Alla Nazimova, cuyo verdadero nombre era Mariam Edez Adelaida Leventon, nació en Yalta, en la región de Crimea (actualmente Ucrania) el 4 de junio de 1879, en el seno de una familia judía formada por el matrimonio entre Yakov Leventon y Sonya Horowitz, que tuvieron tres hijos.
De pequeña la llamaban Adel para abreviar, pero a su madre le gustaba más "Alla" y se quedó con ese apodo. El apellido artístico Nazimova proviene de un personaje de la novela rusa Los niños de las calles.
De pequeña la llamaban Adel para abreviar, pero a su madre le gustaba más "Alla" y se quedó con ese apodo. El apellido artístico Nazimova proviene de un personaje de la novela rusa Los niños de las calles.
La familia de Alla era un completo desastre, con una madre muy joven y de pocas luces y un padre brutal que les maltrataba a todos. Su infancia transcurrió en un ambiente de violencia y perturbación. Siendo aun muy pequeña se trasladaron a vivir a Suiza. Allí sus padres se divorciarían poco después. Alla fue entregada a una familia suiza con la que vivió algunos años y fue en esa época cuando empezó a mostrar sus inquietudes artísticas, especialmente en la música. Con siete años empezó a tomar lecciones de violín. De esta época también señalaría Alla que uno de sus hermanos adoptivos la violaba sistemáticamente.
Entretanto su padre volvió a casarse y se la llevó de vuelta a Rusia, donde volvieron sus desdichas al encontrarse con una madrastra que la maltrataba por su aspecto un tanto masculino y poco agraciado. Su padre deseaba que siguiera estudiando música, y por eso tomaba clases de violín y piano en el Conservatorio Imperial.
En 1889 fue elegida por su tutor para actuar en un concierto navideño. A pesar de que lo hizo bien, cuando Alla manifestó su alegría por la buena acogida, su padre la golpeó. Este hecho la marcaría posteriormente provocándole depresiones y pánico después de cada actuación.
A los 15 años ingresó en un internado de Odessa, donde sus compañeros se burlaban de ella llamándola "barril", "oso" y apodos similares. Luego se alojó con una mujer cuyas hijas actuaban en el teatro local, y Alla se aficionó a ir con ellas para ayudarles con los trajes y el maquillaje. Así empezó a interesarse por el mundo del teatro. Ella quería prepararse para ser actriz, pero su padre no la dejaba. Tras enfermar su padre, que moriría de sífilis, su hermano pasó a ser su tutor legal, pero también se negaba a que Alla estudiara interpretación.
Finalmente con 17 años hizo una prueba en la Escuela Filarmónica de Moscú –la que se consideraba la mejor de Rusia- donde fue admitida. Allí estudió cuatro años con Nemirovitch-Danchenko, interpretando a Chéjov, Tolstoi y Shakespeare. Luego el gran maestro Konstantin Stanislavsky, cuyo método revolucionaría las artes escénicas, la tomó como pupila en el recién creado Teatro del Arte de Moscú. Por cierto que en lo físico Alla se había convertido en una joven estilizada y bastante atractiva. Sólo necesitaba alzar su cimbreante y largo cuello como un elegante áspid o una majestuosa cobra para embrujar al público, rematándolo con un arabesco cervical aprendido en los ballets rusos y que le permitía besar el suelo desde la espalda bajando la cabeza lenta e hipnóticamente hasta conseguirlo.
La adolescente Alla, que unas noches ejercía la prostitución en las calles de Moscú para sobrevivir y otras actuaba en el teatro, se dio cuenta que había otros mundos en una fría tarde moscovita en que vio a varias mujeres lanzar octavillas en fábricas y talleres con consignas tan revolucionarias para la época como "la mujer y el sufragio universal: conseguir que la mujer tenga los mismos derechos que el hombre". Asistió tímidamente a varios mítines de mujeres que años después serían legendarias feministas y socialistas, como Minna Gorbunova, Inés Armand, Nadia Krúpskaya, o Emma Goldman, brillante periodista y anarquista de vanguardia con la que intimaría años después en Nueva York.
Rusia estaba cambiando. Por ejemplo, mientras la prensa inglesa se mostraba en su mayoría hostil hacia Oscar Wilde durante su juicio y posterior condena en 1895, la mayoría de los escritores rusos veía en este juicio la persecución de un hombre genial por parte de las hipócritas autoridades británicas.
Como asegura Karlinsky, tras la revolución de 1905 desapareció la censura, adelantándose Rusia varios lustros a la República de Weimar en cuestión de libertades sexuales, y varias décadas respecto al resto de países occidentales. Así, autores como Mijail Kuzmín, Viacheslav Ivánov, Lidia Zinóvieva-Annibal o Marina Tsvietáieva escribían obras de temática homosexual sin excesivos problemas.
Alla abandonó el Teatro del Arte y entró a trabajar en el repertorio regional, donde se casó con un estudiante llamado Sergei Golovin, pero en realidad fue sólo un matrimonio de apariencia para ocultar su apellido judío. Poco después volvió al Teatro del Arte y estudió dirección de escena.
Un año más tarde volvió a abandonar el Teatro debido a su decepción con Stanislavsky que se había vuelto más conservador, y se incorporó a una compañía donde conoció a su nuevo amor, Pável Orlenev, amigo íntimo de Chéjov y de Gorky.
En 1904 la compañía de teatro inició una gira por Europa y allí empezó a forjarse la fama de Alla como actriz, sobre todo a raíz de su interpretación en Londres de El pueblo elegido. Nazimova sedujo a la "créme de la créme" del teatro británico. Se estaba convirtiendo en un mito de grandeza actoral, de aureola fantasmagórica revestida de noche y de humo: se la veía en todas las partes y no estaba en ninguna, como una diosa pagana.
Fascinadas por la beldad eslava, un grupo de actrices británicas hicieron una función benéfica para pagar el viaje de todo el grupo a Estados Unidos. Allí les esperaba Emma Smith -seudónimo tras el que se ocultaba Emma Goldman, anarquista y ruso-judía como Nazimova- que haría labores de traductora y manager de la compañía, alojándoles en tiendas de campaña en un campamento alquilado y reconstruyendo un establo lleno de ratas cercano al Bowery para convertirlo en un teatro. Emma estaba entusiasmada y puesto que tenía grandes contactos en los periódicos neoyorquinos, convenció a muchos periodistas para que se dejaran caer en ese infierno. Gracias a eso consiguió convertir a Alla Nazimova en una actriz famosa.
