Palabras indigestas


Luego que Mirtha Legrand contara en su programa que durante la última dictadura militar de su país sufrió el secuestro de dos familiares, el jefe de gabinete Aníbal Fernández replicó con dureza. "No la veo preocupada por lo que estaba sucediendo, porque los archivos la muestran de otra manera", dijo.

"La familiaridad con la que hablaba de los peores como Videla y todos estos siniestros personajes del mal llamado Proceso de Reorganización Nacional, eran prácticamente familiares para ella. Y después vemos fotos de ella con Astiz y con Massera y que de golpe y porrazo se acordó de este tema, si es que fuera cierto; se nota una profunda utilización del tema", señaló Fernández.

Llama la atención que don Fernández ignore las fotos que circulan profusamente y que certifican que su patrón -el ex presidente y actual primer caballero- también cenó, almorzó y mantuvo risueños encuentros con gorilas de esos tiempos difíciles... El que esté libre de pecado, arroje la primera piedra. La controversia radica en que la Legrand no parece comulgar mucho con el matrimonio que habita la quinta presidencial de Olivos, y entonces hay que largarle los perros para que tenga y guarde.

Los años pasan, y Legrand es una señora grande que desde hace por lo menos setenta se mantiene en ese limbo que algunos gustan llamar "la farándula". Único testigo vivo -digo, en actividad- de la época de los teléfonos blancos; actriz discutible, pero por cierto la única a la que puede llamarse "diva" en un sentido de estricta justicia, seguramente será recordada como un ícono del espectáculo rioplatense dentro de algunas décadas.

Menos probable será que en ese recuerdo a la protagonista de "Los martes orquídeas", "La doctora quiere tangos" o "La patota" alguien memorice también
la olvidable figura de Fernández, el bigotoso mastín de los pingüinos cuyo único mérito es la obsecuencia con los que pagan su sueldo desde el bolsillo de todos los argentinos.

A la Chiqui, -que es la diva, la Legrand o la viuda Tinayre- no le paga su sueldo el pueblo y se le pueden perdonar sus recuerdos o sus olvidos, porque es una figura del entretenimiento, del dolce far niente: no tiene la misma responsabilidad que los actores políticos cuya función no es entretener, sino hacer y sin robar, además.

No me gusta la señora como actriz, por cierto. No comparto muchas de sus apreciaciones, tampoco. Hasta a veces diría que me rompe un poquitín los quinotos. Pero me parece respetable una mujer de casi nueve décadas que renueva su vigencia cada día y dentro de su futilidad es todo un personaje que recuerda otros buenos tiempos, aquellos en los que Argentina hacía cine para el mundo, a veces bueno y a veces olvidable, pero era toda una industria floreciente.

Si sobrevivió a Perón, a la Junta Libertadora, a los golpes cívicos y militares, a Perón de nuevo y a la atosigada Isabelita de manos dadas a Lopecito, a los presidentes de la restauración democrática que desembocan en esta señora gesticulante y declamatoria que se sienta en el sillón de Rivadavia... seguro que tiene cuerda para mucho más.

Fernández: ¡Vaya a la cucha! Seguimos almorzando con la señora Mirtha Legrand de Tinayre.

1 comentario:

gallega dijo...

ESTA VINIENDO A CASA,ALGUIEN MUY,MUY CERCANO DE LA SEÑORA,LA FAMILIA.......SIN PALABRAS....ELLA LE TIENE PROHIBIDO A SILVIA QUE SALGA EN FOTOS....ETC...ETC..