¡Mi nieto Diego cumple tres años!
Y la comunidad festeja a Oyá -que es también Yansã- en su batuque mensual. Nos acompañarán, tal cual lo confirmaron, nuestros amigos Dany y Juan, venidos desde Buenos Aires.
Hermosa ocasión la de celebrar a Oyá juntos.
Cuesta mucho encasillar en un único concepto a esta divinidad nupe adoptada por los yorubá en el auge del Imperio de Oyó. O yà -Ella separa- O ya -Ella rasga, lacera, hiende- O yá -Ella es rápida, inmediata, presta-
Según vemos, hasta en su etimología más simplista Ella representa el corte, la ruptura, la hendidura, la rapidez, el movimiento, el encaminar algo con presteza, la inmediatez.
Características que la diosa refleja en su actitud libre -y un tanto anarquista- de (y hacia) la vida. ¿No resulta acaso una dificultad extra, un desafío a menudo infructuoso, encauzar a una hija o hijo de Oyá? Porque sus hijos aman la libertad absoluta sin medir consecuencias. Libertad para hacer, deshacer y a veces hasta deshacerse en esos intentos instintivos carentes de reflexión. "-Dile qué no hacer a un protegido de Oyá, para que lo haga" - es un conocido axioma de terreiro. Necesita probar una y otra vez su coraje, su valentía, marcar el territorio con la misma embestida arrolladora de su animal totémico el búfalo. Que no gratuitamente le sirve de disfraz, de epifanía, de símbolo de tozudez y de extranjeridad; porque el búfalo de pantanos es una bestia de sabanas, indomable; y Oyá es la más urbana de las divinidades femeninas pese a ser reverenciada en la floresta, en los caminos y en los campos de guerra: ella es mercado, como Èsù, comunicación espontánea, capacidad de negociación. Es seducción también, pero a un nivel directo y por tanto queda en ese sentido un tanto atrás de Òsun, que seduce desde la supuesta inocencia sin mostrar jamás sus cartas... No, Oyá se lanza toda ella sobre sus intereses, sin permitirse siquiera perder un instante para reflexionar los tiempos -que nunca es capaz de manejar, vaya-
Es la impuntual, la del reloj atrasado o adelantado -o la que carece de él- para saber si los tiempos que corren tienen la suficiente madurez como para brindarle su objetivo. Es que otra etimología, la de Yansã, que siempre hacemos derivar de ìyá òmòn mèsan (la madre de nueve vástagos) también puede descomponerse en yá nsá -inmediatamente airea, o seca al sol- yà sã -rasga por un instante- y hasta ya nsá -lacera pero está curando-
El lenguaje tiene entonces tantos vericuetos como su figura, pródiga en imágenes que nunca desmienten su vigor.
Según vemos, hasta en su etimología más simplista Ella representa el corte, la ruptura, la hendidura, la rapidez, el movimiento, el encaminar algo con presteza, la inmediatez.
Características que la diosa refleja en su actitud libre -y un tanto anarquista- de (y hacia) la vida. ¿No resulta acaso una dificultad extra, un desafío a menudo infructuoso, encauzar a una hija o hijo de Oyá? Porque sus hijos aman la libertad absoluta sin medir consecuencias. Libertad para hacer, deshacer y a veces hasta deshacerse en esos intentos instintivos carentes de reflexión. "-Dile qué no hacer a un protegido de Oyá, para que lo haga" - es un conocido axioma de terreiro. Necesita probar una y otra vez su coraje, su valentía, marcar el territorio con la misma embestida arrolladora de su animal totémico el búfalo. Que no gratuitamente le sirve de disfraz, de epifanía, de símbolo de tozudez y de extranjeridad; porque el búfalo de pantanos es una bestia de sabanas, indomable; y Oyá es la más urbana de las divinidades femeninas pese a ser reverenciada en la floresta, en los caminos y en los campos de guerra: ella es mercado, como Èsù, comunicación espontánea, capacidad de negociación. Es seducción también, pero a un nivel directo y por tanto queda en ese sentido un tanto atrás de Òsun, que seduce desde la supuesta inocencia sin mostrar jamás sus cartas... No, Oyá se lanza toda ella sobre sus intereses, sin permitirse siquiera perder un instante para reflexionar los tiempos -que nunca es capaz de manejar, vaya-
Es la impuntual, la del reloj atrasado o adelantado -o la que carece de él- para saber si los tiempos que corren tienen la suficiente madurez como para brindarle su objetivo. Es que otra etimología, la de Yansã, que siempre hacemos derivar de ìyá òmòn mèsan (la madre de nueve vástagos) también puede descomponerse en yá nsá -inmediatamente airea, o seca al sol- yà sã -rasga por un instante- y hasta ya nsá -lacera pero está curando-
El lenguaje tiene entonces tantos vericuetos como su figura, pródiga en imágenes que nunca desmienten su vigor.
Oyá es una madre a la moderna: lejos de Yemoja que hace de la maternidad y de sus hijos un culto o de Òsun, que atiende por igual sus devaneos y a su prole, nuestra divinidad sólo exige de sus hijos la conducta capaz de hacerla reflejar, como en un espejo, en toda su gloria. "Críense ustedes -o encontremos a alguien que los críe y eduque- para que todo el mundo vea lo bien educados que son". Y ahí, qué lindos, qué educaditos, qué bien compuestos los hijos de Oyá... Pero es que es imposible pedir al búfalo, un ser salvaje y combativo, que pueda entender siquiera los laberintos del amor maternal/filial. Lejos, en la inmediatez, los sentimientos son para ella tan fuertes y rápidos que se queman en poco tiempo, y no es una mujer de paciencia. Necesita brillar por sí misma, atraer la mirada, estimularse con el reflejo de su encanto en un sable y volar, como una laba-laba (mariposa del cereal) de flor en flor, derramando el polen adherido a sus patitas de prima ballerina...
Oyá es fantástica, por cierto. A mi me cae estupenda; considero que es una de las divinidades más interesantes del panteón yorubá, aunque hable un lenguaje ininteligible. No podemos olvidar que es nupe -una extranjera- cuyo poder está contenido en los secretos de guerra de las tribus bariba adonde fuera a buscar la medicina que posibilita emitir rayos y llamas de fuego por la boca. Iba en comisión, claro. Pero ¿por qué no probar las mieles de ese poder capaz de arrasar?
Amo a Oyá, y la saludo con reverencia y admiración: Èépa, rí pa! Una admiración que sólo cabe ante lo terrible o lo desconocido, o ante aquello que se mantiene oculto ya sea bajo el disfraz de búfalo o bajo su chorão de cuentas opacas que ocultan el mirar.
Que Oyá nos proteja y podamos danzar para ella con inmediata alegría. Oyá bi l'ayò! Èépa hèyi o yá!
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