Mo júbà ènyin Ìyá mi Òsòròngá
o tònón èjè enun o tòokón èjè èdò!
Mo júbà ènyin Ìyá mi Òsòròngá
o tònón èjè enun, o tòokón èjè èdò!
Èjè ó ní kálè o!
Ò yíyè, yíyè, yèyé kò kò!
Ò yíyè, yíyè, yèyé kò kò!
El mundo parece haberse enterado que resulta oportuno saludar a la mujer -al género- todos los ochos de marzo. Nosotros, afrobrasileños de nacionalidad argentina, oriental o cualesquiera de las que captaron este modo de ver el mundo, las tenemos presente en la cotidianeidad de la comunidad-terreiro. Somos un pueblo acostumbrado a que además de Dios, haya dioses y diosas. Y que esos dioses y diosas se manifiesten en nosotros, haciendo de nuestros cuerpos masculinos y femeninos sus altares. Día a día convivimos con la idea primordial expresada en los mitos y simbolizada en el ìgbà cósmico de que no podría existir un arriba sin un abajo, un blanco sin un negro, una derecha sin una izquierda. Somos, por naturaleza, un pueblo que se manifiesta en dualidades de todo tipo que comienzan desde la simple y prístina semilla. Herederos de esas aves que se acicalan en los bosques sus emplumados vestidos, nos bañamos en las sangres múltiples del renacer perpetuo y ordenamos nuestro plumaje diverso, comenzando por esa frente mirando al futuro donde colocamos un ìkòdíde de color rojo augural...
Nuestras mujeres no necesitan reivindicaciones de ningún tipo: ellas son, por antonomasia, reinas. Desde la más humilde ìyáwo que se prosterna doblemente cuidando su vientre en relación a la Tierra, hasta la más encumbrada ìyálòrìsà que empuña la navaja para cortar los hilos del tiempo corriente, son soberanas en nuestras comunidades. Son quienes dan verdadero sentido a nuestros mitos reactualizados, las que celebran su género, sus misterios y sus saberes en el corro externo donde invocan su poder y elevan la ofrenda hasta los tejados para que los pájaros puedan apreciar su bienvenida. Nosotros, los varones, tan sólo observamos y desde lejos, imbuídos del terror del macho hacia lo sagrado-peligroso, sacudimos los hombros para impedir que se posen en ellos los emisarios de la muerte que anuncian vida.
En este día y en todos, los afrobrasileños de cualquier país o color festejamos el estar vivos gracias a esa otra parte esencial de nuestra realidad cósmica, la saludamos en presente y en futuro, porque de ella depende el tiempo como valor sagrado.
Hijas, hermanas, amigas, que vuestro día sea siempre en la conciencia de vosotras mismas y en la adoración de nuestras divinidades femeninas. Àse,
Òséfúnmi
2 comentarios:
que bello lo que has escrito,
palabras sabias colmadas de luz...
Namasté, Mujer Sagrada.
Que la Tierra, el Aire, el Agua y el Fuego sean una sola cosa en tus manos, tu cabeza y tu vientre.
Publicar un comentario