La muchedumbre americana le desagradaba: su cruel incultura sólo podía ser comparada a su idiotez; era una multitud envasada al vacío, carecía de aquella espontaneidad desconcertante de la población moscovita o de aquel colorido que daba a las fiestas de Crimea un esplendor tornasolado. Nazimova supo enseguida que los EEUU eran un país muy hipócrita donde constantemente se hablaba de libertad para ocultar que esa libertad no existía en absoluto. Pronto supo que su sexualidad sería allí una síntesis de peste y vampirismo, pero no necesitaba un armario sino un féretro que no fuera hallado por los guardianes de la moral.
Emma Goldman los llevó de gira por Boston y por Chicago presentando a Alla a las feministas de mayor renombre -las más radicales y de mucho dinero- para que hicieran causa común con la más insólita y genial de las actrices conocidas hasta entonces. Interpretaba a los personajes femeninos más famosos de la escena: cualquiera de las hermanas, de Chéjov; Nora o Hedda Gabler, de Ibsen; Lady Macbeth o Cleopatra, de Shakespeare, etc. El número de amistades feministas influyentes fue aumentando, desde sopranos a editorialistas, dos primas de Theodore Roosvelt, periodistas, actrices, empresarias, etc.
A principios de 1907 y en el Princess Theatre, dio vida a la Nora de Casa de muñecas de Ibsen, denso y profundo drama en el que la protagonista femenina rompe los convencionalismos de la época enfrentándose a un matrimonio que es la antesala de la cárcel, y partiendo hacia una nueva vida en la que la libertad es la primordial conquista de la mujer. El teatro se vino abajo entre atronadores aplausos y estruendosos vítores a una forma nueva de interpretar. La sombra de Stanislavsky era embrujadoramente alargada.
Sus interpretaciones eran alabadas por todos los críticos del país y sus camerinos se inundaban con toda la gama floral, desde orquídeas hasta violetas (la contraseña sáfica por excelencia), pasando por lirios y camelias. Sus admiradores eran tanto hombres como mujeres.
Nazimova interpretó toda la obra de Ibsen y de Chéjov, alternándola con una comedia trepidante titulada Bella Donna, que fue un gran éxito de crítica y público, y en la que interpretaba una parodia del personaje de Nora (de Casa de muñecas), sólo que en lugar de romper su matrimonio para liberarse, decide envenenar al marido.
Las mujeres de vanguardia adoraban el serpenteante chic de Alla, a la que acosaban y ella las recibía, divina y promiscuamente, deprimiendo a Emma Goldman que aunque libertaria, era muy posesiva.
Esta primera época esplendorosa comenzó a enturbiarse tras la Primera Guerra Mundial. No florecía el feminismo liberador sino todo lo contrario, surgían por doquier mujeres machistas que hacían guardia contra el vicio y la depravación, encabezando Ligas de Decencia, Ligas Anti-Alcohólicas, Ligas Contra el Escándalo Público, etc. Esto afectaba especialmente al círculo de inmediatos de Alla, por lo que muchos decidieron protegerse con los llamados "matrimonios blancos" en ocasiones formados por un gay y una lesbiana.
Por esa época viajó de costa a costa, haciendo apología del pacifismo con un drama llamado Esposas de guerra (War Brides) Entretanto su país, Rusia, que estaba envuelto en una vorágine revolucionaria y de guerra civil, aprobaba las primeras leyes de objeción de conciencia, mientras la feminista y dirigente soviética Alexandra Kollontai decretaba el fin de la familia, institución que oprimía a las mujeres y les impedía su desarrollo en libertad. Se conquistó el derecho al divorcio, al aborto, y se despenalizó la homosexualidad.
Alla Nazimova vio su carrera temporalmente frenada al hablar abiertamente de estos temas que resultaban chirriantes y espinosos para los magnates de los medios de comunicación de EEUU, incluido el teatro. Su nombre iba peligrosamente de boca en boca, asociado al bolchevismo y a las relaciones "contra-natura".
Su gran amiga Elizabeth "Bessie" Marbury, una lesbiana de aspecto masculino a lo Calamity Jane, además de ser una excelente "manager" de gente tan importante como Oscar Wilde, H.G. Wells o Somerset Maugham, logró reencauzar la carrera teatral de Alla, quien tuvo nuevas y rendidas admiradoras como Anne Morgan, hija del magnate de la banca J. P. Morgan, y Anne Vanderbilt, multimillonaria excéntrica y mecenas de “chicas con talento”.
Pero ella se creía inmune a todo y a todos. En una gala benéfica para damnificados de la guerra, en el Madison Square Garden de Nueva York junto con otros actores, poetas y bailarines, Alla se vistió de cosaco e interpretó "Rusia", con un sable en una mano y con la bandera rusa despojada de la corona imperial en otra, fusionando la danza clásica con las étnicas cosacas y tártaras.
El cine la tentó, y en 1916 Lewis J. Selznick le ofreció 30.000 dólares por treinta días de rodaje, adaptando Esposas de guerra al celuloide, y que a la postre le reportó la friolera de 300.000 dólares de beneficios al avispado productor... Sin embargo, por su temática antibelicista no pudo ser estrenada en Europa que en esos momentos trágicos asociaba el pacifismo a la cobardía y a la homosexualidad. Por otra parte el público que iba al cine no podía disfrutar de la hermosa "voz de arpa" de Nazimova, y tenía que conformarse con una Nazimova muda y gesticulante en demasía.
Volvió al teatro con una obra de H. Austin Adams sobre incesto, suicidio e intolerancia, titulada Ception Shoals que fue un gran éxito, acompañada de una joven actriz llamada Eva Le Gallienne, que sería su pareja sentimental durante mucho tiempo. También impuso al insulso galán Charles Bryant, homosexual discreto con el que Alla ya había planificado un "matrimonio blanco" en el caso de que las cosas se pusieran feas con los guardianes de la moral.
En el cine filmó varias películas en la Costa Este para la Metro, siempre con su galán Charles Bryant, e impuso como guionista a June Mathis, lesbiana como ella.
