De la misma forma en que -yo- considero a bàbá Marcos de Oshanlá Tàlàbí el gran referente sacerdotal vivo del batuque en mi país, entiendo que Argentina tiene en ese destacado lugar a ìyá Peggie de Yemoja Abíké, Fáwunmi. Quiero en este post dedicarle mi más sincero homenaje a su trayectoria, a su tesón, a su capacidad de reconversión, reciclado y reactualización constantes. Amada o detestada por igual, nadie puede ignorar su trabajo a favor de las religiones afrobrasileñas, trabajo que busca perfeccionar segundo a segundo con la persistencia paciente y avasallante de su òrìsà eléda. Peggie es una mujer fantástica a la que sólo me atrevo a comparar con mãe Aninha Obabíyíi (ìgbà e) fundadora del Opo Afònjá. Una mujer mayúscula en un cuerpo tan esbelto y delgado que parece ser frágil, siendo de acero.
Amiga de sus amigos, no se detiene ante ningún obstáculo que ella misma no se haya impuesto cuando, como el mar que es su esencia, se retira a una playa aislada a renovar su fuerza.
Peggie es un huracán y un tsunami; pero una paloma mansa y solidaria que sobrevuela el mundo cuando se inunda de paz entre los suyos. Yo creo que los homenajes son para ser hechos en vida de la gente. Los bronces, las plaquetas, los fríos epitafios que declaran bondades de quienes detestamos son para los muertos. Y ni siquiera para todos ellos: sólo para quienes nos son indiferentes.
Agradezco a mi Orí y a la vida, a la voluntad absoluta de Olódùmàre que permitió conocernos y poder haber entretejido con ella un sentimiento de amistad que juzgo mutuo. Mi hermana, mi madre, mi amiga, mi querida: miles de rosas blancas sobre tus huellas que sin duda, ya serán mañana.
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