La búsqueda de la Fuente de la Juventud


Se parece a mi tía, porque todas las personas que pasan por el bisturí en busca de detener el paso inexorable del tiempo se parecen.
Es como si el quirófano actuase de sala de parto de innumerables bebés envejecidos con una horrible mueca, eternamente.
La búsqueda de la Fuente de la Juventud, aquella cuyas aguas permitirían a quien las bebiese detener el tiempo, ha sido el motor de estas personas que, como la benemérita duquesa de Alba de Tormes -la mujer más noble de España- terminan pareciendo muñecas de feria con las facciones desdibujadas. De nada sirve, porque el andar vacilante y la voz quebrada delatan que por allí el agua mágica nunca pasó. Sólo el chapucero trabajo de un comerciante con chapa de médico que en su fuero íntimo hasta debe reirse de las mentecatas...
La Fuente de la Juventud, empero, existe.
Está en cada uno de nosotros, cuando obtenemos paz y nos encontramos acompañando los procesos de la vida. Cuando crecemos por dentro, cuando nos brindamos a los demás, haciendo cosas simples que nos depara alegría, a nosotros y a quienes nos rodean. Mana continuamente cuando observamos a las nuevas generaciones crecer y madurar, cuando sabemos transmitir valores llámense culturales o morales, cuando derrotamos los miedos. Envejecer y morir es cosa natural. Cómo envejecer es opcional: podemos -como mi tía y la duquesa- convertirnos en caricaturas clonadas de una pretérita belleza; o podemos enfrentar lo inevitable con la calma de los justos...

4 comentarios:

david santos dijo...

Hola!
Buen trabajo, Obanise!
Gracias por compartirlo.

Milton Acosta, Òséfúnmi ti Bàáyin dijo...

Gracias por leer y valorar con su estímulo, David.
Bendiciones de felicidad y paz.

Unknown dijo...

Bravo Bàbá! Como dice desiderata, aceptar el consejo de los años con humildad.
Un cariño, Armando

Milton Acosta, Òséfúnmi ti Bàáyin dijo...

Armando, eso dices ahora porque eres un muchacho. Pero que no te vea yo con peluquín o con la cara dura de botox, porque te puedo retirar el saludo.
Bueno, no; cada cual que haga de su culito un pito...