El Jardín de Alla
En 1918 la Metro se trasladó al Oeste, en lo que significó de hecho el nacimiento de Hollywood, convertida en la meca del cine a partir de entonces. Nazimova fue allí y compró una gran mansión de origen español que ella misma mandó decorar, reconvirtiendo la gran piscina en una réplica del Mar Negro. En total eran 14.000 metros cuadrados en un camino de tierra que años después sería el celebérrimo Sunset Boulevard y que ella bautizó con el suntuoso nombre de "El jardín de Alla". Allí se bebía vodka (ilegal a partir de 1919 por la "Ley Seca") y la eslava invitaba a unos cigarrillos árabes que todo el mundo sospechaba que estaban mezclados con hojas de cocaína. Conoció a Theodore Kossloff, que antes trabajó en la Escuela Imperial de Ballet de Moscú y en los Ballets Russes de Diaghilev, y pasó a formar parte como una alumna más de esa nueva escuela de danza de Los Angeles. Nazimova aprendió rápido, llegando a dominar las técnicas de montaje y luminotecnia, con decadentes filtros -y vanguardistas para la época- y la aplicación de todas las disciplinas: danza, pantomima y el método actoral de Stanislavsky para la obra maestra que se avecinaba.
En los ballets de Kossloff destacaba una excelente bailarina llamada Natacha Rambova, que en realidad se llamaba Winifred Kimball Shaughnessy y había nacido en Salt Lake City. Era hija de un multimillonario y nieta de uno de los primeros apóstoles mormones, y había recibido una educación exquisita encaminada a las Bellas Artes, la danza, la decoración y el estilismo. Winnie poseía una singular belleza, y Alla se sintió inmediatamente presa de aquella mirada y de aquella maquiavélica sonrisa con la desagradable constatación de hallarse absolutamente sometida a la voluntad de la bellísima mujer.
Su siguiente proyecto era la película Aphrodite, basada en la novela de Pierre Louys, en la que el amor sáfico tendría un protagonismo supremo y donde ella ejercía de productora e intérprete controlando todo el proceso creativo. Encargó a Theodore Kossloff la creación de los trajes para la película, mientras Natacha Rambova se encargaba de los decorados y June Mathis del guión. Esta fórmula triangular se repetiría posteriormente. Sin embargo la película no llegó ni siquiera a estrenarse: la censura la prohibió e hizo quemar los centenares de metros de amores lésbicos que se habían rodado en celuloide, perdiéndose para siempre.
Había llegado la hora que tanto temían: la posguerra trajo un reaccionarismo aterrador que devolvía a las mujeres en general a sus hogares, y a las lesbianas en particular a sus armarios empotrados...
A continuación prepara la quintaesencia del art-déco, Camille (1921), adaptación de la obra La dama de las camelias de A. Dumas (hijo), con una Rambova preparando sofisticados decorados mega-vanguardistas, con dibujos curvilíneos como doble homenaje a la camelia y a la mujer, y con un elegante y decadente Rodolfo Valentino que venía de filmar Los cuatro Jinetes del Apocalipsis. Rambova intimó con Valentino, invitándole a sesiones de espiritismo y ayudándole en tareas de maquillaje para disimular su labio inferior partido y resaltar su belleza latina. Mientras tanto, los escándalos sexuales se sucedían en Hollywood: Charles Chaplin y sus frecuentes pasiones pedófilas, las orgías de sexo y alcohol de Clara Bow, el asesinato de una menor a manos de Fatty Arbuckle, al introducirle una botella en la vagina... Nadie se hallaba seguro en Hollywood, y menos aún con la cruzada por la decencia y las buenas costumbres.
Entre opiáceos, cigarrillos de cocaína y vodka, Nazimova entretenía a sus invitados e invitadas interpretando canciones rusas al violín o al piano mientras ponía fin a su contrato con la Metro y mientras los críticos escribían que Camille "era una obsesiva sucesión de imágenes hipnotizadoras, lenta y extraña". No iban desencaminados: Rambova y Nazimova se pasaron todo el rodaje amándose y "viajando" al país de las amapolas del opio.
Pero para Alla una mujer no era suficiente; necesitaba estar rodeada de un harén. Todo un peligro en ese nuevo Hollywood en el que las fustigadoras de los vicios no descansaban ni de día y de noche. La primera "caza de brujas" estaba aflorando. Todos se casaban. Se casaban o eran sospechosos de pertenecer al crimen organizado, al bolcheviquismo, etc. Alguien aconsejó a Alla que tantas amantes y la enemistad con la poderosa Metro y sus directores podía provocar su deportación como extranjera "non grata".
Derrotada, tuvo que claudicar y organizar su "matrimonio blanco" con Charles Bryant, un gay discreto y varonil que daría una apariencia de "normalidad" a la fama de amazona de la rusa con voz de arpa. Aún así, ningún estudio quiso poner dinero para un film con Nazimova, por lo que ella misma financió, produjo, escribió, dirigió y protagonizó su gran tributo a Oscar Wilde: la adaptación de Salomé (1923), si bien su marido aparecía como director en los créditos. Salomé es arte grandilocuente, la gran obra vanguardista de Alla Nazimova donde pudo dar rienda suelta con entera libertad a su creatividad y a su exceso. Decidió que todas las interpretaciones fueran coreografiadas como una pantomima ralentizada, adelantándose así en cinco décadas años al espectáculo Flowers, de Lindsay Kemp.
Natacha Rambova alcanzó el delirio supremo en los decorados y en un fastuoso vestuario inspirado en el gran ilustrador Aubrey Beardsley. Todos eran conscientes de que se estaba realizando una obra maestra de la que se necesitarían décadas para ser gozada en plenitud, en un magistral blanco y negro con toda la extrafina gama de grises pasados por los filtros más embellecedores, con una luna llena omnipresente que se torna violeta ante la concentración de cortesanas -interpretadas por hombres travestidos y maquillados por Rambova- y una luna que se vuelve roja cuando se corta la cabeza a Juan el Bautista.
Hay que entornar los ojos para adivinar el movimiento de los siete velos y contener la respiración para percibir la sorda cadencia del oleaje de una danza que es una gran oda a Oscar Wilde y en la que Nazimova luce, entre otros, un tocado cubierto de burbujas de cristal que se tornasolaban cuando ella manifestaba emoción. Se rodaron dos finales: el primero como en la obra teatral, en el que Salomé muere atravesada por las espadas de los guardianes del tetrarca; el segundo fue una licencia que la misma Nazimova se tomó y es que, al verla tan bella e irreal, los soldados se negaban a matarla, teniendo que tomar ella un sable y arquear su cuerpo hacia atrás para hacerse el harakiri, algo que de haberla visto debió emocionar e inspirar al mismísimo Yukio Mishima. También inspiró la gran coreografía que Bob Fosse creó para Shirley McLaine en Sweet Charity en la que ésta emularía a Nazimova enroscándose en un árbol como la serpiente que tienta a Eva.
