Las justificaciones políticamente correctas del maestro. La real, es que fue llamado y escogido.

por Alejandro Frigerio


Hace ya bastante más de veinte años aterricé, inesperadamente, en el carnaval bahiano. Lo que iban a ser unas inusuales vacaciones en Rio se convirtieron en una inmersión en un mundo desconocido. Aunque no entendía nada de lo que pasaba, lo que veía, y sobre todo, lo que escuchaba, me sacudió fuertemente. Supongo que gran parte de lo que vino después fueron intentos por comprender, de la manera más amplia y profunda posible, este mundo. Al tiempo que crecía mi vocación de sociólogo-que-quería-transformarse-en-antropólogo se abrían las puertas de Afroamérica (o al menos el portón de entrada). Mis viajes a Bahía pasaron de puro placer a trabajo de campo para mi tesis de maestría sobre el candomblé. Mientras estudiaba antropología en Estados Unidos a principios de los 80s comencé a practicar capoeira -al principio regional, luego mayormente angola-. Esto me dio más excusas para volver a Bahía, aunque mi objeto de estudio para mi tesis doctoral ya era la expansión de las religiones afrobrasileras en nuestra ciudad. Ya doctorado, tuve la suerte de ser testigo y partícipe del nacimiento de la movida afro en Buenos Aires. Desde aquel entonces, no puedo entender mi vida sin los orixás, sin el afoxé, sin la capoeira (aunque ésta es una novia ya lejana) pero tampoco sin el reggae, el hip hop o la música africana- de los cuales pude disfrutar en mis años en Los Angeles-. Luego vino el candombe, que bombeó mi corazón en Montevideo y en Buenos Aires. De ahí, el Afroamericanas del blog. Aunque creo que detrás de todos los ropajes diversos existe una “experiencia afroamericana”, un corazón compartido, que late al tiempo de los distintos ritmos. Benditos los que llegan a escucharlo.

2 comentarios:

Alejandro Frigerio dijo...

Por favor,sabemos que Mestre, por estas regiones, sólo hay uno...

Milton Acosta, Òséfúnmi ti Bàáyin dijo...

Claro, Mestre Didi dos Santos...
Y mi amigo Mestre Frigerio, que comprueba que el interlocutor de un crítico es siempre otro crítico; nunca aquel que ni cuestiona ni se cuestiona. Salud, Magister!