rumor que acompañó durante toda la vida a Umberto (igual que a Filippo d'Assia, el esposo de su hermana Mafalda de Saboya)

Además Umberto nunca hizo nada para evitar merecer esa fama: durante la noche de bodas y durante la luna de miel en Courmaveur, pasó su tiempo no con su mujer sino con sus "amigos" los oficiales turineses, que se adornaron con una joya en forma de "U" de brillantes regalada por el príncipe. No solo esto, sino que cuando iba a hablar con su esposa, siempre se hizo anunciar y... acompañar, porque era un hijo de rey y por tanto muy protocolario.

Fue así muy fácil para la policía secreta fascista recoger información sobre la sexualidad del heredero al trono -como Italo Balbo reveló en una ocasión al rey- así como evitar que las habladurías acerca de su relación con Maria José no diese armas dialécticas a sus enemigos. Por otra parte, Umberto y Maria José llevaron vidas prácticamente separadas quitando lo mínimo necesario para salvar las apariencias: habitaciones separadas, lechos separados, separaciones por viajes y paseos frecuentes. En esta situación fomentaron los cotilleos el hecho que Umberto hubiese diseñado personalmente el vestido de casamiento de su mujer, o creado los adornos para el hábito de bautismo de su primera hija.

No obstante, Umberto II fue, y contrariamente a la tradición de los Saboya, muy católico: sus transgresiones sexuales fueron percibidas según sus biógrafos, como "raptos eróticos" que le causaban a posteriori grandes sentimientos de culpa capitalizados por la iglesia. "El príncipe era profundamente creyente y prácticamente al límite de la santurronería. Por tanto para él los requerimientos de los sentidos tenían un origen diabólico que había que resistir. Por eso la consecuencia del pecado asumía un peso devastador. De qué género fuese el pecado, solamente se podía susurrarlo."

Umberto prefería que sus partners fuesen militares, privilegiando a los oficiales (como era también Visconti en el momento de su relación) Hasta en el exilio en Cascais (donde, en palabras eufemísticas de Bartoli, "no se le conocieron distracciones femeninas"), escogía sus amigos entre la oficialidad de la guarnición "especialmente entre los jóvenes". Y antes de la boda, ya en Turín era conocida su célebre costumbre de regalar un "fiordaliso" (la flor símbolo de la Casa Saboya) adornado con piedras preciosas a los jóvenes oficiales de su séquito, que lo ostentaban orgullosamente en público. "Curiosamente, este episodio contribuyó a la popularidad del Delfín, en vez de dañarle."

A titulo de anécdota se puede contar que entre los amantes que la vox populi le asociaban en la época estaba el actor francés Jean Marais (luego pareja del poeta y cineasta Jean Cocteau), y el boxeador Primo Carnera, campeón del mundo en 1933. A los que mostraron curiosidad de por qué el príncipe Umberto le hubiese deseado conocer y recibir en privado siendo un plebeyo, el ascendente púgil respondió que: "El príncipe me había recibido en traje de baño y me había invitado a tomar unos baños con él en la piscina. Luego hemos pasado la tarde juntos, bebiendo chocolate."

2 comentarios:

gallega dijo...

GRACIAS AMIGO QUERIDO!
QUE INTERESANTE LA VIDA DE HUMBERTO,REY,HASTA CON EL PRIMO CARNERA??

PATO08 dijo...

HAY BARON ME QUEDE MUDA CON LOS AMORES DEL PRINCIPE!!!, MI SUEGRO ES DE SICILIA Y VINO EN LA EPOCA DE LA GUERRA , MI MARIDO( AL CUAL LE LEI LA BIOGRAFIA) NO LO PODIA CREER!!EN SICILIA SON MUY MUY MACHISTAS !!!BESOS Y GRACIAS !!!