La película era una orquídea de invernadero de decadente pasión, pero sólo para una minoría de gente culta -o de gays y lesbianas- nunca para el tosco público estadounidense educado en la subcultura más galopante. Era 1923 y el público parisino, berlinés o moscovita hubiera recibido ese film con la gran categoría que se merecía. Pero los norteamericanos debieron considerar la película una "mariconada hecha por una lesbiana resentida con los hombres”…
Salomé, una bella obra independiente, al ser condenada al fracaso, hizo que ningún estudio requiriera a Nazimova, por lo que volvió a los escenarios teatrales. Su carrera cinematográfica había finiquitado, y tan sólo le ofrecían pequeños papeles de bajo salario en la que se auto parodiaba, llegando a utilizar una cabeza de Halloween, a modo de cabeza de Juan el Bautista.
Con problemas económicos, tuvo que vender "El Jardín de Alla" a una nueva rica, que lo convirtió en varios bungalows para ser alquilados a las nuevas estrellas de Hollywood, aunque Alla se reservaba en el contrato uno para ella. "El Jardín de Alla" fue rebautizado añadiéndole una "h" al final, lo que en inglés significaba que Alla había perdido su jardín en favor del machista dios islámico…
Luego se fue a París, un mundo superlativamente más libre y desprejuiciado que el de Hollywood o Nueva York, y donde Mercedes de Acosta le presentó a la sobrina de Oscar Wilde, Dolly, y ambas se hicieron muy amigas.
Mientras en EEUU seguían los escándalos. El 30 de Septiembre de 1926 se representaba en el Empire Theatre de Broadway la obra La cautiva de Edouard Bourdet, y cuando las autoridades advirtieron que había ligeras insinuaciones lésbicas en la obra, la policía hizo acto de presencia en el escenario llevándose esposada y a la cárcel por escándalo público a la protagonista, Helen Menken, por entonces casada con Humphrey Bogart. Hubo redada general en todos los teatros neoyorkinos en los que se representaban “obras pecaminosas”, como El Dios de la venganza y Casa de viudos, ambas de George B. Shaw. Incluso la ascendente estrella de la Metro, Mae West, fue encarcelada bajo la acusación de “conducta moral inapropiada”. Como un preludio de la Gestapo alemana, el magistrado del Tribunal Supremo de Nueva York declaró que "el escenario no es lugar donde retratar emociones humanas inmorales", endureciéndose el código de censura para prohibir "todas las obras que tratasen de degeneración o perversión sexual".
Alla se sintió bastante asqueada y con unos grandes deseos de vivir en París o volver a su país, pero era consciente de que en EEUU al menos era una grande del teatro mientras que en París su francés chocaba por el fuerte acento germánico, y su propia lengua rusa se había contaminado, lo que la relegaría tanto en París como en Moscú a encasillarse en papeles de extranjera. De su país le llegaban noticias del cine vanguardista frente a la carroña industrial que se hacía en Hollywood. Nombres como Lev Kulechov, Dziga Vertov, Vsevolod Pudovkin o Sergei Eisenstein aportaban una nueva forma audaz y removedora de entender el séptimo arte. También de Alemania, donde el expresionismo tuvo su gran época gracias a cineastas como Murnau, G.W. Pabst, Wegener o Fritz Lang, y obras como Nosferatu, El Gabinete del Dr Caligari, Los crímenes del Dr. Mabuse o Metropolis. Los escenarios alemanes también se estaban revolucionando con Max Reinhardt a la cabeza, y se presentan obras abiertamente polémicas sin que las actrices o actores acabaran en la cárcel, como sucedía en Nueva York.
Nazimova se dedicó casi exclusivamente al teatro: Fedra, Yocasta, Electra y todo el repertorio de Chéjov e Ibsen, con excelentes y grandilocuentes críticas. En la década de los 30 una nueva oleada de actrices invadió Hollywood, la mayoría de las cuales veneraban a Nazimova porque compartían con ella un lenguaje y un código secreto de vergel de violetas, y la visitaban en su camerino o en su bungalow rindiéndole pleitesía, regalos valiosos y hasta favores sexuales. En 1931 Greta Garbo, que se hallaba en Nueva York, fue varias veces a verla en El luto de Electra, pero no se atrevió a visitar a la que muchos consideraban como "la actriz más grande del mundo". Lo contrario de Natacha Rambova, que la visitó hasta el final de sus días, o Tallulah Bankhead, que a ojos de la rusa se hallaba revestida de una especie de belleza bárbara. Aunque su ordinariez la desconcertaba, la encontraba superlativamente carnal. La menopausia había entrado en Alla justo cuando le gustaban las mujeres más jóvenes.
Una noche, tras una función teatral, Nazimova recibió a Marlene Dietrich, un icono expresionista y sáfico por la que sintió quemarse en su abrazo. Pero la delicadeza acabó metamorfoseada, pues a Marlene le entusiasmaba interpretar su papel favorito: el de barriobajera presidiaria que arrancaba las bragas de encaje y blondas de Alla a mordiscos animalizados, renunciando a su deidad y haciendo sonrojar a la rusa. No obstante, Marlene le traía información de primera mano, hablándole de la nueva y terrible situación alemana, donde tras la llamada "noche de los cuchillos largos" miles de homosexuales habían sido enviados con un triángulo rosa cosido a sus harapientas ropas a campos de exterminio.
En sus últimos años también realizó alguna excursión al cine, animada por su incondicional George Cukor, como en Escape (1941), uno de los primeros films anti-nazis de Hollywood y en el que interpretaba a una actriz que, por subversiva, acaba en un campo de concentración. Por primera vez el público no adicto al teatro escuchaba esa voz de arpa capaz de congelar la respiración y rasgar los silencios como un cuchillo. Por esa época estaba predispuesta a llevar a los escenarios la vida de su ex-amiga y amante Emma Goldman fallecida recientemente, pero ningún empresario tuvo el valor de financiar el bello drama libertario de una mujer que ni tan siquiera había nacido en EEUU.
Aceptó el papel de madre del torero en la nueva versión de la novela de Blasco Ibáñez Sangre y Arena (1941), film que fue el despegue de Rita Hayworth en Hollywood. Todo el mundo destacó la interpretación de Nazimova (ya sin Alla) como muy superior al resto de los actores. El método Stanislavsky estaba entrando con fuerza…
Los últimos años los vivió con su compañera Dolly, a la que llamaba Doodie, interpretando venerables ancianas o patricias aristocráticas, viviendo sin lujos pero sin privaciones, mientras jóvenes como Lee Strasberg le pedían opinión para mejorar sus montajes teatrales, pues todo el mundo sabía que Nazimova era el último eslabón con el maestro Stanislavsky.
El 13 de Julio de 1945 llegó el final. Una trombosis arterial se llevó para siempre a Alla Nazimova. Fue enterrada en el cementerio de Forest Lawn, y en la lápida sólo se pone NAZIMOVA. Nunca faltan ramilletes de violetas en su tumba, porque durante décadas esas flores fueron el símbolo que Safo y sus chicas trajeron de la isla de Lesbos, y la actriz rusa las adoraba porque tenían el color de sus ojos…
Entretanto su padre volvió a casarse y se la llevó de vuelta a Rusia, donde volvieron sus desdichas al encontrarse con una madrastra que la maltrataba por su aspecto un tanto masculino y poco agraciado. Su padre deseaba que siguiera estudiando música, y por eso tomaba clases de violín y piano en el Conservatorio Imperial.
En 1889 fue elegida por su tutor para actuar en un concierto navideño. A pesar de que lo hizo bien, cuando Alla manifestó su alegría por la buena acogida, su padre la golpeó. Este hecho la marcaría posteriormente provocándole depresiones y pánico después de cada actuación.
A los 15 años ingresó en un internado de Odessa, donde sus compañeros se burlaban de ella llamándola "barril", "oso" y apodos similares. Luego se alojó con una mujer cuyas hijas actuaban en el teatro local, y Alla se aficionó a ir con ellas para ayudarles con los trajes y el maquillaje. Así empezó a interesarse por el mundo del teatro. Ella quería prepararse para ser actriz, pero su padre no la dejaba. Tras enfermar su padre, que moriría de sífilis, su hermano pasó a ser su tutor legal, pero también se negaba a que Alla estudiara interpretación.
Finalmente con 17 años hizo una prueba en la Escuela Filarmónica de Moscú –la que se consideraba la mejor de Rusia- donde fue admitida. Allí estudió cuatro años con Nemirovitch-Danchenko, interpretando a Chéjov, Tolstoi y Shakespeare. Luego el gran maestro Konstantin Stanislavsky, cuyo método revolucionaría las artes escénicas, la tomó como pupila en el recién creado Teatro del Arte de Moscú. Por cierto que en lo físico Alla se había convertido en una joven estilizada y bastante atractiva. Sólo necesitaba alzar su cimbreante y largo cuello como un elegante áspid o una majestuosa cobra para embrujar al público, rematándolo con un arabesco cervical aprendido en los ballets rusos y que le permitía besar el suelo desde la espalda bajando la cabeza lenta e hipnóticamente hasta conseguirlo.
La adolescente Alla, que unas noches ejercía la prostitución en las calles de Moscú para sobrevivir y otras actuaba en el teatro, se dio cuenta que había otros mundos en una fría tarde moscovita en que vio a varias mujeres lanzar octavillas en fábricas y talleres con consignas tan revolucionarias para la época como "la mujer y el sufragio universal: conseguir que la mujer tenga los mismos derechos que el hombre". Asistió tímidamente a varios mítines de mujeres que años después serían legendarias feministas y socialistas, como Minna Gorbunova, Inés Armand, Nadia Krúpskaya, o Emma Goldman, brillante periodista y anarquista de vanguardia con la que intimaría años después en Nueva York.
Rusia estaba cambiando. Por ejemplo, mientras la prensa inglesa se mostraba en su mayoría hostil hacia Oscar Wilde durante su juicio y posterior condena en 1895, la mayoría de los escritores rusos veía en este juicio la persecución de un hombre genial por parte de las hipócritas autoridades británicas.
Como asegura Karlinsky, tras la revolución de 1905 desapareció la censura, adelantándose Rusia varios lustros a la República de Weimar en cuestión de libertades sexuales, y varias décadas respecto al resto de países occidentales. Así, autores como Mijail Kuzmín, Viacheslav Ivánov, Lidia Zinóvieva-Annibal o Marina Tsvietáieva escribían obras de temática homosexual sin excesivos problemas.
Alla abandonó el Teatro del Arte y entró a trabajar en el repertorio regional, donde se casó con un estudiante llamado Sergei Golovin, pero en realidad fue sólo un matrimonio de apariencia para ocultar su apellido judío. Poco después volvió al Teatro del Arte y estudió dirección de escena.
Un año más tarde volvió a abandonar el Teatro debido a su decepción con Stanislavsky que se había vuelto más conservador, y se incorporó a una compañía donde conoció a su nuevo amor, Pável Orlenev, amigo íntimo de Chéjov y de Gorky.
En 1904 la compañía de teatro inició una gira por Europa y allí empezó a forjarse la fama de Alla como actriz, sobre todo a raíz de su interpretación en Londres de El pueblo elegido. Nazimova sedujo a la "créme de la créme" del teatro británico. Se estaba convirtiendo en un mito de grandeza actoral, de aureola fantasmagórica revestida de noche y de humo: se la veía en todas las partes y no estaba en ninguna, como una diosa pagana.
Fascinadas por la beldad eslava, un grupo de actrices británicas hicieron una función benéfica para pagar el viaje de todo el grupo a Estados Unidos. Allí les esperaba Emma Smith -seudónimo tras el que se ocultaba Emma Goldman, anarquista y ruso-judía como Nazimova- que haría labores de traductora y manager de la compañía, alojándoles en tiendas de campaña en un campamento alquilado y reconstruyendo un establo lleno de ratas cercano al Bowery para convertirlo en un teatro. Emma estaba entusiasmada y puesto que tenía grandes contactos en los periódicos neoyorquinos, convenció a muchos periodistas para que se dejaran caer en ese infierno. Gracias a eso consiguió convertir a Alla Nazimova en una actriz famosa.
La muchedumbre americana le desagradaba: su cruel incultura sólo podía ser comparada a su idiotez; era una multitud envasada al vacío, carecía de aquella espontaneidad desconcertante de la población moscovita o de aquel colorido que daba a las fiestas de Crimea un esplendor tornasolado. Nazimova supo enseguida que los EEUU eran un país muy hipócrita donde constantemente se hablaba de libertad para ocultar que esa libertad no existía en absoluto. Pronto supo que su sexualidad sería allí una síntesis de peste y vampirismo, pero no necesitaba un armario sino un féretro que no fuera hallado por los guardianes de la moral.
Emma Goldman los llevó de gira por Boston y por Chicago presentando a Alla a las feministas de mayor renombre -las más radicales y de mucho dinero- para que hicieran causa común con la más insólita y genial de las actrices conocidas hasta entonces. Interpretaba a los personajes femeninos más famosos de la escena: cualquiera de las hermanas, de Chéjov; Nora o Hedda Gabler, de Ibsen; Lady Macbeth o Cleopatra, de Shakespeare, etc. El número de amistades feministas influyentes fue aumentando, desde sopranos a editorialistas, dos primas de Theodore Roosvelt, periodistas, actrices, empresarias, etc.
A principios de 1907 y en el Princess Theatre, dio vida a la Nora de Casa de muñecas de Ibsen, denso y profundo drama en el que la protagonista femenina rompe los convencionalismos de la época enfrentándose a un matrimonio que es la antesala de la cárcel, y partiendo hacia una nueva vida en la que la libertad es la primordial conquista de la mujer. El teatro se vino abajo entre atronadores aplausos y estruendosos vítores a una forma nueva de interpretar. La sombra de Stanislavsky era embrujadoramente alargada.
Sus interpretaciones eran alabadas por todos los críticos del país y sus camerinos se inundaban con toda la gama floral, desde orquídeas hasta violetas (la contraseña sáfica por excelencia), pasando por lirios y camelias. Sus admiradores eran tanto hombres como mujeres.
Nazimova interpretó toda la obra de Ibsen y de Chéjov, alternándola con una comedia trepidante titulada Bella Donna, que fue un gran éxito de crítica y público, y en la que interpretaba una parodia del personaje de Nora (de Casa de muñecas), sólo que en lugar de romper su matrimonio para liberarse, decide envenenar al marido.
Las mujeres de vanguardia adoraban el serpenteante chic de Alla, a la que acosaban y ella las recibía, divina y promiscuamente, deprimiendo a Emma Goldman que aunque libertaria, era muy posesiva.
Esta primera época esplendorosa comenzó a enturbiarse tras la Primera Guerra Mundial. No florecía el feminismo liberador sino todo lo contrario, surgían por doquier mujeres machistas que hacían guardia contra el vicio y la depravación, encabezando Ligas de Decencia, Ligas Anti-Alcohólicas, Ligas Contra el Escándalo Público, etc. Esto afectaba especialmente al círculo de inmediatos de Alla, por lo que muchos decidieron protegerse con los llamados "matrimonios blancos" en ocasiones formados por un gay y una lesbiana.
Por esa época viajó de costa a costa, haciendo apología del pacifismo con un drama llamado Esposas de guerra (War Brides) Entretanto su país, Rusia, que estaba envuelto en una vorágine revolucionaria y de guerra civil, aprobaba las primeras leyes de objeción de conciencia, mientras la feminista y dirigente soviética Alexandra Kollontai decretaba el fin de la familia, institución que oprimía a las mujeres y les impedía su desarrollo en libertad. Se conquistó el derecho al divorcio, al aborto, y se despenalizó la homosexualidad.
Alla Nazimova vio su carrera temporalmente frenada al hablar abiertamente de estos temas que resultaban chirriantes y espinosos para los magnates de los medios de comunicación de EEUU, incluido el teatro. Su nombre iba peligrosamente de boca en boca, asociado al bolchevismo y a las relaciones "contra-natura".
Su gran amiga Elizabeth "Bessie" Marbury, una lesbiana de aspecto masculino a lo Calamity Jane, además de ser una excelente "manager" de gente tan importante como Oscar Wilde, H.G. Wells o Somerset Maugham, logró reencauzar la carrera teatral de Alla, quien tuvo nuevas y rendidas admiradoras como Anne Morgan, hija del magnate de la banca J. P. Morgan, y Anne Vanderbilt, multimillonaria excéntrica y mecenas de “chicas con talento”.
Pero ella se creía inmune a todo y a todos. En una gala benéfica para damnificados de la guerra, en el Madison Square Garden de Nueva York junto con otros actores, poetas y bailarines, Alla se vistió de cosaco e interpretó "Rusia", con un sable en una mano y con la bandera rusa despojada de la corona imperial en otra, fusionando la danza clásica con las étnicas cosacas y tártaras.
El cine la tentó, y en 1916 Lewis J. Selznick le ofreció 30.000 dólares por treinta días de rodaje, adaptando Esposas de guerra al celuloide, y que a la postre le reportó la friolera de 300.000 dólares de beneficios al avispado productor... Sin embargo, por su temática antibelicista no pudo ser estrenada en Europa que en esos momentos trágicos asociaba el pacifismo a la cobardía y a la homosexualidad. Por otra parte el público que iba al cine no podía disfrutar de la hermosa "voz de arpa" de Nazimova, y tenía que conformarse con una Nazimova muda y gesticulante en demasía.
Volvió al teatro con una obra de H. Austin Adams sobre incesto, suicidio e intolerancia, titulada Ception Shoals que fue un gran éxito, acompañada de una joven actriz llamada Eva Le Gallienne, que sería su pareja sentimental durante mucho tiempo. También impuso al insulso galán Charles Bryant, homosexual discreto con el que Alla ya había planificado un "matrimonio blanco" en el caso de que las cosas se pusieran feas con los guardianes de la moral.
En el cine filmó varias películas en la Costa Este para la Metro, siempre con su galán Charles Bryant, e impuso como guionista a June Mathis, lesbiana como ella.
El Jardín de Alla
En 1918 la Metro se trasladó al Oeste, en lo que significó de hecho el nacimiento de Hollywood, convertida en la meca del cine a partir de entonces. Nazimova fue allí y compró una gran mansión de origen español que ella misma mandó decorar, reconvirtiendo la gran piscina en una réplica del Mar Negro. En total eran 14.000 metros cuadrados en un camino de tierra que años después sería el celebérrimo Sunset Boulevard y que ella bautizó con el suntuoso nombre de "El jardín de Alla". Allí se bebía vodka (ilegal a partir de 1919 por la "Ley Seca") y la eslava invitaba a unos cigarrillos árabes que todo el mundo sospechaba que estaban mezclados con hojas de cocaína. Conoció a Theodore Kossloff, que antes trabajó en la Escuela Imperial de Ballet de Moscú y en los Ballets Russes de Diaghilev, y pasó a formar parte como una alumna más de esa nueva escuela de danza de Los Angeles. Nazimova aprendió rápido, llegando a dominar las técnicas de montaje y luminotecnia, con decadentes filtros -y vanguardistas para la época- y la aplicación de todas las disciplinas: danza, pantomima y el método actoral de Stanislavsky para la obra maestra que se avecinaba.
En los ballets de Kossloff destacaba una excelente bailarina llamada Natacha Rambova, que en realidad se llamaba Winifred Kimball Shaughnessy y había nacido en Salt Lake City. Era hija de un multimillonario y nieta de uno de los primeros apóstoles mormones, y había recibido una educación exquisita encaminada a las Bellas Artes, la danza, la decoración y el estilismo. Winnie poseía una singular belleza, y Alla se sintió inmediatamente presa de aquella mirada y de aquella maquiavélica sonrisa con la desagradable constatación de hallarse absolutamente sometida a la voluntad de la bellísima mujer.
Su siguiente proyecto era la película Aphrodite, basada en la novela de Pierre Louys, en la que el amor sáfico tendría un protagonismo supremo y donde ella ejercía de productora e intérprete controlando todo el proceso creativo. Encargó a Theodore Kossloff la creación de los trajes para la película, mientras Natacha Rambova se encargaba de los decorados y June Mathis del guión. Esta fórmula triangular se repetiría posteriormente. Sin embargo la película no llegó ni siquiera a estrenarse: la censura la prohibió e hizo quemar los centenares de metros de amores lésbicos que se habían rodado en celuloide, perdiéndose para siempre.
Había llegado la hora que tanto temían: la posguerra trajo un reaccionarismo aterrador que devolvía a las mujeres en general a sus hogares, y a las lesbianas en particular a sus armarios empotrados...
A continuación prepara la quintaesencia del art-déco, Camille (1921), adaptación de la obra La dama de las camelias de A. Dumas (hijo), con una Rambova preparando sofisticados decorados mega-vanguardistas, con dibujos curvilíneos como doble homenaje a la camelia y a la mujer, y con un elegante y decadente Rodolfo Valentino que venía de filmar Los cuatro Jinetes del Apocalipsis. Rambova intimó con Valentino, invitándole a sesiones de espiritismo y ayudándole en tareas de maquillaje para disimular su labio inferior partido y resaltar su belleza latina. Mientras tanto, los escándalos sexuales se sucedían en Hollywood: Charles Chaplin y sus frecuentes pasiones pedófilas, las orgías de sexo y alcohol de Clara Bow, el asesinato de una menor a manos de Fatty Arbuckle, al introducirle una botella en la vagina... Nadie se hallaba seguro en Hollywood, y menos aún con la cruzada por la decencia y las buenas costumbres.
Entre opiáceos, cigarrillos de cocaína y vodka, Nazimova entretenía a sus invitados e invitadas interpretando canciones rusas al violín o al piano mientras ponía fin a su contrato con la Metro y mientras los críticos escribían que Camille "era una obsesiva sucesión de imágenes hipnotizadoras, lenta y extraña". No iban desencaminados: Rambova y Nazimova se pasaron todo el rodaje amándose y "viajando" al país de las amapolas del opio.
Pero para Alla una mujer no era suficiente; necesitaba estar rodeada de un harén. Todo un peligro en ese nuevo Hollywood en el que las fustigadoras de los vicios no descansaban ni de día y de noche. La primera "caza de brujas" estaba aflorando. Todos se casaban. Se casaban o eran sospechosos de pertenecer al crimen organizado, al bolcheviquismo, etc. Alguien aconsejó a Alla que tantas amantes y la enemistad con la poderosa Metro y sus directores podía provocar su deportación como extranjera "non grata".
Derrotada, tuvo que claudicar y organizar su "matrimonio blanco" con Charles Bryant, un gay discreto y varonil que daría una apariencia de "normalidad" a la fama de amazona de la rusa con voz de arpa. Aún así, ningún estudio quiso poner dinero para un film con Nazimova, por lo que ella misma financió, produjo, escribió, dirigió y protagonizó su gran tributo a Oscar Wilde: la adaptación de Salomé (1923), si bien su marido aparecía como director en los créditos. Salomé es arte grandilocuente, la gran obra vanguardista de Alla Nazimova donde pudo dar rienda suelta con entera libertad a su creatividad y a su exceso. Decidió que todas las interpretaciones fueran coreografiadas como una pantomima ralentizada, adelantándose así en cinco décadas años al espectáculo Flowers, de Lindsay Kemp.
Natacha Rambova alcanzó el delirio supremo en los decorados y en un fastuoso vestuario inspirado en el gran ilustrador Aubrey Beardsley. Todos eran conscientes de que se estaba realizando una obra maestra de la que se necesitarían décadas para ser gozada en plenitud, en un magistral blanco y negro con toda la extrafina gama de grises pasados por los filtros más embellecedores, con una luna llena omnipresente que se torna violeta ante la concentración de cortesanas -interpretadas por hombres travestidos y maquillados por Rambova- y una luna que se vuelve roja cuando se corta la cabeza a Juan el Bautista.
Hay que entornar los ojos para adivinar el movimiento de los siete velos y contener la respiración para percibir la sorda cadencia del oleaje de una danza que es una gran oda a Oscar Wilde y en la que Nazimova luce, entre otros, un tocado cubierto de burbujas de cristal que se tornasolaban cuando ella manifestaba emoción. Se rodaron dos finales: el primero como en la obra teatral, en el que Salomé muere atravesada por las espadas de los guardianes del tetrarca; el segundo fue una licencia que la misma Nazimova se tomó y es que, al verla tan bella e irreal, los soldados se negaban a matarla, teniendo que tomar ella un sable y arquear su cuerpo hacia atrás para hacerse el harakiri, algo que de haberla visto debió emocionar e inspirar al mismísimo Yukio Mishima. También inspiró la gran coreografía que Bob Fosse creó para Shirley McLaine en Sweet Charity en la que ésta emularía a Nazimova enroscándose en un árbol como la serpiente que tienta a Eva.
La película era una orquídea de invernadero de decadente pasión, pero sólo para una minoría de gente culta -o de gays y lesbianas- nunca para el tosco público estadounidense educado en la subcultura más galopante. Era 1923 y el público parisino, berlinés o moscovita hubiera recibido ese film con la gran categoría que se merecía. Pero los norteamericanos debieron considerar la película una "mariconada hecha por una lesbiana resentida con los hombres”…
Salomé, una bella obra independiente, al ser condenada al fracaso, hizo que ningún estudio requiriera a Nazimova, por lo que volvió a los escenarios teatrales. Su carrera cinematográfica había finiquitado, y tan sólo le ofrecían pequeños papeles de bajo salario en la que se auto parodiaba, llegando a utilizar una cabeza de Halloween, a modo de cabeza de Juan el Bautista.
Con problemas económicos, tuvo que vender "El Jardín de Alla" a una nueva rica, que lo convirtió en varios bungalows para ser alquilados a las nuevas estrellas de Hollywood, aunque Alla se reservaba en el contrato uno para ella. "El Jardín de Alla" fue rebautizado añadiéndole una "h" al final, lo que en inglés significaba que Alla había perdido su jardín en favor del machista dios islámico…
Luego se fue a París, un mundo superlativamente más libre y desprejuiciado que el de Hollywood o Nueva York, y donde Mercedes de Acosta le presentó a la sobrina de Oscar Wilde, Dolly, y ambas se hicieron muy amigas.
Mientras en EEUU seguían los escándalos. El 30 de Septiembre de 1926 se representaba en el Empire Theatre de Broadway la obra La cautiva de Edouard Bourdet, y cuando las autoridades advirtieron que había ligeras insinuaciones lésbicas en la obra, la policía hizo acto de presencia en el escenario llevándose esposada y a la cárcel por escándalo público a la protagonista, Helen Menken, por entonces casada con Humphrey Bogart. Hubo redada general en todos los teatros neoyorkinos en los que se representaban “obras pecaminosas”, como El Dios de la venganza y Casa de viudos, ambas de George B. Shaw. Incluso la ascendente estrella de la Metro, Mae West, fue encarcelada bajo la acusación de “conducta moral inapropiada”. Como un preludio de la Gestapo alemana, el magistrado del Tribunal Supremo de Nueva York declaró que "el escenario no es lugar donde retratar emociones humanas inmorales", endureciéndose el código de censura para prohibir "todas las obras que tratasen de degeneración o perversión sexual".
Alla se sintió bastante asqueada y con unos grandes deseos de vivir en París o volver a su país, pero era consciente de que en EEUU al menos era una grande del teatro mientras que en París su francés chocaba por el fuerte acento germánico, y su propia lengua rusa se había contaminado, lo que la relegaría tanto en París como en Moscú a encasillarse en papeles de extranjera. De su país le llegaban noticias del cine vanguardista frente a la carroña industrial que se hacía en Hollywood. Nombres como Lev Kulechov, Dziga Vertov, Vsevolod Pudovkin o Sergei Eisenstein aportaban una nueva forma audaz y removedora de entender el séptimo arte. También de Alemania, donde el expresionismo tuvo su gran época gracias a cineastas como Murnau, G.W. Pabst, Wegener o Fritz Lang, y obras como Nosferatu, El Gabinete del Dr Caligari, Los crímenes del Dr. Mabuse o Metropolis. Los escenarios alemanes también se estaban revolucionando con Max Reinhardt a la cabeza, y se presentan obras abiertamente polémicas sin que las actrices o actores acabaran en la cárcel, como sucedía en Nueva York.
Nazimova se dedicó casi exclusivamente al teatro: Fedra, Yocasta, Electra y todo el repertorio de Chéjov e Ibsen, con excelentes y grandilocuentes críticas. En la década de los 30 una nueva oleada de actrices invadió Hollywood, la mayoría de las cuales veneraban a Nazimova porque compartían con ella un lenguaje y un código secreto de vergel de violetas, y la visitaban en su camerino o en su bungalow rindiéndole pleitesía, regalos valiosos y hasta favores sexuales. En 1931 Greta Garbo, que se hallaba en Nueva York, fue varias veces a verla en El luto de Electra, pero no se atrevió a visitar a la que muchos consideraban como "la actriz más grande del mundo". Lo contrario de Natacha Rambova, que la visitó hasta el final de sus días, o Tallulah Bankhead, que a ojos de la rusa se hallaba revestida de una especie de belleza bárbara. Aunque su ordinariez la desconcertaba, la encontraba superlativamente carnal. La menopausia había entrado en Alla justo cuando le gustaban las mujeres más jóvenes.
Una noche, tras una función teatral, Nazimova recibió a Marlene Dietrich, un icono expresionista y sáfico por la que sintió quemarse en su abrazo. Pero la delicadeza acabó metamorfoseada, pues a Marlene le entusiasmaba interpretar su papel favorito: el de barriobajera presidiaria que arrancaba las bragas de encaje y blondas de Alla a mordiscos animalizados, renunciando a su deidad y haciendo sonrojar a la rusa. No obstante, Marlene le traía información de primera mano, hablándole de la nueva y terrible situación alemana, donde tras la llamada "noche de los cuchillos largos" miles de homosexuales habían sido enviados con un triángulo rosa cosido a sus harapientas ropas a campos de exterminio.
En sus últimos años también realizó alguna excursión al cine, animada por su incondicional George Cukor, como en Escape (1941), uno de los primeros films anti-nazis de Hollywood y en el que interpretaba a una actriz que, por subversiva, acaba en un campo de concentración. Por primera vez el público no adicto al teatro escuchaba esa voz de arpa capaz de congelar la respiración y rasgar los silencios como un cuchillo. Por esa época estaba predispuesta a llevar a los escenarios la vida de su ex-amiga y amante Emma Goldman fallecida recientemente, pero ningún empresario tuvo el valor de financiar el bello drama libertario de una mujer que ni tan siquiera había nacido en EEUU.
Aceptó el papel de madre del torero en la nueva versión de la novela de Blasco Ibáñez Sangre y Arena (1941), film que fue el despegue de Rita Hayworth en Hollywood. Todo el mundo destacó la interpretación de Nazimova (ya sin Alla) como muy superior al resto de los actores. El método Stanislavsky estaba entrando con fuerza…
Los últimos años los vivió con su compañera Dolly, a la que llamaba Doodie, interpretando venerables ancianas o patricias aristocráticas, viviendo sin lujos pero sin privaciones, mientras jóvenes como Lee Strasberg le pedían opinión para mejorar sus montajes teatrales, pues todo el mundo sabía que Nazimova era el último eslabón con el maestro Stanislavsky.
El 13 de Julio de 1945 llegó el final. Una trombosis arterial se llevó para siempre a Alla Nazimova. Fue enterrada en el cementerio de Forest Lawn, y en la lápida sólo se pone NAZIMOVA. Nunca faltan ramilletes de violetas en su tumba, porque durante décadas esas flores fueron el símbolo que Safo y sus chicas trajeron de la isla de Lesbos, y la actriz rusa las adoraba porque tenían el color de sus ojos…
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